Abatir la impunidad, la madre de todas las batallas
Arrancamos el día con un buen chiste del presidente.
Se terminaban las conferencias de prensa diarias. Ante un cambio en los medios de comunicación, la dinámica diaria quedaba rebasada y por tanto obsoleta. Los medios, todos evolucionados a objetivos, ya no necesitarían contrapesos, por tanto, las “mañanera” mutarían a una conferencia los miércoles a las 12 de la tarde. Una por semana, parecía bastante prudente, y razonable.
Pero bueno, como mexicanos sabíamos que era fruto del 28 de diciembre, Día de los Santos Inocentes, un día en que se nos permite realizar bromas y plantear escenarios irrisorios e increíbles.
Pero analizando en retrospectiva, ésta no ha sido la única ocasión en que nos hemos topado con el “humor” presidencial.
Este desfase de escenarios, nos recuerdan jocosas frases suyas como «Tan bien que íbamos y se nos presenta lo de la pandemia», cuando desde antes de esta etapa de crisis sanitaria, no teníamos de ninguna manera, una visión esperanzadora de la economía.
Los rangos de crecimiento eran bajísimos, y sólo él tenía otros datos para soportar su visión de la economía, y fue aquí donde decidió poner a un grupo de expertos a crear nuevos parámetros de medición, ahora el crecimiento y desarrollo estarían sujetos a un “felizometro”, que en perspectiva, le daría toda la legitimidad que necesitaba su régimen.
Pero sus chistes han sido de todo tipo, por ejemplo, a mediados de enero de este año aseguró: “El primero de diciembre terminamos de sentar las bases de la transformación del país. Este año van a haber resultados en este que es el tema más difícil que hemos enfrentado”, refiriéndose a la seguridad.
Pues de nuevo la realidad nos rebasó como país y a la visión del nuevo régimen (que ya lleva dos terceras parte de desplegada). Estamos inmersos en el México más violento e inseguro de la historia, y no hay medición suya que pueda rebatirlo.
De igual manera, para los periodistas, mujeres, para todos, estamos padeciendo un México descontrolado en materia de seguridad, y eso, no da gracia por ninguna parte. No es raro ni extraño saber o descubrir nuevos casos de mujeres secuestradas, asesinadas, violentadas en su integridad y dignidad, y de ello, siguen en falta grave las autoridades.
Otro chiste del presidente: “nos vino esto como anillo al dedo para afianzar el propósito de la transformación”. De una manera por más insensible, usó para su prestigio político un tema tan delicado como es el manejo del COVID, que ha traído críticas fuertísimas.
Es que hablamos de 123 mil fallecidos, miles de familias, reportadas oficialmente, que se han separado de un ser amado, que han vivido unas amargas fiestas, por la ausencia del ser querido, pero seguramente más por la odisea que tuvieron pasar antes para tener la atención adecuada.
Como nos percatamos, cada vez su humor se vuelve más agrio y ofensivo, tanto que contagia. Recordemos que hace unos meses la secretaria de la Función Pública, Irma Erérdira Sandoval, se atrevió a decir lo mismo, que la pandemia les cayó como anillo al dedo, para combatir la corrupción.
Intrépida frase para quien le quitó sus pecados a Manuel Bartlett por las tantas propiedades adquiridas en su trayectoria, y que sería irreal que las hubiera podido comprar siendo funcionario, y que además, exoneró a su hijo, acusado de vender a sobre precio a instituciones públicas de salud.
Al parecer se habían equivocado y ya puede volver a vender al gobierno… ¡Aquí no pasa nada, disculpe las molestias señor empresario de la 4T!
Pero el chiste que más me preocupa es el que no se descubre.
Hoy por la mañana mientras hacía su broma de las conferencias terminadas, de inmediato supimos que era un chiste, así que presté atención a esas sonrisitas disimuladas que podría soltar, esos gestos que lo delatarían, cuando a alguien le gana la risa su cara lo refleja, pero no vi ninguno.
López Obrador sabe vivir sus bromas, se muere con ellas, aunque el público haya dejado de reír.