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Indicador político
Respuestas
¿De dónde emerge el feliz grito de serindipia?, ¿dónde hallamos el eureka que abre posibilidades y nos da certezas? Parece fruto del azar. A veces cavilas días y noches, cuando se deja de lado de repente ofrece una arista que nos redescubre y ofrece respuestas. Otras veces surge del silencio más denso, de elucubraciones sin sentidos, de un obstinado por qué.
Nítidas, sin ambages, Así emergen las respuestas. Son contundentes, sencillas. No requieren explicaciones: proyectan una luz que no admite sombras. A veces se trata de una respuesta dura, fría, que pulveriza romanticismos. Hay respuestas que hieren y nos enfrentan a nuestra propia vacuidad o una autocompasiva vulnerabilidad.
¿Querías respuestas? Ahí están, cadáveres fuera del clóset, el esperpento de las propias dubitaciones y autoconcepto sin disfraces. El por qué te orilla a nuevas develaciones de tus propias expectativas y el escenario cómodo ahora te ahoga.
Tal vez con un poco de honestidad reconozcas que esa respuesta siempre estuvo ahí, para cualquiera que quisiera mirarla. Tiene el color sepia de lo consuetudinario, está ajada del paso metódico de los días, posee la languidez de una telaraña o un trapo. Pero asusta. Ahora sorpresivamente se convierte en el centro de vida, de los dolores y angustiosos miedos. Es el por qué por el que clamábamos. Es lo que no quisiste ver.
Esas son las respuestas absurdamente reales y lógicas. Las que vacían cualquier rastro de conmiseración y asombro, las que nos resistimos a aceptar para preservar un hilo de amor propio e incluso dignidad.
Pero hay otras. Otras respuestas que aparecen de tajo y que poseen un gran pragmatismo, una lógica que habla por si sola.
Parecen moverse por si mismas, como una suerte de intuición que cobra vida propia y evade lo políticamente correcto o aceptable. Se filtran con gran determinación, lejos de preámbulos o estigmas. Se presentan sin convencionalismos o narrativas que las avalen. Simplemente son. Así, con desparpajo, sin importarles si las señalan o suben las cejas al mirarlas. Son.
A veces causan sorpresa. La mayoría de las veces uno las acepta con una sonrisa cómplice: Así tenían que ser. Así son.
Pero sin importar su dimensión o color, las respuestas aparecen. No existe nada que cuestiones sin que emerja una razón. No hay acertijo ajeno a cada una de las partes de su estructura, no existe interrogante que hable a la nada. Siempre surgirá la respuesta a grandes interrogantes y también a aquellas superfluas y diminutas.
Ahora, una vez que encuentras la respuesta no puedes ignorarla. Debes trabajar con ella. La ruta está dada.