Abanico
VER
Donald Trump insiste en su decisión de aumentar y hacer más efectivo el muro que separa a nuestro país de los Estados Unidos. En otras partes del mundo también existen ese tipo de impedimentos para que las personas se trasladen de un país a otro. La muralla china es un exponente histórico. También lo fue el Muro de Berlín. Entre Israel y Palestina hay una separación no sólo física, sino bélica. En algunos lugares, son las montañas o los ríos los que separan a los pueblos, pero se han construido puentes y túneles que unen.
Hay otro tipo de muros. Hay personas que se consideran las únicas capaces, y crean muros a su alrededor; no se juntan con nadie, porque juzgan y condenan a todos los que no son como ellos. En los propios hogares, a veces hay muros que impiden el diálogo, la convivencia serena, la armonía y la paz. Entre partidos, hay diferencias que son normales y positivas, pero también distancias que impiden alianzas sanas y provechosas para el bien común. En grupos de Iglesia, hay muros entre los mismos creyentes, por sus diferentes maneras de entender y vivir la fe. Se excluyen unos a otros y no quieren reunirse para nada con los otros.
PENSAR
El Papa Francisco ha dicho recientemente: “La separación ha sido una fuente inmensa de sufrimientos e incomprensiones. Nos hemos encerrado en nosotros mismos por temor o prejuicios a la fe que los demás profesan con un acento y un lenguaje diferente” (31-X-2016). “El diálogo es la única vía para todos los conflictos. O se dialoga, o se grita; no hay otra” (1-XI-2016).
“El diálogo permite a las personas conocerse y comprender las exigencias los unos de los otros. Sobre todo, es señal de gran respeto. No dialogamos cuando hacemos prevalecer nuestra posición frente a la del otro. No dialogamos cuando no escuchamos suficientemente o tendemos a interrumpir al otro para demostrar que tenemos razón: ¡No! ¡No! ¡No es así! Y no dejamos que la persona termine de explicar lo que quiere decir.
Dialogar ayuda a las personas a humanizar las relaciones y a superar las incomprensiones. ¡Hay tanta necesidad de diálogo en nuestras familias, entre los profesores y sus alumnos; o entre directivos y obreros! El diálogo derriba los muros de las divisiones y de las incomprensiones. Dialogar es escuchar lo que me dice el otro y decir con docilidad lo que pienso yo. Pero si yo no dejo que el otro diga todo lo que tiene en el corazón y empiezo a gritar, no llegará a buen fin la relación entre marido y mujer, entre padres e hijos. Escuchar, explicar, con docilidad, no chillar al otro, no gritar al otro, sino tener un corazón abierto. Los invito a ser, por medio del diálogo, instrumentos que creen una red de respeto y fraternidad para derribar los muros de la división y de la incomprensión, y así crear puentes de comunicación para ser dignos de la misericordia de Dios” (28-X-2016).
“La mansedumbre es un modo de ser y de vivir que nos acerca a Jesús y nos hace estar unidos entre nosotros; logra que dejemos de lado todo aquello que nos divide y enfrenta, y se busquen modos siempre nuevos para avanzar en el camino de la unidad. Estamos llamados a ser seguidores de Jesús, afrontando los dolores y angustias de nuestra época con el espíritu y el amor de Jesús. Bienaventurados los que soportan con fe los males que otros les infligen y perdonan de corazón. Los aliento a actuar, al estilo de Jesús, con gran respeto y solidaridad con los hermanos y hermanas de las otras iglesias y comunidades cristianas” (1-XI-2016).
ACTUAR
Animémonos a dar los primeros pasos para acercarnos a aquellos con quienes tenemos diferencias de cualquier índole. Aprendamos a escuchar sus posturas, incluso sus reproches y sus quejas, sin defendernos en todo y sin atacar sistemáticamente. Descubramos la parte de verdad que tienen, que en el fondo puede ser la misma que la nuestra, pero desde otro ángulo que nos enriquece. No nos hagamos los autorreferenciales, como si fuéramos los perfectos y el centro del universo.
Entre creyentes, es más lo que nos une que lo que nos divide. Creemos en Jesús y queremos colaborar en la construcción de su Reino. Pero su Reino no es sólo justicia; es también verdad y vida, santidad y gracia, amor, misericordia y paz. Y cada grupo y persona construimos un aspecto de ese Reino; entre todos, avanzamos más. No nos encerremos en nosotros mismos. Los demás también valen.