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ACAPULCO, Gro., 12 de octubre de 2021.- La remoción de una estatua en pleno Paseo de la Reforma ha movido a diversas colectivas de mujeres durante las últimas semanas, y ahora ese emblemático espacio de Ciudad de México ha quedado resignificado.
La glorieta ubicada sobre Reforma y la calle Versalles llevaba casi un año con un basamento sin protagonista y luego de una polémica generada tras la decisión de colocar ahí la figura de una mujer indígena, el pasado sábado 25 de septiembre el lugar fue tomado por sorpresa.
La unión y organización de cerca de 700 mujeres colocó la figura de una niña con el puño en alto exigiendo “justicia”, palabra que se lee en su espalda.
La figura es de color violeta, emblema en las movilizaciones feministas, y de autoría anónima, pues “fuimos todas”, explican. Debajo, sobre las bardas que rodean al basamento, las mujeres pintaron los nombres de las incansables en la obtención de justicia y por eso denominaron a este lugar la Glorieta de las mujeres que luchan.
No pasaron más que unas horas para que personal del Gobierno de la Ciudad de México borrara con pintura los nombres que dejaron las colectivas; pero el domingo 3 de octubre, las mismas mujeres volvieron a convocar a una protesta y no sólo pintar nuevamente los nombres, sino realizar una apropiación del espacio que exige el cambio de “una narrativa patriarcal y colonial” —como explican las integrantes en entrevistas— por otra que represente las causas actuales.
El contorno de esta glorieta que tiene forma de rombo con esquinas redondeadas se pintó de rosa.
Desde lo alto figura una vulva.
Este 12 de octubre, en ese lugar donde estaba la estatua de Cristóbal Colón, quedará más claro que el llamado Día de la raza es una narrativa que no va acorde con las y los habitantes de América que desean alejarse de los símbolos colonialistas, según explican las entrevistadas.
Aunque la convocatoria fue por parte de La antimonumenta, hubo otras colectivas como Unidas siempre buscando, formada por madres buscadoras de Sinaloa, Sonora, Michoacán, Veracruz, Guerrero y Morelos, mamás de víctimas de feminicidios y Restauradoras con Glitter, integrada por profesionistas en restauración, arquitectura, museografía, historia, que se dedican a estudiar temas de herencias culturales.
Una victoria ‘anticolonialista’ Tirar las estatuas de Colón o de otras figuras colonizadoras o esclavistas es una tendencia que se ha dado desde 1990 pero tomó un segundo aire con el movimiento Black Lives Matter en Estados Unidos.
En América Latina ha habido varias historias similares, pero esta ocurrió en la Ciudad de México y se cruza con los movimientos feministas.
“Desde 2020 que se quitó la estatua de Colón se generó una controversia de qué iba a quedar en ese lugar; en el transcurso de 2021 fuimos perdiendo muchas compañeras rastreadoras, luchadoras, mamás activistas se quedaron en el camino buscando justicia y verdad.
Murieron en el último año y eso nos caló mucho”, dice una de las integrantes de Unidas siempre buscando mientras traza con una brocha y pintura amarilla las letras que forman la palabra “Mujeres”.
Cuando Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de la Ciudad de México, anunció que en ese lugar se colocaría la escultura de “Tlalli”, de Pedro Reyes, que aludía a una cabeza olmeca, pero representaba a “una mujer indígena”, muchas artistas y activistas se pronunciaron en contra. Una de ellas fue la colectiva Restauradoras con Glitter, la cual se formó a partir de la protesta del 16 de agosto de 2019, donde se intervino el basamento de la columna de la Victoria Alada, mejor conocida como Ángel de la Independencia.
Desde entonces han trabajado activamente sobre el significado de la toma del espacio público.
“Existió una carta firmada por más de 300 personas de la comunidad artística en México, entre ellas nosotras, donde pedimos al gobierno de la Ciudad de México que echara atrás la decisión unilateral de colocar la estatua de Tlalli”, explica Sofía Riojas, integrante de Restauradoras con Glitter. Entre las razones para no querer esa efigie estuvo que no deseaban que una vez más les dijeran quién sí y quién no puede representar a las mujeres y mucho menos nombrar lo indígena: “No estamos en el momento del indigenismo clásico del siglo XX; ya estamos en el plano de decir que la categoría indígena es un concepto colonial. Ya queremos movernos de ese sitio donde un hombre blanco racializa a una mujer”, añade. Eso sí, aclaran las madres buscadoras: “No estamos peleadas con la idea de que sea un monumento a las mujeres de pueblos originarios, básicamente porque todas venimos de estas raíces. Lo que nosotras queremos es que se llame Glorieta de las mujeres que luchan. Queremos una escultura que esté respaldada por muchas mujeres de México y que no lo decida sólo un grupo de élite”, dicen en conjunto, pues prefieren guardar sus nombres en el anonimato. El que la figura de Cristóbal Colón ya no esté es una lucha que se gestaba décadas atrás, pero evitar que se imponga “la obra de un hombre blanco que dicte cómo debe verse una mujer indígena” ha sido hasta ahora una victoria para las colectivas, aseguran. “Porque el movimiento feminista será anticolonialista o no será”, agrega Riojas. Lo que no se nombra, no existe Al preguntar por la autoría de la estatua o del nombre de la intervención artística de la glorieta, la respuesta es unánime: “Fuimos todas”. Decidieron que se llamara Glorieta de las mujeres que luchan porque para ellas, nacer mujer ya es tener que luchar extra en este mundo: “En el país no hay nada que nos dignifique de esta manera y esta figura de una niña es algo simbólico. Alguna gente no lo está entendiendo así. No es que queramos que se quede para siempre”, aseguran las madres buscadoras. Esta movilización colectiva ha sido la oportunidad de visibilizar sus causas, es un ejercicio de ciudadanía un poco radical por la toma de este espacio, reconocen. Es un ejercicio de renombramiento y de resignificación “donde no se le pregunta a la autoridad ni se dialoga con la autoridad (porque tampoco lo han buscado), sino que viene desde abajo; en un sentido de protesta y reivindicación muy fuerte a lo que estamos acostumbradas”, expone Sofía Riojas. En una sola protesta, este grupo de mujeres ha traído una conversación que cruza varios temas a la vez: feminismos y otras luchas sociales como desapariciones, indigenismos, decolonialismo y apropiación del espacio público, entre otros. Riojas explica que este cruce de temas se da porque es el momento de imaginarnos un mundo en el que las mujeres se movilizan para sentirse representadas en una configuración espacial. “Entre los monumentos hay mujeres, pero siempre como alegorías de madres, hechas en su mayoría por hombres, y eso dice mucho porque pocas veces se da la oportunidad a las mujeres artistas para representarnos a nosotras mismas”. A la par, las madres buscadoras alegan que ni el material ni la autoría aquí son importantes: “¿Quién dijo que una escultura tiene que ser carísima y de alguien famoso o de un material precioso para que tenga valor? Esta escultura que pusimos aquí representa el amor, la dignidad, la sencillez de las mexicanas. No tiene por qué ser algo ostentoso como se hacía en el pasado. Algo, aunque esté hecho de oro, si no representa, no representa y punto. El valor se lo damos las personas”. “El ejercicio que hicimos aquí, que es lo más importante, no es sólo la figura de la niña, es el hecho de nombrarnos, organizarnos, compartir espacios de lucha”, dice la integrante de Restauradoras con Glitter. “No importa quién está arriba sino las que estamos abajo organizándonos de forma horizontal en esta lucha”. A diferencia de lo que se ha dicho, los nombres que pintaron no son sólo de mujeres asesinadas, como se vio en las vallas que bordearon el Palacio Nacional el pasado 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Hay nombres de mujeres vivas que están en pie de lucha por los derechos. Se pueden leer a las madres de los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa, a las de los 49 bebés que murieron en el incendio de la Guardería ABC; la propia Araceli Osorio, madre de Lesvy Berlín, estuvo ahí representando a las que cargan en vida un feminicidio, en este caso de su hija Lesvy Berlín. Es un homenaje a un movimiento vivo. Las mujeres que por dos domingos han protestado con arte y sororidad en esta famosa glorieta siguen a la espera de un diálogo con el Comité de Monumentos y Obras Artísticas en Espacios Públicos de la Ciudad de México, la instancia que decidirá qué se coloca en ese basamento. A la fecha no lo han entablado, pero observan sorprendidas que esta vez, los nombres de esas mujeres que luchan siguen ahí presentes y nadie los ha borrado. Al respecto de lo que lo que ocurrirá en este espacio, Claudia Sheinbaum dijo que el Comité será quien decida qué será del “nuevo monumento a la mujer indígena”, pues esta idea, asegura, provino de una firma de alrededor de 5 mil mujeres de pueblos originarios que pedían que Colón fuera reubicado y que ahí hubiera una representación de éstos. “Las mujeres indígenas han luchado toda su vida y, justamente, yo sigo reivindicando que tiene que ser (un monumento) a las mujeres indígenas, que son las que históricamente no han tenido voz en nuestro país”.