El fin del INE o la reforma que se asoma
El modelo político de asignación final de la candidatura presidencial del Frente Amplio opositor para 2024 estaría viéndose en dos escenarios: el ideal del simbolismo en el imaginario colectivo de las redes con tendencias anímicas y el real del padrón electoral de la organización de votantes que no está representado en el método de recolección de firmas.
Cada precandidato del PRIANREDE está obligado a presentar, mínimo, 150,000 firmas sólo como boleto de entrada y los firmantes no se convertirían en los electores finales del candidato, pero se trataría de una elección indirecta: electores nombran a electores seleccionados y éstos votan por el candidato. Este mecanismo funcionó en la segunda mitad del siglo de XIX para elegir al presidente de la República: en promedio, 15,000 electores votaban por el jefe del Ejecutivo, luego de que en la primera mitad del siglo las diputaciones provinciales presentaban ternas a la Cámara federal para decidir al titular del cargo.
El primer problema que nunca se va a saber es el de la validación de las firmas. En 2018, el INE supervisó la revisión estricta de que los candidatos independientes presentaran firmas válidas y se encontraron con millones de firmas falsas o irregulares. La supervisión, en teoría, de casi dos millones de firmas por trece aspirantes requeriría de tiempo y equipo que no se tiene, por lo que nadie se dará cuenta la infiltración fotocopias, nombres y firmas presentadas, sobre todo con la experiencia que tienen el PRI, el PRD y también el PAN en el uso de votantes falsos en la selección.
Pero una vez que nadie impugne la presentación de firmas, el punto más importante radica en que esas firmas no tienen una representatividad plural de sectores, clases y sociedades, sino sólo, también en teoría, de 17 estados, el 53% de la República. Por ejemplo, la candidata independiente Xóchitl Gálvez Ruiz está recopilando de manera mayoritaria firmas sólo en el sector de la clase media alta en zonas urbanas y nada más entre la comunidad social específicamente antilopezobradorista, sin duda la de mayor capacidad actual de movilidad en protestas en las redes.
Estos datos contrastan con la tendencia de votos que están presentando empresas encuestadoras con reconocida seriedad y en las que los resultados siguen manteniendo una preferencia mayoritaria de más del 50% a favor del bloque político Morena-Verde-PT, lo que estaría reflejando que en la comunidad mayoritaria votante estaría aprobando el modelo asistencialista del presidente López Obrador.
Del lado contrario, el imaginario colectivo ha inflado las expectativas reales, a pie de urna, que podría tener el Frente Amplio opositor, sobre todo por la incapacidad organizativa de las clases medias y altas movilizadas contra el lopezobradorismo y la red de intereses oscuros que está fracturando cada uno de los tres partidos participantes y confrontando a los tres entre sí.
Y queda como punto central el hecho de que la oposición estaría designando a un candidato que representara los intereses de los dos bloques dominantes: los partidos y las élites no partidistas; es decir, el bloque opositor no parece estar dispuesto hasta hoy a nombrar a un candidato o candidata que se represente por sí o que esté actuando en nombre del enfoque de ciudadanos que nada tienen que ver con los proyectos corporativos de los partidos y de los grupos sociales de la derecha empresarial.
La candidatura opositora saldrá de estudios de opinión y sondeos que podrían no reflejarán las simpatías de las firmas presentadas y ahí, en la configuración del sondeo, podría definirse la candidatura por simpatías, por proyectos o por dominio partidista.
La sociedad de las redes es mucho menor a la sociedad a nivel de tierra.
Política para dummies: la política se decide en las élites del poder.
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