Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
Ella se llamaba Valeria Valentina, y la asesinaron en Veracruz porque no quiso bailar con un cliente del bar en el que trabajaba, ese caso me llamó la atención porque era una joven de 26 años, con 2 hijos, lo que significa que por las bajezas de alguien que no merece llamarse persona, cortó así se repente, que dos niños disfruten a su madre.
En otro lado del país, en Celaya, ayer hubo 11 muertos tras balacera en un hotel, 8 eran mujeres; de igual forma, lo que se rompieron fueron familias, hoy son sillas vacías y lugares en la mesa que nunca volverán.
Vamos a un caso que nos describe como país; en Querétaro, un grupo de jóvenes asaltó a mano armada a más de trescientos vehículos que se encontraban detenidos en el Libramiento Noreste; no estamos hablando de pocos automóviles, era algo muy visible, pero las autoridades nunca hicieron su aparición, aquí lo que tuvimos es un caso de impunidad colectiva.
Casos tan increíbles como estos, los vemos todos los días, lo malo de esta situación es que es algo que se está normalizando a escalas sorprendentes, y este silencio de las autoridades se vuelve más asesino que los propios hechos criminales, porque nos deja en un estado de vulnerabilidad alarmantes.
Este enojo social que nos causa la indefensión es más que justificada, en México existen más de 100 mil desaparecidos, es decir, más de 100 mil personas que buscan a sus familiares, que se les va la vida buscándolos y tratando de encontrar razones a esta situación, porque a un ser querido jamás se le deja de buscar, y eso lleva recursos, tanto emocionales como monetarios, y nadie tiene la capacidad para soportar tanto.
Esta cifra nos dice algo, hoy por la mañana 25 personas salieron de sus casas para no volver, y es aquí cuando adquiere rostro el dolor, porque son hijos, son padres, son madres, hermano, amigos, son gente que dejan una profunda huella de nostalgia, aunque nunca de olvido.
Así podemos seguir contabilizando toda la violencia, pero para que se de seguimiento no hay que verlos como números, sino como historias.
Quiero aprovechar para mandar un saludo a esta casa editorial, la que me ha dado la oportunidad de narrar un poco del país que veo, que todos sufrimos y que todos amamos. Me sumo a la condena por las amenazas que sufrió el director de Quadratín Chiapas, Juan de Dios García Davish, porque debe ser una obligación del estado proteger a los periodistas, pero deben atender los llamados antes de que sucedan cosas graves.
Lo que le pasó a él es una muestra de que el estado siempre tiene la oportunidad de atender los llamados, pero se necesita voluntad y un grado de eficiencia.
No me queda duda que México está enojado, y es con justa razón, estamos presas del crimen, estamos a merced de la voluntad de unos cuantos violentos, es hora de hacer alto en el camino y fijar prioridades, y la principal, es que nos mantengamos vivos y seguros.