Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
REFOMA POLITICA DEL DF, EN DIAS PARA NACER O NO NACER Y QUEDAR PENDIENTE
Por José Jiménez
Con gran suspenso y expectación, nerviosismo a ratos, de quien se pretende como padre, con dolores menores al momento y con contracciones ligeras para el proceso de parto, que lleve a hacer nacer el nuevo estado, llamado ya ciudad de México, y con lo que el hoy Distrito Federal sería una entidad plena de la federación, transcurre la última semana de actividades legislativas.
A un paso, se dice, se encuentra la reforma política del Distrito Federal para cerrarse el proceso de aprobación y concretarse después de años de puras intenciones, por desacuerdos de manejo de poder de fondo que hoy contrastan con el supuesto interés de los partidos políticos nacionales que conviven en la capital del país.
En la discusión se señala que la particularidad que le da diferencia e identidad en el plano nacional es que la ciudad de México es la sede de los Poderes de la Unión pero que no puede seguir funcionando bajo voluntad y el permiso de los “altos mandos políticos nacionales”, así como que a los capitalinos se les debe reconocer que tienen la “mayoría de edad” para tomar sus propias decisiones, con todos sus efectos, tanto en la vida política, gubernamental, como en el terreno económico.
El hecho es que la capital del país, donde se toman decisiones y se dictan las orientaciones nacionales que deben seguir el conjunto de las entidades de la federación, es contradictorio y en una vida republicana, que no sea capaz de caminar por su propia cuenta, ya como estado 32 o como una Ciudad Capital, modalidad rebuscada y también de excepción que se quiere hacer aceptar.
Del alcance de acuerdos de la reforma política resultara el grado de autonomía que se le dé como entidad, las modificaciones que dieron la situación a cambiar es que se le ve como un espacio, un territorio político, por sus características, a dominar o controlar lo más posible, solo que las cosas han cambiado y los ciudadanos del Distrito Federal tienen una cultura política diferenciada, ni a más ni a menos, de las otras entidades del país.
Paradójicamente las posturas y contradicciones son diversas, más en casos en un juego de control político de negación, en el fondo, de lo que antes se demandaba.
Se afirma, genéricamente, es difícil que alguien se oponga a impulsar una reforma para que el Distrito Federal funcione como una entidad autónoma. Tenemos así a Miguel Ángel Mancera, jefe de Gobierno del Distrito Federal, como principal impulsor, lo que contrasta con el hecho de que este es un asunto de discusión de muchos años entre las diferentes fuerzas políticas del país, unas ya desaparecidas, y que siempre se queda parado.
Después de las reformas estructurales, los partidos decidieron retomar los trabajos para concretar la reforma política del Distrito Federal, aunque en la operación política mexicana no se tiene completo tanto el juego como el alcance.