Abanico/Ivette Estrada
Dime cómo gastas y te diré quien eres
El dinero, la manera como lo gestionamos y empleamos podría ser más complejo de lo que asumimos.
¿Te atreves a explorar la contabilidad mental, es decir cómo categorizamos nuestro dinero y cómo da forma a nuestro comportamiento?
La representación mental y la categorización de los gastos son cruciales para nuestros enfoques presupuestarios. Las decisiones se guían por un conjunto ampliamente compartido de categorías de gasto. Así, mientras que los expertos en finanzas personales a menudo asumen como «cubos» los gastos, la contabilidad mental los concibe como un árbol, con diferentes categorías conectadas por varias ramas.
Estas categorías y relaciones pueden llevar a las personas a tomar algunas decisiones peculiares de gasto y ahorro. Aunque pueden ser intrascendentes por sí solas, con el tiempo determinan la buena o mala gestión financiera.
El concepto de contabilidad mental se remonta a varias décadas. En 1985, Richard H. Thaler, un premio Nobel, descubrió que las personas a menudo clasifican el dinero sobre la base de categorías como comida, regalos o entretenimiento, aunque esto «viola el principio de fungibilidad».
La fungibilidad es un principio económico que dice que el dinero es dinero, sin importar cómo lo adquieras o dónde lo gastes. Sostiene que si gasta más de 100 pesos en la cena, puedes compensarlo al ahorra esa cantidad en gasolina, por ejemplo. Pero tendemos a no tratar el dinero como fungible y, en cambio, consideramos factores como qué tipo de artículos compramos y cómo adquirimos el dinero: trabajo, reembolso, ganancias…
Los consumidores tienden a pensar en categorías, por ejemplo, asignar una cierta cantidad para un fondo de entretenimiento y otra cantidad para un fondo familiar, a pesar de que el dinero es fungible.
Hay tanta información en el mundo que las personas están limitadas en su motivación y sus habilidades para procesarla todo simultáneamente. Como resultado, dividimos el mundo en categorías, y esto nos ayuda a organizar y planificar nuestros gastos diarios.
Así, más del 90 por ciento de los consumidores que crean presupuestos familiares realizan un seguimiento de sus gastos dentro de las llamadas categorías presupuestarias, como alimentos, ropa, gasolina, entretenimiento y facturas.
Entre más específicas sean las categorías más control se tiene en los gastos y se pueden diversificar mejor.
Las conexiones opacas en la mente de los consumidores son las que impulsan las compras. Y el solo hecho de saber cómo agrupamos naturalmente los elementos puede ayudarnos a mejorar nuestras habilidades presupuestarias y reconocer la tendencia a derrochar.