Luchan ballenas para atraer a hembras y es un espectáculo en Zihuatanejo
No se puede tapar el sol con un dedo. Rutilio Escandón Cadenas no puede maquillar con declaraciones de buena voluntad la conflictividad social y la violencia criminal que se vive en Chiapas.
Es alarmante.
En todos los municipios se reporta un incremento inusitado de acciones criminales.
La ‘nota roja’ de los impresos registran día a día la altísima criminalidad que se vive en Chiapas.
Pero el gobernador insiste, cómo su antecesor, que Chiapas es un estado seguro.
Pero eso es una falacia.
No es suficiente con declarar que Chiapas es seguro, para que en realidad Chiapas sea un estado seguro.
Más bien parece un sofisma, que sobre bases falsas pretende impulsar una profusa campaña de difusión y promoción turística.
Es un intento inútil pretender revertir la estrepitosa caída del sector construyendo un discurso de ojos ciegos y oídos sordos.
Chiapas tiene mucha tela de dónde cortar para impulsar el desarrollo turístico. Pero, antes, Chiapas necesita “destrabar” añejos conflictos que provocan recurrentes bloqueos en las vías de comunicación que intercomunican los sitios de mayor atractivo turístico.
Es penoso, lastimoso, y altamente preocupante las pérdidas que ocasionan a la economía, a los hoteleros y prestadores de servicios turísticos, y aún a los viajeros que pierden tiempo, vuelos e interconexiones por los frecuentes cierres de carreteras.
Guías y transportistas acusan desencanto en viajeros, y mala imagen para Chiapas como destino turístico.
Pero no es con violencia oficial, desalojando bloqueos con la fuerza pública y el Ejército, como se van a resolver estos conflictos, focalizados, donde se generan recurrentes bloqueos.
Científicos sociales como Antonio García de León “500 años de resistencia…”; Xóchitl Leyva Solano y Gabriel Ascencio Franco, “Viejos problemas nuevos”, editado por Plaza y Valdés, y Daniel Villafuerte Solís, economista de la Unicach, y muchos más, han realizado estudios de caso, bien documentados, que establecen la génesis (el origen), secuencia y consecuencias, de muchos de los conflictos que mantienen a Chiapas en frecuente ebullición.
Un cúmulo de desigualdades sociales, agravios, transgresiones, despojos, odios raciales y étnicos.
Existen abundantes estudios sociológicos y antropológicos que documentan lo que los sucesivos gobiernos estatales soslayan. Antes y después del alzamiento armado del EZLN, el 1 de enero de 1994.
Ahí está el error: han administrado los conflictos sexenio tras sexenio con ‘minutas de acuerdos’ y ‘pactos’, y han derrochado millones de pesos para corromper líderes, pero no van a la raíz del problema y solo generan más desazón, incertidumbre y violencia.
A esto hay que agregar que Chiapas arrastra problemas de pobreza extrema, marginación, exclusión social, desempleo, subempleo, de demandas no atendidas o postergadas indefinidamente de luz eléctrica, caminos, escuelas, agua potable, mercados, clínicas de salud y acceso a diversos servicios, a los que se añaden los de carácter político-electoral.
Por eso, no se vale querer tapar el sol con un dedo, pretender darnos Atole con el dedo, asegurar que Chiapas es un estado seguro, porque eso lo único que nos dice es que van a seguir el juego de Juan Pirulero./revista Jovel Sclc