Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
VER
En Chiapas, estamos en plenas campañas electorales de todos los colores, pues el domingo 19 de julio elegiremos presidentes municipales y diputados locales. Hay candidatos que cambian de partido no por ideología, sino por conveniencia coyuntural. Me ha tocado ver y sufrir el exceso de publicidad, el ruido invasor y estresante, la propaganda machacona y repetitiva, como si con mucho volumen se convenciera al ciudadano. Se logra el efecto contrario: hartazgo, indiferencia y rechazo.
Andando en servicios pastorales en las comunidades campesinas e indígenas, observo el dispendio en regalos al electorado, como si con ello se pretendiera comprar y engañar las conciencias, como si el mejor candidato fuera el que obsequia más cosas, aunque sean pequeñas e intrascendentes. Es una ofensa al pueblo sencillo convocarle a mítines con el atractivo de regalos, rifas y conjuntos musicales.
Por lo contrario, en poblaciones originarias se conserva la norma de que la asamblea elige a sus servidores, no a quienes hacen campaña a su propio favor, sino a quienes han demostrado su amor al pueblo, su entrega desinteresada en los diversos cargos que se les han confiado, su capacidad de servicio. A veces deben convencerlos de que acepten, porque ellos se resisten, pues ya saben que, al aceptar un cargo, desgastarán su tiempo, sus recursos y sus energías en favor de la comunidad, la mayoría de las veces en forma gratuita. Esta es otra clase de política, la buena, la que es actitud de servicio, no campaña transitoria e interesada.
PENSAR
El Papa Francisco dijo a laicos italianos: “Ante la cultura de la ilegalidad, de la corrupción y del enfrentamiento, estáis llamados a dedicaros al bien común, también mediante el servicio a la gente que se identifica con la política. Si los cristianos se eximieran del compromiso directo en la política, sería traicionar la misión de los fieles laicos, llamados a ser sal y luz en el mundo, incluso a través de esta modalidad de presencia.
Se escucha: ‘Debemos fundar un partido católico’. Este no es el camino. La Iglesia es la comunidad de los cristianos que adora al Padre, va por el camino del Hijo y recibe el don del Espíritu Santo. No es un partido político. Pero ¿puede un católico hacer política? Debe. ¿Puede un católico comprometerse en la política? Debe. El beato Pablo VI dijo que la política es una de las formas más altas de la caridad, porque busca el bien común. Es un martirio cotidiano: buscar el bien común sin dejarse corromper, pensando los caminos más útiles para ello. Buscar el bien común trabajando en las pequeñas cosas, pequeñísimas. Hacer política es importante: la pequeña política y la gran política. En la Iglesia hay muchos católicos que han hecho una política limpia, buena. Se puede llegar a ser santo haciendo política. Hacer política es un martirio: en verdad, un trabajo martirizante, porque es necesario ir todo el día con ese ideal, todos los días con el ideal de construir el bien común. Y también llevar la cruz de numerosos fracasos, y también llevar la cruz de tantos pecados. Porque en el mundo es difícil hacer el bien en medio de la sociedad, sin ensuciarse un poco las manos o el corazón; pero por esto ve a pedir perdón, pide perdón y sigue haciéndolo. Pero que esto no te descorazone. Sigue adelante. Pide al Señor que te ayude a no pecar, pero si te ensucias las manos, pide perdón y sigue adelante. Y luchar por una sociedad más justa y solidaria” (30-IV-2015).
Los obispos y sacerdotes no pretendemos regir la política partidista; esa no es nuestra misión, como dijo el Papa a los obispos de Benín: “Atención a no entrar directamente en el juego político ni en las disputas de partido. La gestión de los asuntos públicos corresponde a los laicos, mientras que vosotros tenéis el deber importante de formar y animar constantemente” (27-IV-2015). Y en otra ocasión: “La Iglesia, por razón de su misión, no está ligada a sistema político alguno, para poder ser siempre signo y salvaguardia del carácter trascendente de la persona humana» (9-VI-2015).