Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
Secuelas penales de la barbarie ocurrida al final del “clásico tapatío” del sábado pasado: 51 lesionados, 30 civiles y 21 policías –8 graves–; 19 detenidos sin derecho a fianza, de los cuales ocho podrían ir 20 años a prisión… y buscan a 15 más, por lo menos.
Secuelas futboleras: el Club Atlas, multado con 336 mil 450 pesos –5 mil días de minisario– y otros 2 millones 284 mil 755 por sobrecupo; veto de un partido al Estadio Jalisco y prohibición de vender boletos a las “porras” de Chivas… Las sanciones “ejemplares” de la Liga MX en realidad quedan cortas –reconoce Decio de Maria– a juzgar por la magnitud de la batalla ocurrida en la cabecera sur de la tribuna del Jalisco… ni siquiera sirven para taparle el ojo a la vergüenza; menos para lavarse bien las manos.
En el fondo son reacciones de bote pronto para tratar de extinguir las llamas del incendio; sanciones para calmar los ánimos de la fiera opinión pública… ¿en tanto ocurre otra tragedia?
Avisos como el del sábado ha habido varios. Hechos violentos han ocurrido en otros campos deportivos convertidos en campos de batalla.
La noche del sábado –una vez más– quedó al desnudo la estupidez de la masa incontrolable transformada en bomba de tiempo a la espera de una chispa para estallar. Poco importa el resultado en la cancha cuando en la tribuna ganan la impunidad, la ira desbordada al cobijo del anonimato cobarde… y la certeza de la barbarie sin consecuencias.
Lo ocurrido en el Estadio Jalisco fue el rugido de un monstruo hambriento alimentado con despojos por directivas y autoridades. Son “esos” quienes solapan todo, con tal de mostrar las gradas atiborradas de gente.
Desde las oficinas de los clubes –dizque deportivos– sale el dinero para financiar a “barras” fanáticas como El Ritual del Kaos, La Masakre, La Perra Brava, La Rebel, La Legión Dragón, La Tito Tepito, La sangre Azul, Los de Arriba, La Legión 1908… nombres reveladores de la intención rijosa que las anima.
Las autoridades municipales –en este caso de Guadalajara– tampoco pueden deslindarse. Son quienes controlan el acceso a los inmuebles, establecen retenes, restringen la venta del alcohol –afuera de los estadios–… y supuestamente revisan a todos y cada uno de los asistentes. Digo supuestamente, porque esta vez hubo 36 bengalas y pólvora porque “alguien” las dejó pasar por la escalera 15 del estadio. “Sí hubo fallas en el operativo”, reconoce el fiscal General, Luis Carlos Nájera.
La trifulca también revela el escaso valor que los responsables del espectáculo otorgan a los guardianes del orden. Total, golpear a un policía hasta llevarlo al borde de la muerte importa poco, con tal de no obligar a la Liga MX a pagar a sus propia seguridad en los estadios.
Pero no se escandalice, total, los policías golpeados son los mismos discriminados y despreciados en las calles de cualquier ciudad; los mismos quienes reciben mentadas y humillaciones a cambio de un salario infame.
En el fondo de lo ocurrido el sábado puede haber muchas explicaciones: desempleo, frustración, furia, odio criminal y descomposición social… pero eso es materia de sociólogos.
Por lo pronto, a la “claque” futbolera y a las autoridades omisas les toca apartarse de la hipocresía, abandonar la simulación y dejar de amamantar a los engendros que amenazan el espectáculo futbolero. ¿O será que sólo importa el negocio de la Selección Nacional… y lo demás vale madres?
–¿Por cierto, como terminó el partido?
–Terminó en penales… y derrota total.