Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
Tan sólo los datos de la caída de la economía y el desplome del empleo formal deberían tener al gobierno en plena autocrítica y ofreciendo disculpas por el tamaño de su estafa.
Sin embargo van a celebrar el lunes en el Zócalo, con discursos, mariachis y baile, su triunfo electoral de julio del año pasado.
Han fallado en economía, en empleo, en seguridad, en salud, en derechos humanos y en defender la independencia del país.
¿Qué festejan?
El único acierto es la estabilidad financiera, pero se mantiene con capital golondrino, atraído por los elevados rendimientos… aunque para nosotros significan altas tasas de interés en préstamos y en tarjetas de crédito.
Pueden festejar que en control político van muy bien, al ahorrar dinero en programas de todo tipo que, en parte, se canaliza a repartir en cash para crear clientelas electorales cautivas.
Íbamos a crecer al cuatro por ciento promedio. Luego bajaron la meta a dos por ciento. La realidad es que el crecimiento es de 0.5 por ciento acumulado de enero a abril, de acuerdo con el Índice Global de Actividad Económica (IGAE), del INEGI.
No crecemos porque no hay inversión. Y no hay inversión porque no hay confianza en este gobierno.
Además de los sonados disparates que han cometido y que crean desconfianza, esta semana ocurrió uno más: el gobierno suspendió la construcción del gasoducto Texas-Tuxpan, a punto de concluirse, y que realizaban las empresas IENOVA (EU) y Transcanada (Canadá).
Se mandó una clarísima señal a nuestros socios comerciales (cuyos congresos deben ratificar el T-MEC) de que en México no se respeta el estado de derecho ni hay garantías para las inversiones.
La creación de empleos formales en mayo fue 88 por ciento inferior a mayo del año pasado.
¿Eso van a festejar en el Zócalo el lunes?
¿Se abrazarán porque frenaron la economía y el empleo?
Prometieron pacificar al país y han hecho exactamente lo contrario. Tenemos el semestre más violento de la historia, desde que hay estadísticas.
Con citas de la Biblia no han apaciguado a los criminales que de diciembre a mayo rompieron récord: 17 mil 500 homicidios dolosos y las morgues están saturadas de cadáveres.
¿Van a bailar en el Zócalo por ese descontrol escandaloso?
Los despidos en el sector salud llegan a la cifra de diez mil personas, entre médicos, enfermeras, pasantes y personal administrativo, según la FSTSE.
Los recortes obligan a cerrar centenares de unidades médicas en zonas marginadas, y dejan a los hospitales sin medicamentos para el cáncer, el Sida, control de diabetes, embarazos, hipertensión…
“Es inhumano”, resumió el recién renunciado Director General del IMSS, Germán Martínez Cázares.
Iban a defender la dignidad de las personas como nunca antes, y tienen a 21 mil miembros del Ejército y a seis mil de la Guardia Nacional persiguiendo indocumentados en las dos fronteras.
Las fotografías que hemos visto en estos días hablan por sí solas del respeto a los derechos humanos de los migrantes.
De pronto nos llenamos de decenas de miles de centroamericanos y africanos tratando de entrar al país sin papeles.
¿Por qué?
¿Ocurrió algo extraordinario en Centroamérica? ¿Algo extraordinario en África?
Donde sucedió algo extraordinario fue en México, pues las autoridades anunciaron una política de puertas abiertas a los migrantes y puentes humanitarios para que lleguen pronto a la frontera con Estados Unidos.
Se dejaron venir por oleadas.
Y luego de que Trump dio un manotazo sobre la mesa ante el aumento exponencial de la migración, nuestro gobierno les echó el Ejército encima a los que invitó a venir.
¿De eso se van a vanagloriar en el Zócalo este lunes?
La imprudencia del gobierno en materia migratoria nos obligó a aceptar convertirnos en la patrulla fronteriza de Estados Unidos en territorio mexicano, a cambio de que no nos pongan aranceles.
Se trata de algo nunca visto. Perdimos soberanía con la 4T.
¿Y lo van a festejar?
Quizá lo más dañino de estos seis meses es que el gobierno de López Obrador se esfuerza en dividir a los mexicanos y fomenta el resentimiento social.
Esa herida tardará generaciones en cerrarse.
Todo lo pasa por el tamiz de la lucha de clases.
Los “blanquitos” del ITAM. Los fifís conservadores que piensan diferente a él (que encarna al pueblo).
Lo científicos y artistas que pertenecen a la élite de los vividores.
Los columnistas que “ganan más que ustedes”, les dice a los reporteros.
La maquinaria de bots y “amlovers” que se maneja desde Palacio Nacional para fomentar el odio contra los críticos en redes sociales.
Los hoteleros ricos que lo quieren afectar a él y a su proyecto con un “problema menor”, como el sargazo.
La estigmatización de los empresarios por parte de sus propagandistas orgánicos…
Ahí está el daño mayor.
Ojalá reaccione el presidente, haga una autocrítica en su plaza favorita, el Zócalo de la CDMX, tienda la mano para unirnos, baje su belicosidad y corrija errores que lo apuntan como el peor gobernante de este siglo.
Ojalá, pues, que no se escude en “los problemas que nos dejaron”, porque todos los presidentes reciben problemas y su tarea es resolverlos.
Para eso luchó 18 años por llegar a la presidencia: para mejorar lo que había, y no para dar excusas y empeorar el gran país que tiene entre sus manos.