La suerte de Cuitláhuac, el indeseable
Petróleos Mexicanos ya no será como todos la conocemos. La noche del domingo, senadores priistas, panistas y verdes concretaron una de las partes más polémicas de la reforma energética.
Pemex, y la CFE, dejarán de ser “paraestatales” y se convertirán en empresas productivas del Estado. Seguirán perteneciendo a la nación, desde luego, pero su administración será autónoma e independiente.
La petrolera dejará de estar bajo el yugo de las Secretarías de Hacienda y Energía; habrá de “generar valor económico y rentabilidad” con decisiones tomadas desde una estructura administrativa propia.
Se trata sin duda de un cambio sustancial, una revolución encaminada a la competitividad en un juego capitalista, con nuevas reglas construidas sobre la lápida de la Revolución Mexicana.
Pero el cambio no llegará a donde muchos esperaban. De última hora los legisladores decidieron modificar cinco artículos de la nueva ley petrolera para proteger canonjías y privilegios del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana.
El gremio comandado por el senador priista Carlos Romero Deschamps, mantendrá intocable el contrato colectivo de trabajo; los dirigentes seguirán negociando condiciones laborales directamente con el Director General de la empresa y no con el Comité de Recursos Humanos. Los trabajadores, o sus representantes, mantendrán poder de veto en materia de contrataciones. Ellos seguirán decidiendo quien entra y quien sale de la planta laboral. Pemex, además, deberá consultar al gremio sobre la aplicación de medidas para incrementar la productividad y la competitividad.
En pocas palabras, si alguien pretende hacer cambios en los métodos de trabajo de Pemex, primero deberá pedir permiso al “padrino don Carlos”.
En el terreno económico tampoco habrá modificaciones. Los empleados de Pemex no recibirán, como hasta ahora, reparto de utilidades, pero si conservarán bonos, incentivos, gratificaciones y comisiones. La vida seguirá siendo bella para más de 100 mil empleados sindicalizados, quienes gozan de prestaciones como gasolina gratis y reembolso por consumo de gas doméstico.
El esquema de pensiones se queda como está, no importa que los pasivos laborales superen 1.3 billones de pesos, que equivalen al 64 por ciento del total de sus activos, según estudios del Centro de Investigación para el Desarrollo, A.C. (CIDAC).
(http://cidac.org/esp/uploads/1/3Dilemas_FuturoEnergetico16.pdf)
Tampoco importa que la estructura laboral sea pesada e ineficiente. México, según el propio CIDAC, requiere del trabajo de seis empleados para producir el doble de lo que producen dos trabajadores de la noruega Statoil, por ejemplo.
Sin tocar al sindicato, la reforma energética, en lo petrolero, se queda a medias. La política pesó más que los números; los logros del viejo corporativismo superaron por mucho a cualquier discurso renovador.
Carlos Romero Deschamps, demuestra que más sabe el diablo por viejo que por diablo. Pese a su fama de líder “charro”, despilfarrador, ostentoso, antipático, y “dinosaurio”, nadie puede negar su habilidad para jugar con las cartas del sistema; entendió como nadie la lección a Elba Esther Gordillo, y desde la disciplina institucional, mantuvo a su gallo con todas las plumas.
Así va en el nuevo México de los viejos arreglos.