
Itinerario político/Ricardo Alemán
T-MEC y no migrantes, la
verdadera agenda con Trump
Por Carlos Ramírez
Los disturbios migrantes en Los Angeles, con choques violentos contra la policía para impedir el ejercicio de órdenes de arresto, fueron una trampa circunstancial en la que México cayó: una cosa era defender consularmente a afectados y otra alentar desde Morena el apoyo a un liderazgo violento de migrantes ilegales y el apoyo a migrantes legales.
Aunque la presidenta mexicana ya anunció que se encontraría hoy con Trump en una reunión de una hora en Canadá y que iba a defender “dignamente” a los mexicanos de este lado –afectados solo los parientes de quienes están en EU manera ilegal– y a los “mexicanos de allá”, existe la circunstancia agravante de que los de allá ya no son mexicanos porque optaron por legalizarse estadunidenses y prometieron ante la Constitución de EU defender a Estados Unidos, sus leyes y su bandera y los no documentados tienen la obligación de respetar leyes locales.
El primer encuentro informal –porque no ha habido formal ni visitas de Estado—Sheinbaum-Trump va a ser clave para definir el rumbo más o menos ordenado de la agenda bilateral: seguridad, narcotráfico, línea fronteriza, geopolítica con China y Rusia como línea roja de Washington, protección a inversiones estadunidenses al calor del Tratado y comercio con el uso de aranceles –el principal punto anti T-MEC– como regreso al aislacionismo que el acuerdo comercial diluyó.
Las relaciones bilaterales han pasado por varias etapas: desde la ayuda del embajador Dwight Morrow para arreglar la crisis con la Iglesia católica que había llevado a una guerra civil, las cosas entraron en un terreno de alianza y cooperación hasta 1970, pasando por el tema de la OEA en 1962 cuando México logró convencer a Washington de que la negativa a romper relaciones con Fidel Castro le beneficiaba a la Casa Blanca, la tensión en 1969 con la Operación Intercepción en California al cerrar la frontera para revisiones antidrogas, pero con voluntad de encontrar acuerdos funcionales.
Luego vino el nacionalismo populista de Luis Echeverría, José López Portillo y el ala progresista del gobierno de Miguel de la Madrid irritaron a Washington por los planes de consolidación imperial de Nixon y Reagan y la inestabilidad interna con Carter.
Y llegó el neoliberalismo del presidente Carlos Salinas de Gortari que entregó sin rubor la soberanía mexicana a los intereses de Estados Unidos. Y este largo ciclo duró de 1988 en que el gobierno de Miguel de la Madrid aceptó en la comisión binacional de relaciones bilaterales se dieran cambios en la educación mexicana hacia Estados Unidos para facilitar el Tratado que ya venía a las reformas estructurales de segunda generación del acuerdo comercial durante el gobierno del presidente Peña Nieto, pero con el aval del Pacto por México que firmaron el PAN y el PRD
A López Obrador le tocó revisar con el presidente Donald Trump el Tratado de Comercio Libre para, luego de un gato revolcado, presentarlo como T-MEC, con cambios que beneficiaban a Estados Unido. La principal queja estadounidense tenía sus razones: México había sido incapaz de construir un sector industrial intermedio y había cedido el espacio para que China y otros países entraran al Tratado por la puerta trasera.
La estrategia de López Obrador que ha continuado la presidenta Sheinbaum Pardo se sintetiza en aprovechar las facilidades arancelarias bajas para incrementar las exportaciones mexicanas de productos con cada vez menor componente nacional y evitar revisiones con base en castigos arancelarios. Estados Unidos, con Trump, quiere reconcentrar la capacidad productiva nuevamente dentro del territorio estadounidense y para ello usar los aranceles, una decisión y un instrumento que en términos sencillos destruye la viabilidad del tratado comercial trilateral.
Más ducho en las negociaciones y sobre todo más abusivo en el planteamiento de sus prioridades, Trump no quiere dejarle a México su papel de puerta trasera de China –sobre todo– y exige regresar a territorio estadounidense a las plantas que se salieron básicamente por salarios altos dentro de Estados Unidos y bajos en México. El saldo se observa en el déficit presupuestal que afecta a Estados Unidos y beneficia a México.
Pero Trump ha sabido usar con audacia, imprudencia y agresividad el instrumento arancelario para obligar a México a tomar decisiones severas contra el narcotráfico, a sellar la frontera para prácticamente terminar con el tráfico de migrantes ilegales que operan nada menos que los cárteles del narco, a aceptar de manera inevitable a los migrantes ilegales mexicanos que están siendo regresados por incumplir las leyes e inclusive por usar documentos falsificados y sobre todo fijar una línea de frontera roja que impida que China y Rusia usen México del trampolín geopolítico.
Toda esta agenda se discutirá en una hora allá en las Montañas Rocosas de Canadá, en un encuentro formal pero informal entre los dos presidentes.
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Política para dummies: la política no sirve cuando no quieren que sirva.
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