Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, Chiapas, a 13 de abril de 2017.-En las dos últimas visitas pastorales que realicé, con las cuales terminamos este servicio a las 55 parroquias de nuestra diócesis, con tres días en cada una, se programaron visitas a enfermos. Sigo impresionado por los dramas que muchas personas viven, y que nos pasan desapercibidas. Estuve con un niño de 9 años con cáncer, con una joven de 25 con graves problemas de locomoción, de respiración y de expresión, con unos ancianos que apenas sobreviven, con una mujer con algo semejante a la lepra, que le carcome la piel por todas partes, con dolores insoportables, con una joven que se cayó de una escalera y está postrada sin esperanza de poder caminar, con su madre enferma, que a su vez debe cuidar a la abuela muy deteriorada. Surgen las preguntas normales de por qué les pasa esto, qué se puede hacer, qué corresponde al gobierno, a las instituciones y a nosotros como Iglesia. Afortunadamente hay muchos servidores que les visitan, les apoyan, les fortalecen con la Palabra de Dios y los sacramentos, les llevan alimentos y medicinas, no les dejan solos. Se me acercó una anciana de otra religión, para agradecer al párroco cuanto hace por los ancianos, sin diferencia de religión. Anima mucho que nuestra pastoral llegue a estas periferias, pero ¡cuánto nos falta por atender a tantas personas que lo necesitan!
Estamos en Semana Santa y, aunque a muchas personas lo único que les atrae son sus vacaciones y su distracción, los fieles más practicantes se desbordan en sentimientos de compasión hacia el Crucificado. Las escenas de la pasión de Jesús desgarran el corazón, a veces hasta las lágrimas. Y pensamos que cómo es posible que haya habido personas tan malas que hicieron sufrir tanto a Jesús. Valoramos el gran amor que el Señor nos tuvo y nos tiene, pero la referencia es hacia el pasado. No tomamos suficiente conciencia de la actualidad de la pasión de Jesús en tantas personas que sufren, hoy y aquí, en nuestra propia familia, en el barrio, en el pueblo, en nuestra ciudad, y nos hacemos los indiferentes; peor aún, somos quienes les hacen sufrir, les ofenden, les maltratan, les dejan solos.
PENSAR
El Papa Francisco nos invita a tocar la carne de Cristo en los pobres, amarlos y servirlos, porque de esa forma consolamos al mismo Cristo en su pasión:
“¡Cuánto daño nos hace la vida cómoda, el bienestar! El aburguesamiento del corazón nos paraliza. Los pobres y los abandonados, los enfermos, los marginados son la carne de Cristo. No tener miedo ni repugnancia a tocar la carne de Cristo! Esto conlleva no encerrarse en uno mismo, en los propios problemas, en las propias ideas, en los propios intereses, en ese pequeño mundito que nos hace tanto mal. Sino salir e ir al encuentro de quien tiene necesidad de atención, compresión y ayuda, para llevarle la cálida cercanía del amor de Dios, a través de gestos concretos de delicadeza y de afecto sincero y de amor. ¿Cómo es mi fidelidad al Señor? ¿Estoy atento a los otros? ¿Percibo quién padece necesidad? ¿Veo a los demás como hermanos y hermanas que debo amar?” (12-V-2013).
“En el pobre la carne de Cristo se hace de nuevo visible como cuerpo martirizado, llagado, flagelado, desnutrido, en fuga… para que nosotros lo reconozcamos, lo toquemos y lo asistamos con cuidado. Misterio inaudito y escandaloso la continuación en la historia del sufrimiento del Cordero Inocente” (Mensaje de Cuaresma 2016).
“A veces sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor. Pero Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás. Espera que renunciemos a buscar esos cobertizos personales o comunitarios que nos permiten mantenernos a distancia del nudo de la tormenta humana, para que aceptemos de verdad entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y conozcamos la fuerza de la ternura. Cuando lo hacemos, la vida siempre se nos complica maravillosamente y vivimos la intensa experiencia de ser pueblo, la experiencia de pertenecer a un pueblo” (EG 270).
ACTUAR
¿Quieres aliviar un poco el sufrimiento de Jesús en su pasión tan dolorosa? Alivia los sufrimientos de los enfermos, los presos, los migrantes, los ancianos, los abandonados y marginados. De esa forma, aligeras la cruz de Cristo y resucitarás a una vida más plena.