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El vino del amor
XXVII Domingo Ordinario
+Mons. Enrique Díaz
Obispo Auxiliar
Diócesis de San Cristóbal de Las Casas
Génesis 2, 18-24: Serán los dos una sola carne
Salmo 127: Dichoso el que teme al Señor
Hebreos 2, 8-11: El santificador y los santificados tienen la misma condición
San Marcos 10, 2-16: Lo que Dios unió, no lo separe el hombre
Divorciados
Con lágrimas que les ahoga y emoción que no pueden ocultar, Margarita y Vicente me narran su experiencia: Como usted bien sabe, nosotros somos divorciados pero la vida nos ha unido, nos queremos, tenemos hijos y ya hemos vivido juntos muchos años. Hemos recibido muchos rechazos, discriminaciones y nos han cerrado las puertas en muchos lugares. Por casualidad, escuchamos el diálogo del Papa en el encuentro mundial de las familias en Milán. No sabemos si era en vivo, o era ya una repetición. Pero nos emocionó mucho que el Papa, al hacerle aquel matrimonio la pregunta sobre la situación de los divorciados, nunca tuvo palabras de rechazo, es verdad que fue muy claro al hablar de esta situación, pero nos dijo algo así como que aún sin la recepción corporal del Sacramento, podemos estar espiritualmente unidos a Cristo en su Cuerpo. Y nos invitó a que realmente encontremos una posibilidad de vivir una vida de fe con la Palabra de Dios, con la comunión de la Iglesia, con la educación de los hijos. Y dijo que nuestro sufrimiento no es sólo sufrimiento nuestro sino sufrimiento de toda la Iglesia en comunidad y que se deben buscar respuestas, caminos y modos de acoger a la familia. Sentimos como si Cristo nos dijera que tenemos un lugar en su Iglesia.
El vino del amor
Ciertamente la pregunta que le hacen a Jesús no tiene ni la más remota brizna de una búsqueda, sino de condena y trampa. La cuestión, ya desde entonces, es candente. Los novios que con mucha ilusión se casaron, pronto descubren que la relación diaria va más allá del enamoramiento y del placer hasta el compromiso diario. Debería ser como en las bodas de Caná: el primer vino es sabrosísimo: es el enamoramiento. Pero no dura hasta el final: debe venir un segundo vino, es decir debe fermentar y crecer, madurar. Un amor definitivo que se convierta realmente en segundo vino, es más hermoso, mejor que el primero. Y esto es lo que debemos buscar, y después, con el apoyo de la comunidad, de los amigos, de la Iglesia, de la fe, de Dios mismo, hacer brotar y madurar un vino que dure para siempre. Pero hemos descuidado las bases del amor, las uniones se tornan apresuradas, inconstantes y convenencieras. La mecánica mercantilista y utilitaria también ha influido en la familia. Y por desgracia, igual que los artículos desechables, muchos juegan con las personas y las utilizan mientras les sirven, para después tirarlas, junto con los hijos Situaciones dolorosas que enfrentan nuestras familias.
En el inicio
Al remitirnos Jesús a los inicios, nos hace que recordemos la grandiosidad de la creación del hombre y de la pareja como fundamento de toda sociedad. En reciente encuesta, a pesar de todos los ataques, entre los pilares más importantes, el noventa y nueve por ciento, ponía a la familia. Casi todos colocan a la familia antes que el trabajo, los amigos o cualquier otra posibilidad. Pero después en la vida diaria, no parecemos tan consecuentes con estas opiniones. Por eso es importante la respuesta de Jesús que nos hace llegar hasta el Génesis donde encontramos la columna fundamental de toda sociedad: la pareja. Y este texto describe la relación de pareja con un hilo de oro: la comunión. No es bueno que el hombre esté solo, el hombre necesita a alguien semejante a él, una ayuda, pero que esté de frente a él, no subordinada, ni superior; unos ojos que puedan encontrar otros ojos a la misma altura y con la misma dignidad para indicar igualdad, no esclavitud. La costilla no es signo de inferioridad sino de igualdad: vida tomada de la misma vida. El canto final de Adán es el primer canto que se repetirá cada vez que hay encuentro profundo entre dos personas: Ésta sí es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Y de ahí brota la unión plena no sólo de cuerpos sino de personas íntegras, totales. La biblia no tiene vergüenza del sexo que expresa toda la comunión. Sexo que no es solamente apetito e instinto, sino que es amor y donación total, la fusión de las dos personas en una sola carne. No es una lucha de poderes, sino una comunión de personas. No son retos y desconfianzas, sino entrega y fidelidad. Cuando se vive así el amor, es capaz de enfrentar el paso del tiempo, las duras tormentas, las crisis con los hijos y las dificultades económicas.
¿Y los divorciados?
En este camino del verdadero amor nos falta mucho trecho por recorrer. Al matrimonio se llega sin la preparación suficiente y sin el compromiso de una entrega total. Hay muchos condicionamientos que hacen que fácilmente se abandonen los sueños comunes porque no se han satisfecho las ambiciones personales. La infidelidad, el aburrimiento, la falta de iniciativa y compromiso para amar, van secando poco a poco la fuente del amor de la pareja. Hay muchos que abandonan antes de haber luchado. Pero también como Iglesia, como reconocía y nos retaba el Papa en el Encuentro de las familias, nos falta mucha más comprensión y acompañamiento a quienes, por una u otra razón, han sufrido una separación desgarradora y dolorosa y ya no encuentran caminos. Jesús para ellos tiene una palabra de amor, de aliento y nunca los deja solos. Jesús acompaña su camino. Nosotros tendremos que buscar diligentemente y con valentía caminos que hagan menos duras estas situaciones doloras.
Hoy, como cada domingo, nos quedan muchas preguntas en el corazón y se hace urgente una revisión que coloque frente a la grandeza del amor, los mezquinos comportamientos que asumimos en pareja y en familia: ¿Qué dice Jesús al mirar nuestras familias, las parejas y la forma de relacionarse? ¿Qué palabra nos diría a propósito del divorcio? ¿No hay divorcios de hecho, aunque sigan viviendo los esposos bajo el mismo techo? ¿Qué actitud tomaría Jesús con los divorciados, separados y los vueltos a casar? ¿Cómo deben vivir su nueva realidad? ¿Cómo podremos acompañarlos?
Padre Bueno, que has dejado una auténtica imagen de tu propio amor en la unión del hombre y la mujer, concédenos que, superando la dureza del corazón, comprendamos que sólo alcanzaremos la verdadera fidelidad siguiendo el ejemplo de tu Hijo Jesús que por amor se entregó hasta la muerte. Amén.
LEM. Claudia Corroy
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