Opinión/José Luis Camacho Acevedo
París vuelve a ser escenario del horror provocado por la ira fundamentalista; por el terrorismo derivado del fanatismo religioso.
Los atentados de París significan el momento más trágico de Francia después de la Segunda Guerra Mundial.
Era algo que se veía venir desde hace un mes cuando el presidente de François Hollande anunció incursiones en el territorio sirio dominado por el Estado Islámico (EI) y planteó la posibilidad de otro 11S.
Esta masacre del 13N fue más grave que el ataque a la revista Charlie Hebdo –ocurrido hace diez meses– por el número de víctimas contado hasta ahora, y por haber sido ejecutado de manera coordinada y sorprendente por células terroristas, no por los lobos solitarios.
Tras el ataque al semanario satírico los órganos de inteligencia reconocieron la presencia de casi cinco mil activistas bajo sospecha de vínculos con terroristas; aquel temor quedó confirmado.
La esencia de los atentados ha colocado a la sociedad francesa, a Europa y al mundo capitalista, en completo estado de shock y conmoción.
Los tragedia de París se apoderó de la décima cumbre del G20 desde el primer minuto en que los líderes de los países ricos y emergentes recordaron en silencio a los 132 muertos y más de 350 heridos. La cumbre económica de Antalya (Turquía) se transformó en apresurado debate sobre cómo elevar los controles en fronteras, puertos y aeropuertos para neutralizar las amenazas terroristas. En el frente militar, EE UU va con todo en apoyo del aliado herido.
Consecuencia de los ataques en París será la prohibición del ingreso de nuevos refugiados procedentes de la zona de conflicto en Siria e Irak ante el temor de una mayor infiltración de terroristas.
Viene también un tsunami de islamofobia.
Mientras Francia intensifica la búsqueda de los terroristas huidos tras la masacre, ocurren las primeras represalias militares contra la ciudad siria de Raqa, autoproclamada capital de los yihadistas…
Francia entró en guerra contra terrorismo y la violencia derivados del odio y disparados por el miedo.
EL MONJE LOCO: Fanático es quien considera que su creencia no es simplemente su derecho, sino la obligación de imponerlo a los demás. El fanático obliga a vivir a todos como el quiere, o a morir como el dice. “El fanatismo es más viejo que el Islam, el cristianismo, o el judaísmo, es mas viejo que cualquier Estado, Gobierno o sistema político, más viejo que cualquier ideología o credo del mundo; es un componente siempre presente en la naturaleza humana, un gen del mal; no es privativo de una sola religión”, escribe el filósofo Amos Oz.