Contención migratoria tiene la solución en frontera sur: Ken Salazar
TAPACHULA, Chis., a 2 de mayo .- Mujeres migrantes provenientes de Centroamérica que viajan con niños y menores no acompañados saturan albergues de esta ciudad, ubicada a unos 45 kilómetros de la frontera con Guatemala.
Olga Sánchez Martínez, Premio Nacional de Derechos Humanos y fundadora del albergue Jesús el Buen Pastor del Pobre y el Migrante, dijo estar sorprendida con la llegada a México de niños y adolescentes no acompañados, así como de madres con menores lactando que huyen por situaciones de violencia y pobreza de países de Centroamérica, principalmente de Honduras.
“La migración ha cambiado, nunca se veía ese tema de los niños viajando solos, tengo 30 años trabajando con migrantes y me quedé sorprendida que dos camiones del Instituto Nacional de Migración (INM) traían menores no acompañados hasta de dos años de edad, quedé impactada, jamás había vivido una experiencia de una oleada de niños y adolescentes no acompañados”, expresó la activista.
Sánchez Martínez, quien durante 31 años ha dedicado su esfuerzo para alimentar, hospedar y curar a migrantes mutilados por el ferrocarril, dijo que en el albergue recibe a mujeres que vienen con tres o cuatro niños lactando y adolescentes, algunos enfermos debido a que durante el viaje no se alimentan o sufren las inclemencias del tiempo como el sol y la lluvia.
Dijo que, en algunos casos, las madres no pueden mantener a sus hijos y los quieren regalar.
Abundó que los migrantes están varados en esta ciudad, donde no tienen oportunidad de trabajar.
El albergue Jesús el Buen Pastor aloja un promedio de 450 a 500 migrantes, de ellos más de 200 son niños y niñas en edad de lactancia y adolescentes, mujeres y hombres, a quienes provee de los tres tiempos de comida, atención médica y medicamentos.
Algunos de los migrantes, la mayoría de Honduras, llegaron de forma personal a solicitar alojamiento y otros llevados por el Instituto Nacional de Migración provenientes de las fronteras de Tijuana, Ciudad Juárez, Chihuahua y Piedras Negras, Coahuila.
ACTIVISTA CLAMA AYUDA PARA ALIMENTAR A NIÑOS Y ADOLESCENTES MIGRANTES
La fundadora del albergue Jesús el Buen Pastor del Pobre y el Migrante hizo un llamado a Organizaciones No Gubernamentales y la sociedad civil para que ayuden con donaciones en especie como leche, pañales para niños, arroz, fríjol, azúcar y frijoles, así como ropa.
“Tengo 200 niños, algunos en edad de lactancia, ellos necesitan su lechita; pero también necesitamos el arroz para llenar el estómago con frijolitos y las dos tortillas que podemos darles”, explicó.
La mujer dice que el gobierno federal, DIF del estado y Protección Civil la apoyan con granos, pero es insuficiente.
Para el mantenimiento del albergue y la compra de productos de desinfectante por el tema del Covid-19, la activista se dedica a elaborar y vender pan y donas que realizan en las mismas instalaciones y la venta de café y golosinas.
“Todos los días, desde hace 31 años me levanto desde muy temprano para trabajar y mantener el albergue, dándole todo lo que necesita; es muy difícil a veces no se ni como se mantiene”, expresa la mujer.
MUJERES CON NIÑOS ENFERMOS Y SIN DINERO PARA MEDICAMENTO
En el albergue, varios niños, la mayoría en edad de lactancia se encuentran enfermos de tos, gripa y fiebre y las madres sin dinero para comprar medicamento o formula especial para niños que presentan desnutrición o deshidratación.
A pesar que en el refugio se cuenta con un médico y enfermera, así como medicamento básico, a veces los menores requieren medicinas especiales que las madres no pueden comprar, como es el caso de María Alexandra Contreras que su bebé de ocho meses convalece de neumonía atípica.
Al ser despedida de su trabajo, en una fábrica de arneses en febrero del 2020 por la situación de la pandemia por Covid-19 y no poder pagar la renta de su vivienda, María Alexander decidió emigrar con un hijo adolescente de 13 años, otro de tres y el bebé de ocho meses de nacido.
Sin dinero, emprendió el viaje caminando con sus tres hijos hasta la frontera de Agua Caliente, que limita con Guatemala, rodeando la caseta migratoria para poder ingresar de forma irregular a ese país, debido a que no contaba con las pruebas PCR y pasaportes de sus hijos.
“Caminé día noche con mis hijos bajo el sol y después la lluvia, sin comer y durmiendo en las calles”, relata la mujer entre lágrimas.
Señala que gracias a personas bondadosas que se encontró en el camino, que le regalaban un poco de comida, continuó su viaje pidiendo “jalón” y otras caminando.
“Mis hijos se enfermaron de tos y gripa por la mojada y el sereno. Cómo pude crucé a México y me entregué a migración, les dije que ya no podía más con los niños, que me ayudarán y me trajeron a este albergue”, narra.
Refiere que días después, su bebé Leslie de ocho meses, fue internada de urgencia en el hospital regional por neumonía atípica y problemas respiratorio y a pesar de haber sido dada de alta, su estado de salud es delicado.
“No tengo dinero para comprarle la leche que me recetaron, ella todavía esta delicada, tiene tos y temperatura, me dijeron que si se empeoraba la llevara inmediata mente al hospital”, señala.
Afuera del consultorio del albergue, Eslyn Marisol, de 37 años de edad, una madre soltera; espera su turno para que su hijo Lester, de 12 meses sea revisado por el médico, ya que presenta fiebre y tos.
La migrante originaria de Atlantida, Honduras, explica que desde hace varios días su hijo padece de estos malestares y el medicamento no lo ha sanado,
Mientras espera su turno, la mujer cuenta que huyó de honduras con sus cuatro hijos, dos de ellos adolescentes de 14 y 12 años de edad, uno más de tres y el de 12 meses, para evitar que las pandillas reclutaran a los mayores.
“No quiero que mis hijos terminen matando y robando, por eso tuve que huir con ellos; he andado de albergue en alburgue, pero es mejor. Aquí me abrieron las puertas y aunque sea arrocito con frijoles tienen para comer y no andamos en la calle rodando”, señala la mujer que ya realiza trámites para solicitar refugio y quedarse en México.
El hijo de la migrante hondureña Wendy Sierra, Eduardo Isaí de un año también padece de tos, gripa y fiebre.
Se le nota molesto, ojos apagados, tose y llora constantemente. Su madre dice que presenta deshidratación, que ya le dio medicamento, pero no ve me mejoría.
En el albergue, este viernes los menores celebraron el Día del Niño con piñatas, pastel, música, baile, juegos, dulces y regalos, que transformaron el rostro de los menores de tristeza por alegría.