Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
Dice Eruviel Ávila que la violencia en el Estado de México se debe al efecto cucaracha derivado del operativo federal en Michoacán. De ser cierto –y no digo que lo sea– estamos metidos en un círculo vicioso.
–¿La cura michoacana provoca el contagio mexiquense?
Si funciona el operativo federal de seguridad –anunciado el lunes– los gobernadores de Guerrero, Hidalgo, Puebla y Querétaro, y el Jefe de Gobierno del Distrito Federal, deberían ponerse a temblar; hablar de blindajes huele a quimera… y el “Escudo Centro”, a queso gruyere.
Está demostrado que si se golpea al crimen en una zona determinada, las bandas delictivas salen corriendo –como cucarachas–, sin embargo, las autoridades de los territorios a donde llegan “los malos” no suelen estar preparadas para recibirlos “como se merecen”… carecen de previsión, preparación y recursos humanos y económicos suficientes, lo cual obliga a la federación a “entrarle” para hacerse cargo mediante estrategias integrales de emergencia.
Mientras, para los gobiernos estatales las crisis de inseguridad suelen desembocar en soluciones doblemente positivas.
Por una parte, aprovechan la intervención federal para eludir responsabilidades propias… cuando entran en acción el Ejército, la Marina y la Policía Federal, la carga de culpas y resultados recae justamente en “el centro”.
Por ejemplo, ¿qué se le puede exigir al gobierno michoacano, con corporaciones desmanteladas y funciones limitadas, arrinconado y acartonado ante el arribo de un gobierno paralelo enviado desde Los Pinos?
En casos como ese, la soberanía estatal no es tema relevante sino asunto jubilado.
Por otra parte, los estados damnificados por el crimen reciben el beneficio de recursos económicos extraordinarios sobre los cuales nadie los obliga a rendir cuentas claras.
En Guerrero –por ejemplo– el apoyo federal para el combate a la violencia va disfrazado en los 68 mil millones anunciados hace una semana para el rescate de la entidad tras los desastres naturales ocurridos el año pasado. Parte de esos recursos serán ejercidos por la Federación, sí, pero a la larga, las autoridades locales terminarán por “meterán mano”… y con uñas largas; nada garantiza lo contrario. Algo semejante ocurre y ocurrirá en Michoacán con los recursos destinados a la urgente reconstrucción el tejido social desgarrado por la violencia.
Papá gobierno (federal) debe salir una y otra vez al rescate de sus hijos desvalidos, resolver errores, solapar negligencias, cubrir incapacidades… y por si fuera poco, aportar mucha “lana” para atender problemas generados localmente.
A cambio, los gobiernos estales se desentienden de sus líos y cómodamente resbalan sus responsabilidades… pero eso sí, reciben gustosos los pesos y centavos asignados de forma extraordinaria. Al final los beneficiarios ganan de todas, todas. Se deslindan del control de la violencia y asignan las partidas económicas a discreción, pues al fin y al cabo nadie exige resultados a los “virreyes”… menos los Congresos locales constituidos “a modo”, solapados por un federalismo desbocado, apabullante, incontinente y convenenciero… resistente a desaparecer.