Libros de ayer y hoy
No tiene otras salidas que replantear su guerra o pactar con sus enemigos, pero Calderón no se da cuenta de la situación por la que atraviesa y, como en diciembre de 2006, persiste en las maniobras de diversión…
ÍNDICE POLÍTICO
FRANCISCO RODRÍGUEZ.
Felipe Calderón está copado. La intensa actividad desplegada en su contra durante los más recientes días, tanto en los frentes interno como externo, muestran acorralado en sus estrategias al ocupante de Los Pinos.
Ante la emergencia, su principal comandante, Genaro García Luna, ordena medidas desesperadas que en realidad sólo son maniobras de distracción, cual el uso de su cañón Grand Berta Wallace contra una creciente línea Maginot armada de explosivos carteles que reclaman seguridad, no más jóvenes asesinados, no más sangre derramada, ética a los delincuentes y sobre todo a quienes dicen combatirlos
O la aparición casi casi espontánea de fosas con decenas de cadáveres que –¡uf, de la que se salvaron!– por fortuna son de mexicanos y no de centro o sudamericanos porque no tienen tatuajes, cual con gran alivio boletinaron los lerdos ocupantes de la Secretaría de Gobernación y de la PGR de este al parecer interminable calderonato.
Bíblico, distractor, el ocupante de las oficinas de Seguridad Pública Federal, advierte siete años de más vacas flacas, mientras él engorda el cochinito. Distrae. Pero no divierte.
Y vea usted que puede que hasta el propio Calderón haya tenido razón cuando se negaba a ascender, de cabo a sosteniente, al no menos lerdo dirigente formal en turno de Acción Nacional, Gustavito Madero, y ni modo se lo impusiera su propia esposa, la señora Zavala. Porque ante los banqueros que manejan números y nuestras vidas–, va este otro espécimen chihuahuense a apantallarlos con cifras. Que ya son 102 mil, casi 103 mil los muertos que durante los primeros nueve años del panato ha dejado como saldo el uso ilegítimo y legítimo de la fuerza del Estado. ¡Ah, pero que en el príato fueron más!
Acorralado, al grado de usar a tan prestigiada dama cual sin duda es la señora Wallace. Contando y exhumando cadáveres. Así muestran a Calderón sus colaboradores más cercanos, quienes son incapaces ya no sólo de articular otra cosa que no sean maniobras de distracción. Lo peor, muestran impericia e incompetencia, pues no escuchan el estruendoso reclamo social que les demanda inteligencia en su ya casi perdida guerra, lucha o como ellos quieran llamar a esta negra etapa de nuestras existencias.
Todo ello mientras que por aire recibe bombardeos de quienes iluso él– aún cree son sus aliados. Como spring breakers no deseados, llegaron desde Washington a Cancún hace unos días y le echaron montón al pobre Calderón. Que pese a que ellos se equivocaron al creer que con violencia acabaría la violencia –¡qué listos!, ¿no cree usted?– sus fuerzas armadas verde olivo, le dicen al ocupante de Los Pinos, no rinden cuentas ante las cuantiosas denuncias por violación a los derechos humanos que su guerra ha sido tan, pero tan exitosa, que ya ellos están invadidos pues son narcos mexicanos quienes controlan a las pandillas y a la droga en las principales ciudades estadounidenses y también sordos y ciegos por las ráfagas de la metralla y el resplandor de las explosiones que tanto les gustan, lo apapachan diciéndole que va bien, que siga peleando la guerra que ellos deberían estar padeciendo en su propio territorio, que el hecho de que haya violencia es sinónimo de que va ganando la guerra, aunque no lo parezca cual dijera el ahora ya clásico.
Se cierra el círculo en torno a Calderón. Está cercado y él se mantiene en la necedad.
Pide la sociedad el cese de esta criminal política de violencia sin control, sin objetivos claros, sin un fin victorioso que esté cercano y gran lector del tarot social, estupendo en eso de medir la temperatura de una sociedad enardecida, Calderón responde con su proverbial terquedad no nada más que el Ejército se mantendrá en las calles –¡tomen pinches gringos!– hasta que haya 32 policías estatales que sean confiables, también que su estrategia (sic) es la non plus ultra y, por tal, se mantendrá porque –¡pobres pendejos ustedes!– no ha habido nadie que le presente otra mejor a la vigente, a la que él y sólo él tiene en práctica y que
Se cierra el círculo.
Calderón y sus estrategias (sic) están acorralados.
Pero, ¡cuidado!, así es más peligroso.
Como las bestias, pues