Exigen auditoría al líder del PAN en Guerrero por deuda millonaria
BEJALTIK
(Muchos Caminos)
F. Darinel
¿Qué me importa que se borren
los caminos de la tierra
con el agua
que ha traído esa tormenta?
Mi pena es porque esas nubes tan negras
han borrado las estrellas.
León Felipe
¡ALTO AL FUEGO!
LOS CAMINOS DE HOY
Fascinación
El enigma de los Mayas, en el transcurrir de la historia de la humanidad, siempre va hacer uno de los enigmas más fascinantes y más conmovedores, pues todavía nos preguntamos qué tipo de tecnología utilizaron para predecir el movimiento traslacional de Júpiter, que dio origen a la cuenta larga; qué tipo de tecnología o aparatos emplearon para determinar con asombrosa exactitud la llegada de cometas, eclipses y la asombrosa cuenta que hicieron de los 365 días del año, esto sin contar su aporte a las matemáticas y a diferentes ramas de la ciencia.
Precisamente de este concomiendo ancestral, que era llevado a la práctica en todos los campos del conocimiento, el trabajo y la producción, es de donde se basan los actuales campesinos para decir que ese atroz empleo de la roza, tumba y quema, es un concepto campesino para la conservación de los suelos, heredado de nuestros padres mayas.
Roza, tumba y quema
Al respecto de este tema es importante apuntar lo siguiente: efectivamente los mayas para la siembra llevaron a cabo esta práctica, roza, tumba y quema, la cual consistía en desmalezar o desmontar una cierta parte de terreno que nunca se había cultivado, lo cual incluía el corte de algunos árboles y corte de algunos arbustos grandes (que es la tumba), así como el desmalezar la zona elegida, de arbustos de raíces poco profundas y de tallos no muy fuertes (que es la roza). Seguidamente la madera obtenida del área elegida, era procesada y aprovechada para diversos fines, en tanto que la maleza que era proclive y correcto incinerarla, una vez que se había reunido en un cierto lugar o esparcida por toda el área sembrar, pues esta maleza no tenía ningún otro provecho, más el que cuando ardía, el calor que generaba el incendió desinfectaba el suelo que se iba a utilizar para la siembra, y los restos del carbón, que eran el producto final de la quema, servían como fertilizante al nuevo suelo para la siembra.
Solo una vez
Luego de que era utilizado en un primer año este terreno, los campesinos mayas, de acuerdo a el conocimiento que legaron de generación, en generación y que pervivió con los últimos y reales descendientes; reales en el sentido que fueron muy pocos los que tenían los últimos conocimientos tradicionales y buenos; ese terreno era utilizado por cerca de cinco años, sin que durante este tiempo se efectuara la roza, la tumba y la quema cada nuevo ciclo de siembra, pues esto solo ocurría cuando estaba por utilizarse una nueva área boscosa, montañosa, selvática o de algún valle. Aquí sorprende nuevamente su profundo conocimiento microbiológico de los suelos, el conocimiento del ciclo del nitrógeno y el modo de fertilizarlo naturalmente, mediante el uso del fuego y los restos de la tumba y la roza, que dejaban restos de hojas y animales, mismos que sobre la superficie del suelo se putrefactaban y fertilizaban aún más el suelo.
No fue así
Así cuando concluía este ciclo, en la utilización de este terreno, nuevamente buscaban una nueva área para sembrar, y nuevamente se efectuaba la roza, la tumba y la quema, con lo que queda claro que esa práctica, cuando para entonces el terreno comunal y para la siembra, era basto y suficiente, esta práctica lejos de ser perniciosa era singularmente de gran provecho, científicamente planeada y adecuadamente utilizada. Así que cuando algún campesino actual les diga que la roza, la tumba y la quema siempre la emplearon los antiguos mayas, ya sabrán que contestar y podrán decirles que eso es una farsa y una práctica holgazana y ecocida, que atenta terriblemente en contra de esta desvencijada, herida y horadada atmósfera terráquea, la que por su misma situación ahora nos dice; cada nueva primavera, en su mensaje del aumento de los grados de temperatura ambiental, maremotos, terremotos, tsunamis y cualquier tipo de hecatombe, que es momento de pagar todo el daño que le hemos infringido.
Basta de incendios
Así que una vez que les he planteado la verdadera práctica ancestral de la roza, tumba y quema maya, es imprescindible e imperante exigir; no solo a nombre de los campesinos, sino de todo el mundo; y más de las nuevas generaciones, que basta de seguir implementando esa práctica que cada ciclo se efectúa nuevamente, una práctica que se encuentra totalmente alejada de aquella real y verdadera práctica científica y sana, pues el incendiar año, con año el rastrojo y la maleza de los campos cosechados y exageradamente fertilizados con químicos, por un lado las altas temperaturas del fuego, microbiológicamente empobrecen año con año en suelo, pues el calor asesina a bacterias que se han resistido a morir y que son benéficas para el ciclo del nitrógeno y la nutrición que necesita. Y por otro lado el humo que generan estos incendios, aparte de generar una contaminación anual, también se traduce en problemas de las vías respiratorias y en acúmulos de carbono en los pulmones.
Agonía
Por eso los gobiernos de cualquier nivel, bien deberían iniciar urgentemente con programas de empacadoras móviles de pastura y rastrojo, mismas que son una buena fuente de ingresos, con lo cual se aprovecharía absolutamente todo lo que una siembra produce.
Así, hoy sabemos que ese fuego, esa quema de muchos años atrás, ahora sabemos que no es la solución, sino más bien otro factor; que desconozco en qué medida, también contribuye cada año a aniquilar a los bosques y selvas que se consumen anualmente, gracias a fuegos descuidados de esta terrible práctica, y llevan un poco más a la orilla del abismo a este planeta, que se niega a morir.
Ya para nadie es raro saber; más ver, que en nuestra región y en todo el estado, marzo significa la entrada de un calor cada vez más agobiante, la entrada del estío y también la aparición de la tradicional bruma de humo, que como una nata asquerosa o sombra de la muerte, se cierne sobre todo el estado, en todas sus pequeñas poblaciones y en todas sus ciudades, como una clara muestra de la holgazanería, mal interpretada como tradición ancestral, y también como el camino de humo y de bruma, hacia donde muy posiblemente viaja el espíritu moribundo de este pequeño y bello planeta azul.
Es cuanto