Abanico
Redacción/Quadratín SLP
A veces, ser monero es más difícil de lo que parece. Los cartones que normalmente se publican están compuestos por una mezcla de humor, noticias, análisis y opinión. A veces llevan más de uno que de otro. Pero me enorgullezco de mi trabajo porque es una forma accesible y muy humana de comunicación periodística
.En más de una ocasión, por las redes sociales, ha vuelto a mí alguna de mis caricaturas, muchas veces mutilada, deformada, con contextos y diálogos añadidos, etc. Esto me indica que, al menos, cuento con la aprobación del público que las comparte, ya sea por su contenido o por su arte. Cuando son compartidas tal cual se publicaron, es una gran satisfacción, ya que significa que esa caricatura fue bien hecha.
En cuanto a su contenido, la verdad es que es muy difícil ser imparcial en el análisis y la opinión. Muchas veces los cartones provienen de algún momento de inspiración, y otras veces de emociones como la rabia, la indignación, el miedo y hasta la ironía. Sin embargo, estas emociones no contaminan el tema, sino que comparten esos sentimientos con los lectores, quienes se ven reflejados en mis cartones.
De cualquier forma, procuro ser imparcial y juzgar a las personas por sus acciones, dichos y comportamientos, siempre y cuando se trate de figuras públicas, personas que están bajo los reflectores del ojo público, ya sea por razones políticas o sociales. De vez en cuando aparecen personajes del mundo del deporte o los espectáculos. Y, por supuesto, también retrato al ciudadano anónimo, aquel que nos representa a todos como individuos sin rostro. A veces, represento a mis amigos como personajes, pero solo los uso para retratar los vicios y virtudes de nuestra sociedad.
En el caso de los políticos, muchas veces no puedo contener mi animadversión hacia algunos, sobre todo porque continuamente están haciendo o diciendo cosas que dañan a nuestro país. Sus actitudes son deleznables y poco a poco se ganan las mofas y críticas más severas de mi parte.
El caso de Gerardo Fernández Noroña lleva aún más mala leche y animadversión de mi parte, porque me parece uno de los personajes más impresentables de la política nacional actual. Sus mismos correligionarios no lo soportan ni lo toleran. Los que lo consideran líder lo hacen por el poder adquirido, y no porque represente una ideología real. Tiene sus seguidores, pero son tan criticables como el político mismo. Él es un símbolo de lo peor que ofrece la cuarta transformación para México.
Como él, varios personajes resultan peligrosos para nuestro futuro. Imagínese usted que, por azares del destino, quedara a la cabeza del gobierno, como sucedió con Nicolás Maduro en Venezuela. Este patético remedo de cabecilla sería tan perjudicial como poner a un macaco al volante de un autobús escolar.
Recientemente, recibió una muestra del «cariño» que le tiene el público, y, cobardemente, lejos de poner una denuncia como ciudadano, utilizó su investidura para acusar a la persona que supuestamente lo agredió y le retuvo el celular con el que había estado grabando videos dentro de una sala privada. Se rumora que estaba grabando a la pareja o acompañante del agresor. Pero claro, ahora que ha crecido junto con la 4T en las venas de nuestro país, como un tumor del enorme cáncer que nos invade, su impunidad también es mayor y más manifiesta.
Se creía intocable. Pero no. Al menos, por este monero no. Eres un asco, Noroña, y representas lo peor de este movimiento. Ni siquiera tienes la capacidad de forjar una carrera sin lloriquear y rogar por migajas. Solo te tienen para que levantes la mano y recibas tomatazos, como el payaso patiño y débil que eres.