Abanico
Cuando muera, Felipe Calderón muy seguramente no irá al Cielo en el que cree. Trepado a La Silla a la que llegó haiga sido como haiga sido, el michoacano ya dejó de ser el pecador standard que presumía cuando sólo era candidato presidencial, para convertirse en un verdadero demonio.
Públicas y harto notorias han sido sus transgresiones al código de ética al que se sujetan los católicos. El no matarás, el no usarás el nombre de Dios en vano, el no mentirás han sido sistemáticamente violados por el ocupante de Los Pinos desde el momento mismo en el que empezó a ocupar esa residencia, sede alterna del Palacio Nacional.
Un pecado nada venial son los muertos, miles de muertos en todo el territorio nacional que han sido acreditados a los dictum de Calderón Hinojosa. Y no sólo por los que son resultado de su estúpida guerra sin estrategia en contra de la delincuencia organizada, incluso por aquellos que han perdido la vida por la ausencia de efectivas políticas de salud pública que vayan más allá del clientelismo y en las que hoy, además, priva la corrupción; también por quienes han ido a la fosa por desnutrición y hasta por inanición.
Otro pecado: Ustedes aún no estaban en la mente de Dios, dijo en vano hace una semana el mismo personaje al dirigirse a un grupo de empresarios jóvenes, a quienes en sus propios términos y a conveniencia– describió las crisis económicas de las tres últimas décadas del siglo XX.
Y ya para casi cerrar la semana, una enorme mentira otra más– ahora a través de su vocera, Alejandra Sota: es falso, dijo esta señora palabras más o menos, que Calderón haya pedido represión a López Obrador o al plantón (del Paseo de la Reforma y el Zócalo, en 2006).
Efectivamente. En las vísperas del 15 de septiembre, menos de una semana después de que un Tribunal fallara y lo declarara Presidente Electo, Calderón no pidió, sino que exigió que las Fuerzas Armadas y las policías desalojaran a los seguidores que AMLO había contenido en un plantón, evitando con ello enfrentamientos que hubiesen cobrado vidas y mucha sangre.
Lo platicó a principios de octubre, en una comida celebrada en las instalaciones de la Secretaría de Gobernación, quien entonces era su titular, el ya fallecido Carlos Abascal Carranza.
Fuimos atentos escuchas de Abascal varios periodistas que colaborábamos con una radiodifusora capitalina algunos aún permanecen ahí–, a quienes había convidado para compartir puntos de vista. La misma versión la he escuchado de amigos mutuos. Quienes lo fueron de Abascal y al mismo tiempo lo son míos.
En aquel octubre, cercano ya el fin del sexenio de Fox, Abascal hizo un enorme reconocimiento a Alejandro Encinas, entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal. Ponderó positivamente sus dotes negociadoras. Y se congratuló de que pese a voces que exigían el uso de la fuerza, la negociación hubiese triunfado. Que los seguidores de AMLO se retiraran del plantón. Que El Grito y el Desfile Militar de la mañana siguiente, se hubiesen realizado sin contratiempos.
— ¿De quién eran esas voces que pedían la intervención de las fuerzas públicas para desalojar a los lópezobradoristas? pregunté a Abascal.
Y él respondió, después de una pausa que llenó al comedor del Palacio de Covián de un aire de conspiración:
— Del señor Presidente Electo.
Mutatis mutandi, tal fue lo mismo que la noche del jueves anterior narró Alejandro Encinas en entrevista con Joaquín López-Dóriga, en la que recalcó la relación que logró establecer no sólo con el entonces Presidente Vicente Fox, sino con el secretario de la Defensa Nacional, Clemente Vega García, quien siempre sostuvo que el Ejército no actuaría contra la población civil, y con el de Gobernación, Carlos Abascal.
En el caso de Carlos Abascal, pues el señor fue muy importante porque recibió la llamada de Felipe Calderón pidiéndole que reprimiera y levantara el movimiento y Abascal le comentó, con toda claridad: Felipe, tú todavía no eres el Presidente de la República y mientras no suceda esto, aquí se tomarán las decisiones.
Calderón mintió, por tanto, cuando a través de la señora Sota dijo que ese episodio de nuestra historia reciente era falso.
Lo que narró Encinas es verdad. Nos los dijo a muchos Carlos Abascal, un católico íntegro que no mentía y que, por tal debe estar en el Cielo en el que creía.
Índice Flamígero: Con la novedad de que los policías judiciales del Distrito Federal están obligados a pagar las multas por las infracciones al Reglamento de Tránsito. No importa si éstas se dan en el cumplimiento de su deber. ¿Persecución de delincuentes? Sí, pero despacito. ¿Escoltar funcionarios? Por supuesto, pero también respetando el rojo de los semáforos. Si el jefe M1 (Marcelo Ebrard) o la jefa Sombra (Marcerla Gómez Zalce) van como de rayo, pues que Dios les bendiga. La orden de pagar las multas está a punto de provocar un motín de judiciales. Perciben algo así como 5 mil pesos mensuales de salario, y hay quienes adeudan más de 7 mil en multas. ¿O es orden para que, en lugar de servir a la ciudadanía, la atraquen? Y claro que es pregunta. Por tal está escrita entre signos de interrogación.