El agua, un derecho del pueblo
Los miembros del gabinete saben una regla general:
-El presidente Enrique Peña Nieto no quiere poner primeras piedras, sino inaugurar obras –comenta un secretario de Estado.
Es válida para todos: Enrique Martínez y Martínez en la inversión y desarrollo agropecuario, Claudia Ruiz Massieu en turismo, Gerardo Ruiz Esparza en comunicaciones y transportes, y así sucesivamente.
Ellos inician las obras, supervisan, las terminan y hasta entonces tienen la garantía de la presencia presidencial.
Es una determinación de muchas aristas.
En primer lugar, coinciden colaboradores cercanos del primer mandatario, manifiesta confianza del jefe del Ejecutivo en la mayoría de ellos y autonomía para elaborar y desarrollar sus proyectos.
Pero también les representa mayor responsabilidad.
Si fallan, si no cumplen en calidad y tiempo la instrucción presidencial, serán superiores los riesgos de reproches, enojos y hasta de despidos.
Porque, ya se vio en Baja California Sur tras los desastres de Odile, basta una gira para dar órdenes terminantes como, sirva el ejemplo escogido, reconstruir los servicios públicos con una celeridad poco vista.
No hay excepciones, les ha advertido.
ESTANCAMIENTO EN TELECOMUNICACIONES
México está mal en telecomunicaciones, nos decía el discurso oficial, pero no sabíamos cuánto.
Un diagnóstico de la empresa Millward Brown Vermeer, presentado ayer pos sus directivos Fernando Alvarez Kuri y Eduardo Sastré, convencería hasta a los escépticos sobre la conveniencia de las reformas recién impulsadas por el gobierno y las fuerzas políticas.
La telefonía fija, dice el documento, se encuentra en los mismos niveles de 2008.
No ha crecido.
La encuesta, sustentada con cientos de entrevistas y comparaciones internacionales, refleja a 70 por ciento de los usuarios de telefonía “atrapados” por las pocas opciones disponibles en el país.
El parangón es ilustrativo: mientras en Estados Unidos hay un centenar de empresas para competir por el mercado y enamorar al cliente, en México sólo hay 13 firmas y ocho de ellas utilizan la red de un solo proveedor.
Naturalmente este hecho lleva a una concentración de usuarios: la empresa dominante en la telefonía mexicana detenta a 66 por ciento de los suscriptores, algo no visto en ningún otro país.
Por efecto natural se da el abuso: el mexicano destina en promedio 35 por ciento del salario mínimo a telecomunicaciones, por sólo uno por ciento de Francia y siete de España y Brasil.
Por familia el impacto económico es mayor: mientras en Brasil en 2012 un hogar destinó 446 dólares a telecomunicaciones, en México la cifra casi se duplicó: 446 dólares.
CONSUMIDORES IGNORANTES Y A MERCED
En el panorama presentado por Millward Brown Verneer los usuarios tienen mucha culpa.
Una cifra elocuente: 80 por ciento no sabe qué paga con su factura.
Esto genera protestas y es aquí donde cabe esperar mayores acciones de las autoridades, de manera sobresaliente el Instituto Federal de Telecomunicaciones (Ifetel) de Gabriel Oswaldo Contreras y la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) de Lorena Martínez.
La investigación recupera una cifra gubernamental: 23 por ciento de las quejas presentadas ante Profeco son por los malos servicios de telecomunicaciones.
Y otra: cuatro de cada diez suscriptores no siente que haya quién los respalde en la infinidad de problemas causados por los proveedores.
La insatisfacción abarca a prácticamente todos los empresarios del sector: 34 por ciento no está conforme con el servicio de telefonía fija, 23 con el teléfono móvil, 27 con internet y 29 con la televisión de paga.
Todas las autoridades pueden aprovechar la confianza despertada en la población hacia la reforma de telecomunicaciones, aunque solamente recuerda tres beneficios: acceso gratuito a internet, eliminación de cobros por larga distancia y reducción de tarifas de telefonía celular.
Frutos de la publicidad.