El enemigo
ÍNDICE POLÍTICO
FRANCISCO RODRÍGUEZ
MANCERA PERREA IMPUESTOS
La noticia debió acaparar las primeras planas y los teassers de todos los medios de la capital nacional: la catarata de aumentos en tarifas, derechos y servicios públicos que el nuevo gobierno del Distrito Federal impone a sus contribuyentes y que, en prácticamente todos los casos, supera al incremento de 3.9% al salario mínimo de diciembre anterior. Un verdadero asalto en despoblado, sin necesidad de ninguna cacareada reforma fiscal.
En vez de ello, la jauría de perros asesinos ha acaparado titulares y comentarios. ¡Felicidades! ¡Excelente maniobra de distracción!
Una maniobra de distracción que, empero, puede resultar contraproducente a las nuevas autoridades encabezadas por el señor Miguel Ángel Mancera. Ha puesto en el tapete de las discusiones uno de los temas que con mayor claridad y certeza hacen evidente nuestro subdesarrollo: la sobrepoblación de perros sin dueño.
Más de 7 millones de canes, de acuerdo a cifras recientes del médico veterinario Carlos Esquivel Lacroix, jefe del Departamento de Comunicación y Vinculación de la Facultad de Veterinaria de la UNAM, mismos que generan problemas de seguridad como el ataque a las personas y, sobre todo, de salud pública porque, más que la rabia –que al parecer está controlada–, producen enfermedades respiratorias y gastrointestinales por las toneladas diarias de heces fecales que generan al día.
Pero no. No se trata de resolver el problema canino, sino de distraer con él.
Que los contribuyentes del Distrito Federal no se enteren de cómo fue que la Asamblea de Representantes, adicta al jefe de gobierno, decidieron incrementar el costo de vida en una ciudad que está destrozada y que hasta carece de pavimento.
Así que, a pagar más dinero por tener un vehículo. Más dinero por poseer un lugar para residir. Más dinero por casarse y divorciarse. Más dinero para verificar que nuestro vehículo no contamina. Más dinero para
Muy bien. Paguemos más, siempre y cuando los servicios que recibamos a cambio lo ameriten.
Pero
IMPUESTOS SIN DECLARAR
Vivir en la ciudad de México, lo mismo que en prácticamente cualquier otro asentamiento urbano del país desbaratado que nos dejaron los panistas, implica subsidiar al gobierno tanto al federal como al local– en muchas de sus obligaciones. Es dinero con el que contribuimos a nuestra convivencia y por el cual no presentamos ninguna declaración.
Ya lo hemos comentado en otras ocasiones, pero ante la obligación primigenia que los gobiernos tienen de brindarnos seguridad, son miles de familias, millones tal vez, las que subsidian a las fallidas administraciones pagando por un velador o vigilante nocturno o, en los edificios y condominios, hasta un cuerpo de seguridad privada.
Subsidiamos a las fallidas administraciones con el servicio de iluminación nocturna, ese prácticamente inexistente por el que querían cobrarnos los inquilinos del Palacio del Ayuntamiento. Prácticamente no hay familia que no coloque una farola, cuando menos, a la puerta de su casa, con cargo claro– a su propia factura de electricidad.
Y como el agua que la ciudad nos vende cada vez más cara– es de pésima calidad pues nadie en su sano juicio se atrevería a beber la que sale directamente del grifo, entonces compramos botellones y botellitas de agua dizque purificada que resultan más caras que la leche misma.
Usando por necesidad nuestro propio vehículo, también subsidiamos la inexistencia de una red de transporte público limpia y eficiente, contribuyendo así a la degradación ambiental y a los perennes embotellamientos de automotores.
Ya ni hablar de los servicios educativos particulares con los que algunas familias subsidian la falta de un servicio público que de verdad enseñe a niños y jóvenes.
Todos esos son impuestos extras que repercuten en la economía de las familias y de los cuales nadie habla.
Ahora que, si pagamos más impuestos, ¿tendremos una seguridad pública eficiente, alumbrado público de calidad, agua que de verdad sea bebible, educación a la altura de las circunstancias?
No, definitivamente no. Eso no sucede ni sucederá aquí.
Pero aún y así, Mancera perrea los impuestos. ¿O no
Índice Flamígero: En la columna Ciudad Perdida, del colega Miguel Ángel Velázquez en el diario La Jornada, me entero de que el impuesto a la iluminación de las calles ya lo cobra la CFE en el recibo bimestral que llega a nuestros domicilios.