La suerte de Cuitláhuac, el indeseable
Alguien tiene que decirle a Andrés Manuel López Obrador que muy pronto será el jefe de las instituciones nacionales y no las puede tratar a patadas como ha hecho con el Estado Mayor Presidencial y el Instituto Nacional de Transparencia y Acceso a la Información (INAI).
Con la mano en la cintura le echa la gente encima a instituciones valiosas que al menos merecen respeto.
Así actúa contra Estado Mayor y el INAI. No le gustan y les avienta el pueblo encima.
¿De igual manera va a proceder contra la Suprema Corte o el Banco de México, si no sr le doblegan?
Cuidado, el presidente electo está mandando señales que no debemos hacer como que no las vemos.
La gente, su gente, contra las instituciones que le desagradan.
El fin de semana, en Tlatelolco, acusó al Estado Mayor Presidencial de haber participado en la represión de 1968, y es una razón más para desaparecer ese cuerpo militar.
¿Alguna prueba de que el Estado Mayor participó en la masacre?
Ninguna. El presidente electo de México se solaza en golpear a una institución que ha servido al país con lealtad.
Se entiende que el próximo presidente busque dar una imagen de austeridad y cercanía con la población al no traer escoltas profesionales, pero denigrar instituciones para engrandecerse él, ya es un exceso.
Él será el jefe de las instituciones nacionales, y lo menos que merece el Estado Mayor Presidencial, ya que lo va a desaparecer, es una despedida con dignidad.
Se van como asesinos de estudiantes, y no lo son ni lo han sido.
A reserva de que López Obrador presente pruebas contra el EMP, además de sus arengas al pueblo en la Plaza de las Tres Culturas, cosa que no ha hecho.
Todos vamos a respetar al presidente López Obrador, porque será la cabeza de las instituciones de México. Sería muy sano que él también las respetara, para seguir su ejemplo.
Otra institución que se cruzó en el camino de sus enojos fue el INAI.
¿También lo va a desaparecer?
Por lo visto, ganas no le faltan. Y el poder para aniquilarlo también lo va a tener.
El INAI es una de las instituciones creadas después de la alternancia en la Presidencia de la República, y ha servido para conocer en qué se gasta el dinero público.
Gracias al INAI supimos el dispendio en el menaje de la casa presidencial, los pagos a profesores inexistentes, pormenores de la llamada Estafa Maestra, la deuda de Coahuila, la apertura del expediente del caso Ayotzinapa, el del Paso Exprés de Cuernavaca, el caso Tlatlaya, los donativos en dinero a Provida que se gastaron en tangas y muchos otros asuntos que se manejaban en la secrecía.
¿Quiere desaparecer el INAI?
Para López Obrador, es un ejemplo de instituciones que “no han hecho nada” desde su fundación.
Más aún, acusa al Instituto de ser nido de “una burocracia dorada” cuyos consejeros ganan casi 250 mil pesos.
Por lo visto, los salarios de los integrantes del INAI serán un pretexto para cerrar el INAI.
Hasta el momento sólo se trata de agredirlos y echarle la gente encima. ¿Y después? ¿Qué sigue?
Durante la campaña dijo que “el Instituto de Transparencia es una burocracia fifí, que cuesta al erario mil millones de pesos al año”.
Era discurso de campaña, dirán sus defensores. ¿Y ahora? Ahora ya es presidente electo y golpea a la institución que deberá transparentar los gastos de su gobierno.
Ya está amenazada de muerte: no sirve para nada y cuesta mucho.
Por ese camino, en cualquier momento va a apuntar contra los medios de comunicación, la Corte, el INE o cualquier institución que le incomode.
Son avisos que hay que tener presente para no decirnos sorprendidos cuando empiece a gobernar y comience a tener problemas.
Alguien va a pagar las consecuencias de sus enojos: instituciones y personas.