Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
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El Congreso de Baja California Sur acaba de rechazar la petición que se le presentó de reconocer como un derecho humano fundamental el respeto a la vida humana desde su concepción; es decir, por mayoría de votos declararon legal el aborto. Es muy probable que esa mayoría de legisladores sean católicos, o al menos bautizados. Si es así, son totalmente incongruentes con la fe que recibieron y que quizá digan tener. Caso distinto a los legisladores de otros 18 Estados, donde han blindado constitucionalmente el derecho a la vida desde la fecundación.
Los crueles asesinatos ejecutados por las bandas narcotraficantes, inhumanos e inexplicables, son perpetrados por creyentes de diversas denominaciones religiosas, que incluso se atreven a pedir bautismos para sus hijos y misas por sus intenciones. Esparcir cadáveres torturados y decapitados en las entradas de las ciudades, colgarlos en los puentes peatonales, los secuestros, la ejecución de migrantes, la corrupción generalizada, la cooptación de autoridades, las ofensas y descalificaciones dolosas e inmisericordes entre candidatos a puestos públicos, nos avergüenzan como creyentes, pues parece que su fe recibida y declarada no les sirve para nada. ¿En qué se distinguen de un no creyente?
JUZGAR
El Papa Benedicto, al relanzarnos a una nueva evangelización, siguiendo las huellas de Juan Pablo II, habla de una crisis de la vida cristiana. ¿En qué se manifiesta? La crisis conlleva los rasgos de la exclusión de Dios de la vida de las personas, de una indiferencia generalizada respecto a la fe cristiana misma, hasta el intento de marginarla de la vida pública. En las décadas pasadas todavía era posible encontrar un sentimiento cristiano general que unificaba el sentir común de generaciones enteras, crecidas a la sombra de la fe que había plasmado la cultura. Hoy, lamentablemente, se asiste al drama de la fragmentación que ya no permite tener una referencia unificadora; además, se verifica con frecuencia el fenómeno de personas que desean pertenecer a la Iglesia, pero que están fuertemente plasmadas por una visión de la vida en contraste con la fe Ser cristiano no es una especie de vestido que se lleva en privado o en ocasiones particulares, sino que se trata de algo vivo y totalizante, capaz de asumir todo lo que de bueno existe en la modernidad (30-V-2011).
En su reciente visita pastoral a Croacia, citó unas palabras dichas por el beato mártir Stepinac, en 1943: Uno de los mayores males de nuestro tiempo es la mediocridad en las cuestiones de fe. No nos hagamos ilusiones. O somos católicos o no lo somos. Si lo somos, es preciso que se manifieste en todos los campos de nuestra vida.
ACTUAR
Necesitamos convencernos de que es improrrogable una nueva evangelización, y no conformarnos con lo que tradicionalmente hacemos. No cerremos los ojos y el corazón a tantas personas bautizadas que están alejadas de la práctica religiosa, subyugadas por el atractivo de las drogas, del alcohol, del sexo, del negocio ilícito, de venderse como sicarios por unos cuantos pesos. No es cuestión sólo que deba combatir el gobierno, sino que es una interpelación a nuestra pastoral evangelizadora.
Nos dice el Papa: Anunciar a Jesucristo único Salvador del mundo, es más complejo actualmente que en el pasado; pero nuestra tarea permanece igual que en los albores de nuestra historia. La misión no ha cambiado, así como no deben cambiar el entusiasmo y la valentía que movieron a los apóstoles y a los primeros discípulos Subrayar que la Iglesia está llamada a realizar una nueva evangelización quiere decir intensificar la acción misionera para corresponder plenamente al mandato del Señor.
Pero más que estrategias novedosas, lo que importa es el estilo de vida de los creyentes, como indicaba Pablo VI: Será sobre todo mediante su conducta, mediante su vida, como la Iglesia evangelizará al mundo, es decir, mediante un testimonio vivido de fidelidad a Jesucristo, de pobreza y desapego de los bienes materiales, de libertad frente a los poderes del mundo, en una palabra, de santidad (EN 41). Seamos más misioneros