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El editorial del periódico El País de España del viernes 13 de septiembre fue un ejemplo de la politización de conflictos internacionales y un caso más de la incomprensión periodística a problemas más complejos. El diario deja la conclusión de que Trump tiene atado a México a la política migratoria restrictiva.
Sin embargo, el problema es mucho más complejo. Y el diario español debería ser el primero en entenderlo: a lo largo del 2019 España mostró al mundo que tiene un muro en Melilla que contiene el cruce ilegal de personas procedentes de Africa, que los ilegales han cruzado con violencia y agredido con gases y armas punzocortantes a guardias y que los migrantes en el interior de España terminan como manteros o vendedores ambulantes en las calles con productos exhibidos en mantas que pueden recoger rápido cuando llega la policía.
Todas las críticas a la relación migratoria México-EE. UU. son ciertas, acertadas e inobjetables…, aunque incompletas. El furor anti Trump ha obnubilado la capacidad de análisis de periodistas y observadores y no han profundizado las razones raciales de Trump que en todo caso alimentarían su supremacismo blanco, pero que también tienen que ver con la caracterización del Estado y la sociedad estadunidense como instancias de seguridad nacional.
Los EE. UU. han deslumbrado por ser faro de libertad, aunque sea el único imperio radical en funcionamiento que ha aplastado la libertad en decenas de países; se han dado a desear por el confort de su nivel de vida, pero sostenido por la explotación de otros pueblos, sociedades y economías; y quieren demostrar la facilidad con la cual se puede llegar a ser rico, pero sin reconocer que el motor del bienestar es la codicia y la explotación. En este sentido, los EE. UU. son un imperio en el exterior y un imperio en el interior.
Trump anhela construir un muro de contención en la frontera con México, diríase que similar a la valla de Melilla en España, para filtrar el ingreso de migrantes; y Trump ha cerrado la frontera con México para obligar a los solicitantes de asilo a cumplir las reglas migratorias establecidas, igual que lo ha hecho España. Y los migrantes que quieren ser gringuitos han cruzado la frontera corriendo y atacando a policías estadunidenses, de la misma forma que en este año cuando menos en tres ocasiones hubo cruce violento de la valla y atacaron a guardias civiles con armas y hasta desechos humanos como instrumento de agresión. Tanto Trump como España quieren que los migrantes cumplan con las reglas de seguridad establecidas.
La diferencia entre España y México radica en que México tiene una política histórica de asilo basada en las puertas abiertas, en tanto que España tiene una estrategia migratoria tradicional basada en el filtro legal. En efecto, el gobierno mexicano se equivocó al azuzar el ingreso de migrantes centroamericanos rumbo a los EE. UU. porque fabricó una crisis previsible: Washington nunca aprobaría abrir las fronteras sin controles, si entendemos que el Estado y la sociedad son instituciones de seguridad nacional de un imperio que se sostiene por la explotación de los otros y que los otros cada vez se rebelan más contra el explotador.
El último mensaje estadunidense fue muy claro: la Corte Suprema respaldó la política migratoria de Trump de restringir el ingreso de migrantes. Y ahora México no sabe qué hacer con más de 200 mil migrantes que se estacionaron en el país por las promesas del gobierno de López Obrador de darles legalidad, ciudadanía, empleo, seguridad social y bienestar, pero en un país con 80% de marginación, 20% de personas en pobreza extrema, 57% de la fuerza laboral operando en la informalidad, una presión migratoria hacia los EE. UU. del 10% de la población en el último decenio, un PIB promedio anual de 2% en los últimos 35 años y un aumento de un millón de nuevos trabajadores que cada año se incorporan por primera vez a la población económicamente activa y apenas un tercio encuentra empleo en el sector formal.
La crisis migratoria EE. UU.-México es un asunto de seguridad nacional, no de humanismo o de generosidad. México prefirió ayudar a los centroamericanos a llegar a la frontera con los EE. UU. para despresurizar su crisis migratoria en su frontera con Centroamérica. Pero le falló la estrategia, los EE. UU. cerraron con candado sus puertas y México se quedó con centroamericanos que no quieren estar en México porque la crisis social y de violencia es igual que en sus países, con datos que revelan que algunos de los asilados han creado ya bandas delictivas que aumentaron la inseguridad mexicana.
El sentimiento anti Trump ha impedido un análisis estratégico de la crisis migratoria en la frontera con México. Trump es merecedor de todos los insultos que le digan, pero el enfoque estratégico es imperial, anti terrorista y de seguridad nacional de un sistema social estadunidense que se basa justamente en la explotación de los otros, en la invasión militar a otras naciones y en la explotación de todos los demás países. Trump ganó en el 2016 porqué su propuesta racial supremacista fue compartida por la mayoría de los estadunidenses y en el 2020, en la urna, podría repetirse el fenómeno de pánico migratorio a la invasión de cuentos de miles de migrantes pobres provenientes de otros países para compartir una riqueza ya distribuida y con demandantes estadunidenses en los primeros lugares de espera a ingresar a ese paraíso.
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@carlosramirezh