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TAPACHULA, Chis., a 11 de agosto.-Olga Sánchez Martínez, quien le sobrevive a la muerte, lucha día a día por la vida de los inmigrantes que fueron destrozados entre las mandíbulas de la bestia o se accidentaron durante su viaje a los Estados Unidos, como pago a Dios por permitirle vivir.
La Samaritana, de 45 años de edad, nativa del pequeño municipio fronterizo de Cacahoatán, como fantasma vestida de blanco- recorre todos los días en forma incansable hospitales y postas migratorias, en busca de personas a quien ayudar.
Desde hace 21 años que Sánchez Martínez inició con su labor altruista estima que ha ayudado a más de 15 mil personas, en su mayoría menores adolescentes de 13 a 17 años, y adultos de 19 y 30 años de edad, algunas mujeres en su mayoría inmigrantes de Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua que sufrieron la amputación de sus miembros por el ferrocarril y lesionados en accidentes o durante asaltos, así como a personas enfermas y de la tercera edad abandonados por sus familiares.
La mujer que en su cuello cuelga un rosario, recuerda que en 1990 le pronosticaron pocos años de vida estando embarazada de su último hijo y se refugió en la iglesia donde la invitaron a visitar enfermos en el Hospital de Tapachula para llevar palabras de aliento.
Al estar ahí me di cuenta que habían muchas personas de otras nacionalidades, que se encontraban solas y que lo primordial era apoyarlos con sus medicamentos y empecé a enfocarme a ellos, señala.
Refiere que se dio cuenta que al ser dados de alta no tenían un lugar donde recuperarse y les ofreció su pequeña casa.
Pensé que una vez recuperados se van a ir, pero eran tantos que llegué a tener hasta 60 personas en la casa, esto no disminuía sino que iba creciendo, entonces me sentía apretada con la familia y los enfermos, relata samaritana.
Abunda que además tenía que darles de comer y surtir las recetas médicas, por lo que decidió salir a la calle a pedir limosna y tocar el corazón de las personas que más tienen.
Me di cuenta que estábamos en una frontera bastante necesitada de apoyo para el migrante, en ese tiempo no había nadie que les tendiera la mano, se abusaba de ellos, quedaban tirados en las vías del tren sangrando y nadie los ayudaba, decían las personas: déjenlos que se mueran son migrantes, no sé que vienen hacer aquí, recuerda con tristeza.
Olga Sánchez, una mujer que no usa maquillaje en su rostro ni pinta las uñas de sus manos y pies, recuerda con una sonrisa de nostalgia que al poco tiempo una persona le prestó una casa que se ubicaba a una cuadra de las vías del ferrocarril para que pudiera abrir un albergue al que llamó Jesús el Buen Pastor del Pobre y el Migrante.
Me la prestaron por tres años, pero ahí estuve casi siete años hasta que nos corrieron, dice mamá Olga como la llaman los migrantes- quien como siempre viste de manera sencilla una blusa y falda larga de color blanca.
Sin la ayuda de nadie, Olga Sánchez continuaba con su visita a los enfermos en el hospital llevándole palabras de aliento, además de realizar la curación de los migrantes amputados o lesionados y conseguir los recursos económicos para la manutención del albergue y medicamentos.
Teníamos muchas carencias, a veces no teníamos ni para comer. Yo miraba a la gente que se arrastraba en el piso porque no teníamos sillas de rueda, muletas y menos las prótesis de los migrantes, era difícil conseguir algún apoyo porque la gente no creía en lo que estaba sucediendo, cuenta la activistas.
Abunda que la situación empeoraba y crecía el número de migrantes que caían del tren. La bestia les comía sus miembros, les mataba las ganas de vivir y terminaba con ese sueño de una vida mejor, refiere Sánchez.
-¿Cómo encontraba a los migrantes que perdían sus extremidades?
Muy mal psicológica y emocionalmente, para ellos estar amputados de alguna parte de su cuerpo es traumático, no quieren vivir. Vi a muchos que querían ahorcarse con la pita del suero.
-Yo les tenía que dar confianza, les decía que no estaban solos luchando, ellos sentían que los acompañaba en su dolor, les impulsaba a la vida, les hacía ver que eran útil aún sin una parte de su cuerpo.
Entrevistada en una pequeña sala del albergue, Olga Sánchez señala que también le tocó ver morir a mujeres migrantes, entre ellas a una niña de 14 años, que eran abusadas sexualmente por varios hombres, ante la indiferencia de las autoridades.
En aquel tiempo habían muchas mujeres violadas y nunca denunciaban, y las autoridades en vez de ayudarlas siempre les decían que ellas tenían la culpa de lo que les pasaba por salirse de su país, señala la samaritana.
-¿A qué problemas se enfrentó por denunciar los abusos contra migrantes y por apoyarlos?
-Con una sonrisa, Olga Sánchez responde que fue acusada de ser traficante de personas. Siempre me querían llevar presa, algunas veces hasta se metieron al albergue a quererme sacar, también balearon la casa.
No me dejaban trabajar, decían que estaba contra la ley, empezábamos a sentir mucha presión y soportar también el maltrato del hospital que anteriormente no querían recibir a los migrantes y si ingresaban los dejaban que murieran y cuando abogaba por ellos venía la represión.
-¿En los últimos 20 años se ha avanzado con el respeto a los derechos humanos de los migrantes?
– Se ha avanzado en el sentido de que ahora hay más libertad de expresión y se puede denunciar, anteriormente las agresiones no se daban a conocer, no se sabía nada del maltrato que daba la autoridad a los migrantes.
Se habla del racismo que hay contra los migrantes en Estados Unidos, sin embargo, aquí en México también es fuerte la discriminación contra ellos, las personas no se sensibilizan, se olvidan que son seres humanos.
Para la fundadora del albergue Jesús el Buen Pastor del Pobre y El Migrante el fenómeno de la Mara Salvatrucha en esta frontera Sur de México fue algo que detonó en una violencia inusual en contra de los migrantes y la población civil de esta localidad.
Refiere que muchos de los sin papeles que viajaban a bordo del ferrocarril que antes del 2005 en que el huracán Stan destruyera los puentes y las vías férreas, circulaba de Ciudad Hidalgo, localidad fronteriza con Guatemala, hasta el municipio de Arriaga, que limita con el estado de Oaxaca, eran arrojados del tren en movimiento y las mujeres abusadas sexualmente.
Abunda que también los lesionaban a machetazos o los mataban al oponerse a ser asaltados, lo que un tiempo ocasionó que el número de migrantes amputados, lesionados y asesinados se incrementara de manera considerable.
Sin embargo, Sánchez Martínez considera que el castigo de los sin papeles se duplicó cuando el crimen organizado tomó el control de algunos puntos por donde transita esta población que busca llegar a los Estados Unidos.
Anteriormente se atendía a mujeres abusadas sexualmente y macheteados por la Mara Salvatrcha, pero ahora hay más odio y maldad contra los migrantes, los torturan y matan de forma brutal, dice Sánchez Martínez.
El trabajo de mamá Olga ha sido reconocido con el Premio Nacion
al de Derechos Humanos en el 2004, por la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), en el 2008 también recibió el reconocimiento del Dalai Lama, en San Francisco, California EEUU, fue distinguida con el reconocimiento Mujeres de Valor, el senado de Guanajuato, la Comisión Federal de Electricidad (CFE), los gobiernos de Centroamérica y ayuntamientos de esta localidad, reconocieron también su trabajo a favor de los migrantes.
Actualmente el albergue se ubica en la carretera a Raymundo Enríquez, el cual fue construido con la mano de obra de los mismos migrantes y con donativos económicos recibidos por organismos nacionales e internacionales.
-¿Cómo se sostiene el albergue?
Como empezamos, pidiendo limosna de la caridad de las personas, de un apoyo económico que otorga el gobierno de Chiapas, de algunos changarritos, vendiendo pan y cojines que las personas en el albergue elaboran .
Sánchez Martínez refiere que el albergue está abierto a toda la población, a quienes no tengan un techo donde vivir, a los enfermos que vienen de lejos a realizarse algún tratamiento en el hospital, personas enfermas y de la tercera edad abandonadas y la población migrante que necesite de un refugio.
Por último, la samaritana hizo un llamado al gobierno federal y las autoridades correspondientes para que se escuche la solicitud del gobernador Juan Sabines de eliminar la visa para centroamericanos, ya que con ello se quitaría tanto sufrimiento de los hermanos migrantes.