Itinerario Político/Ricardo Alemán
SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, Chiapas, a 24 de abril de 2015.-Fuertes, muy fuertes, las expresiones y exigencias del Papa Francisco que a todos nos cuestionan. “Olor a oveja” ha dicho una y otra vez. A muchos, primeramente les pareció romántica la expresión. Pero poco a poco ha ido calando cada vez más profundo. No es muy agradable el olor de las ovejas, lo saben los campesinos y lo saben quienes tienen que convivir y compartir con los pastores. El sudor de muchos días, el calor y el frío que se alternan sin pronóstico; la permanencia obligada, terca y constante cerca de las ovejas, hace que se tenga “el olor a chivo”, como dicen en mi pueblo. Nada romántico, pestilente, agresivo… pero el pastor no se da cuenta porque se ha asimilado a las ovejas. En cambio es casi inaguantable para los que lo tienen que soportar. Quizás por eso algunos hayan sugerido que el pastor debería tener “olor a Cristo”, más que olor a las ovejas. Pero el Papa no quita el dedo del reglón y sigue insistiendo pastores con olor a ovejas… porque el mismo Cristo se ha encarnado, se ha humanizado, se ha hecho uno de nosotros hasta tener nuestros olores y nuestras limitaciones.
Ser pastor era muy común en tiempos de Jesús y por eso utiliza esta figura muy bella para su tiempo, pero ¡muy lejana para nuestros tiempos! Y sin embargo la realidad continúa siendo la misma y no es difícil que podamos comprenderla aunque no la hayamos experimentado. El pastor da vida y da la vida por sus ovejas; el pastor conoce a sus ovejas; el pastor defiende a sus ovejas. La Biblia está llena de expresiones que se refieren a Dios como el Pastor, en fuerte oposición a los reyes y gobernantes que con frecuencia se les condena como malos pastores que solamente se aprovechan del rebaño. Ezequiel tiene expresiones durísimas contra los responsables de la comunidad que se aprovechan de ella, los acusa de injusticias y corrupción. Son doblemente culpables pues ellos deberían ser quienes proporcionaran alimentos, seguridad y protección a los rebaños. En oposición a ellos se sitúa Cristo como el Buen Pastor. ¿Qué imagen nos evoca a nosotros?
Fuera de algunas personas que aman mucho a sus mascotas, en general nos cuesta comprender la figura que nos presenta Jesús porque normalmente vemos todo con signo de pesos. Si se tiene una gallinita o una vaca o un borreguito, se le valora por el dinero que se puede obtener de ellos y no precisamente por el cariño que se le pueda tener. A esta actitud comercialista y utilitaria se opone Jesús cuando nos presenta esta figura. No puede una persona ser considerada objeto. Con mucha razón no nos gusta la comparación que se hace de las multitudes refiriéndose a ellas como “borregos”, aduciendo despersonalización y acarreo por parte de líderes irresponsables sobre personas muy manipulables. Muy lejos está Jesús de estas intenciones. Precisamente nos presenta lo contrario. Y al ponerse Él como el buen pastor, nos obliga a reflexionar a todos nosotros: autoridades, padres de familia, gobernadores, maestros y todos los que tienen alguna responsabilidad sobre personas; y nos cuestiona sobre el modo como realizamos nuestra labor de “pastoreo”. Muy oportuna esta comparación ahora que iniciamos la efervescencia política y donde se corre el riesgo de utilizar, manipular y aprovecharse de las personas. Buen criterio sería comparar los candidatos con los parámetros que nos pone Jesús.
El primer paso será el conocimiento de una persona, porque no se ama lo que no se conoce. Nos desconciertan los candidatos chapulines que hoy aparecen en un lugar y para un puesto, y a los pocos días ya están saltando en otro diciendo que aman entrañablemente a ese pueblo, cuando parecen más bien veletas que se dirigen a donde las lleva el viento. Conocimiento de la región, de las personas, de sus cualidades y defectos, de sus necesidades y oportunidades, es básico para un buen pastor. Si no, hoy estarán en un lado y mañana en otro. También es examen para los papás y maestros: necesitan conocer a sus hijos y a sus alumnos, sólo así podrán educarlos y ayudarlos. Cristo nos conoce porque se ha hecho uno de nosotros, porque comparte, porque sufre con nosotros. Es modelo de acercamiento y acompañamiento. Tenemos la seguridad de que está con nosotros.
No bastan promesas, hay que dar vida y vida plena. Jesús es el buen pastor porque da la vida por sus ovejas, es lo que escuchamos hoy hasta tres veces. Quizás la imagen de pastor induciría a alguno a sentirse distinto de las ovejas y por encima de ellas, pero las palabras que acompañan a la imagen dicen lo contrario: es bueno, da la vida, conoce, atrae, reúne. Muy fácilmente Jesús pasa de ser pastor a ser cordero porque aparece como solidario, como víctima, pero también como guía, entregado por completo a su grey. Frente a Él se sitúan los mercenarios, los asalariados, los explotadores, todos ellos pastores sin vocación. No buscan la vida de la oveja, sino aprovecharse de ella, no buscan el bien de la comunidad sino servirse de ella. Qué tristeza que a nivel internacional se nos juzgue como uno de los pueblos más corruptos y donde, a pesar de la riqueza natural, hay más pobreza por culpa de la corrupción y de la voracidad de autoridades.
Si de Cristo decimos que muy fácil pasa de ser considerado pastor a ser presentado como oveja, nosotros podemos aprovechar también las dos imágenes. Unas veces nos sentiremos incluidos en el rebaño, otras nos consideraremos la oveja perdida. Habrá momentos en que debamos asumir responsabilidades y actitudes de pastor. Otros momentos en que esperemos oír su voz y seguir el buen camino que nos guíe a pastos suculentos. Sentiremos sus silbos amorosos que nos llaman a formar un solo redil, no tanto refiriéndose a un lugar muy especial, sino al amor revelado en Jesús y proclamado por su palabra. Como oveja, ¿cómo escucho su voz, cómo busco la unidad, cómo recibo la vida? Como pastor ¿conozco y doy vida a quienes dependen de mis cuidados? ¿Reconocen ellos mi voz porque he estado cerca y compartiendo con ellos? Hoy sería un buen examen tanto para ovejas como para pastores.
Padre bueno y misericordioso, guíanos a la felicidad eterna de tu Reino, a fin de que el pequeño rebaño de tu Hijo pueda llegar seguro a donde ya está su Pastor, resucitado. Amén.