
Libros de ayer y hoy
El gobierno de Ángel Aguirre no ve la suya. Devastado por la tragedia de Iguala, despreciado por la opinión pública, sobajado por el gobierno federal, ahora enfrenta otro escándalo absurdo, tal vez menor, pero de alcances mayores, el cual agrega más peso al lastre que el mandatario guerrerense carga a duras penas.
El domingo por la tarde, un policía ministerial falleció tras enfrentar a una banda de secuestradores en la ciudad de Chilpancingo. Acto seguido, la fiscalía guerrerense ordenó el despliegue de un operativo de seguridad para evitar la salida de los criminales de la capital del estado.
Poco antes de las nueve de la noche, el Grupo Antisecuestros detectó una camioneta sospechosa, en la salida norte de la ciudad; los policías ministeriales hicieron el alto al vehículo –tipo Van– en el cual viajaban seis mexicanos, dos franceses y dos alemanes; el conductor de la camioneta ignoró la orden; en respuesta, los agentes abrieron fuego hiriendo a uno de los ocupantes; el vehículo muestra seis impactos de bala en el costado derecho, y uno de frente.
Los pasajeros no eran secuestradores, ni narcos ni ladrones… nada parecido a una célula del crimen organizado. Se trataba de estudiantes del Tecnológico de Monterrey quienes regresaban de Acapulco. El herido es Kim Fritz Frant Kaiser, un estudiante alemán, de 25 años de edad, cuyo estado se reporta estable; las autoridades consulares de su país fueron avisadas de inmediato.
Comparado con las muertes y desapariciones de los normalistas Iguala cualquier hecho palidece, pero una vez más coloca en el ojo del huracán a las corporaciones policiacas estatales.
Esos agentes ministeriales y antisecuestros tenían razón para colocar retenes. Puede entenderse la adrenalina del momento, el estado de alerta y la tensión prevaleciente; parece natural que ante una mínima sospecha, los policías hagan uso de la fuerza.
Por otro lado, ¿quién puede culpar al chofer y a los ocupantes de la camioneta de haber ignorado la orden policiaca?
Con las cosas como están, con la evidencia de policías infiltradas por el narco, con la desconfianza a todo volumen, con antecedentes como el de diciembre de 2011, cuando ministeriales balearon a normalistas, y desde luego el ambiente enrarecido por la barbarie y la falta de certeza en torno a los hechos del 26 de septiembre, parar en un retén policiaco no parece buena idea.
¿Usted qué hubiera hecho si al caer la noche un grupo de policías guerrerenses le marca el alto?; ¿qué tal si no son policías o si se trata agentes coludidos con el crimen?; ¿cómo saber si el retén es genuino o se trata de una trampa?; ¿y si los policías son en realidad secuestradores o ambas cosas?
¿Quién puede cuestionar a conductor quien decide huir por miedo a sucumbir?
Sus opciones eran dos: o se la jugaba siguiendo de largo, provocando una persecución y una balacera –como de hecho ocurrió–, o se arriesgaba a detener la marcha, quedando en manos de un grupo de supuestos policías, a expensas de un posible abuso de autoridad, o en el peor de los casos de una pesadilla de dimensiones mayores.
Ejemplos de policías delincuentes sobran en todo el país, pero en la coyuntura guerrerense la situación resulta aún peor cuando la moral policiaca también quedó sepultada en el fondo de la enorme fosa clandestina de la impunidad cavada por la complicidad…
EL MONJE LOCO: La profunda crisis de Guerrero, tan honda como prolongada, quizá es irremediable.Como si no tuviera suficiente, ahora la desprestigiada policía hunde nuevamente la pezuña en el lodazal… y le incrusta un souvenir de plomo a otro estudiante. ¿Ser estudiante es más peligroso que ser delincuente en aquellas latitudes?. Será el sereno, pero en 2013 Guerrero fue el estado más violento del país con dos mil 87 homicidios y 207 secuestros. El Departamento de Estado, en Washington, reporta que 71 estadunidenses fueron asesinados en 2012, y 81 más en 2013; alerta a sus citizens no viajar a Guerrero, pero si lo hacen, no alejarse más de dos cuadras de La Costera o de las zonas turísticas de Ixtapa-Zihuatanejo. En el caso de los jóvenes tiroteados en Chilpancingo, qué pena con sus visitas, pero quién les manda salir de noche con tanto demonio suelto… diría la abuela rezongona.