Teléfono rojo/José Ureña
Cuando el 2 de marzo pasado 600 autodefensas tomaron la alcaldía de Apatzingán hubo una rotunda exigencia para devolverla: la destitución del Presidente Municipal, Uriel Chávez Mendoza, acusado de extorsión… y otros 50 delitos.
Desesperado, el edil imploró ayuda al vicario de la Diócesis de Apatzingán… pero los guardias comunitarios habían emitido sentencia: Chávez Mendoza fue señalado cómplice de “Los Templarios”.
Parece venganza… y en el fondo hay mucho de cierto.
Uriel Chávez, desde el principio fue el brazo “legal” de Nazario Moreno; una autoridad la cual ejercía el poder constitucional para someter la voluntad de “todos” a la del temible Chayo, máximo líder del grupo criminal michoacano en la Tierra Caliente
Nadie podía escapar. Ni comerciantes, ni empresarios ni funcionarios. Hasta las amas de casa podían sentir el yugo del “señor de los templarios” y su compinche… compinchísimo.
Tras la muerte de Nazario Moreno –9 de marzo– y la detención –hace una semana– del alcalde Chávez Mendoza, han caído en cascada testimonios del terror sembrado por ambos.
Así lo relata el periodista Benito Jiménez en el diario El Norte: “Quien era llamado ‘al cerro’ estaba sentenciado a pagar por su vida”.
Entre 2009 y 2013, ir “al cerro” se convirtió en sinónimo de terror. Desde ahí, desde el rancho La Fortaleza de Anunnaki, Nazario Moreno era amo de horca y cuchillo.
“Hasta ‘el cerro’ llegaron funcionarios del Palacio de Gobierno de Michoacán, además de legisladores, Presidentes Municipales, regidores, síndicos y colaboradores de los ayuntamientos dentro del Estado; también a mandos de seguridad pública, quienes aportaron a «El Chayo» información sobre las operaciones federales”. En aquel infierno les ordenaban entregar 20 mil pesos mensuales de su sueldo para colaborar con el grupo criminal; no había opción: entregaron peso sobre peso a sabiendas de que ese era el valor de su vida.
Plata o plomo, dicho de golpe.
La extorsión cómplice de Uriel Chávez Mendoza sólo es el comienzo. A partir de ahora, más de un Presidente Municipal de Tierra Caliente debe temblar por el peso de culpas semejantes. José Manuel Mireles, vocero de los Autodefensas, asegura que los comunitarios guardan una larga lista de funcionarios “colaboradores” con el crimen.
El caso Apatzingán sólo es la punta de la madeja.
No sólo apuntamos la colusión entre autoridades y delincuentes. No. Lo ocurrido en Michoacán es la gravedad provocada por el desplazamiento del estado y la imposición del poder a sangre y fuego.
“Los Templarios” no solo sometían, designaban, elegían y controlaban las instituciones en su territorio sino utilizaban a la autoridad de parapeto, y convertían los procesos constitucionales y la democracia en fantasías.
El Presidente de la República ha garantizado la paz “cueste lo que cueste”; el Comisionado Federal, Alfredo Castillo Cervantes promete limpiar Michoacán “caiga quien caiga”… urge lograrlo; pero también vale cuestionar: ¿después, quién y cómo se hará cargo de ordenar el caos?; ¿cómo y a cuál precio se van a reconstruir las instituciones quebradas?; ¿cuándo Michoacán dejará de ser un estado de emergencia?…