Abanico
Isaías 60, 1-6: “La gloria del Señor alborea sobre ti”
Salmo 71. “Que te adoren, Señor, todos los pueblos”
Efesios 3, 2-3. 5-6: “También los paganos participan de la misma herencia que nosotros”
San Mateo 2, 1-12: “Hemos venido de oriente para adorar al rey de los judíos”
Recuerdos de infancia que a pesar del tiempo permanecen vivos. Víspera de Reyes, noche de inquietudes, vigilias y anhelos de niño, soñando en la posibilidad de un juguete, unos dulces, una ropa nueva o un pequeño regalo, siempre condicionado a un buen comportamiento. Toda la noche de ilusiones. Al despertar la inquietud se transforma en carrera desenfrenada hasta el nacimiento donde quedaron con los zapatos. Descubrir pequeños y muy sencillos regalos basta para llenar las aspiraciones e ilusiones de un niño. Después, compartir la alegría y hacer del juego compartido una multiplicación de la felicidad, pues siempre la alegría que se comparte se multiplica en el propio corazón.
Han pasado los años. Los Reyes se descubren como los papás o alguien cercano, y pierden un poco su fascinación y su encanto. Y en la misma Biblia, los Reyes, tomados tan literalmente en un principio, se empiezan a desvanecer: no nos dice el Evangelio de Mateo que leemos este día que sean Reyes, no nos dice sus nombres, no nos dice su número… y nos enteramos que solamente en algunos evangelios apócrifos y en numerosas leyendas aparecen nombres, orígenes, colores… ¿Dejamos de creer en los Santos Reyes? Si además encontramos un mundo lleno de egoísmo y corrupción, poco a poco se van perdiendo los ideales que la florida narración nos había inspirado; va quedando lejos la estrella, va quedando lejos, muy lejos, aquel Niño nacido en un pesebre. Las dificultades aumentan y la fe se acaba.
Hoy, esta fiesta de Epifanía nos lleva a descubrir que el acontecimiento va mucho más allá del sentimentalismo y que nos presenta realidades que todo creyente debe afrontar. Al contemplar la estrella me da una cierta nostalgia porque ahora hay quienes no creen en los Santos Reyes. Y no me refiero tanto a estos personajes del pasaje bíblico sino constatar que hay quienes no creen ya en los ideales, sino que solamente creen en lo contante y sonante, hay quienes han claudicado en sus aspiraciones. De una u otra forma han perdido sus sueños e ideales, han abandonado la búsqueda y se ha apagado el deseo de un mundo mejor. Han perdido su lucha por su propia valoración y han comprometido su gran potencial. Se han establecido en una vida de mediocridad, con días de desesperación y noches de lágrimas.
Nuestro mundo con su fascinación va mutilando las esperanzas. Encontramos, sobre todo en la juventud, una gran indolencia, vacío y ausencia de valores que se busca llenar con ruido, drogas, escapes y hasta el suicidio. Es alarmante el número de suicidios que suceden en nuestro ambiente. Muchos jóvenes han perdido el sentido de su vida y por eso prefieren la muerte. Hoy la estrella de Belén puede sacarnos de nuestra apatía e indiferencia. Cada uno necesitamos mirar una estrella que nos desestabilice y nos lance en búsqueda de un mundo mejor y diferente. La estrella de Jesús da sentido a nuestra vida, vale la pena emprender el viaje, vale la pena esforzarse, luchar y entregar la vida en búsqueda de ideales, en búsqueda de Jesús. El mirar una estrella es creer que se puede construir. Es animarse a volar, aun a riesgo de romperse las alas. Es aventurarse a construir un mundo diferente. Por eso hoy digo que sí creo en los Santos Reyes, porque creo que es posible dar ideales a nuestro mundo, porque es posible construir al estilo de Jesús.
En un mundo donde las fronteras dividen a los hombres, donde las diferencias nos enfrentan, donde se desprecia y ataca al distinto, la fiesta de la Epifanía viene a hablarnos de universalidad. Cristo es luz para todos, Cristo a todos nos hace hermanos, Cristo respeta la dignidad y la diferencia de cada persona. Es triste que aun esgrimiendo valores religiosos despreciemos a los demás, que los partidos en lugar de buscar el bien común se aferran a sus propios intereses. Es una lacra en nuestra sociedad la discriminación, el desprecio al otro y la división por cuestiones tan externas. Hoy Cristo nos invita a construir con todos, a construir con los pequeños, a construir con los diferentes, que sólo así se construye el Reino de Dios.
Encontramos también en la lectura de este día una serie de antítesis que vienen a cuestionarnos nuestra forma de actuar: Herodes el poderoso no es capaz de reconocer a Jesús; los Magos, tan lejanos, se ponen en marcha para encontrarlo. Los sacerdotes y escribas, los sabios del pueblo, encuentran a Jesús en la Escritura; los pastores y los Magos lo encuentran encarnado. Herodes teme perder su poder, los Magos crecen en riqueza al entregar sus dones. Herodes se ve frustrado en sus proyectos; los Magos regresan con el corazón lleno de paz y alegría. Todo esto nos debe cuestionar sobre la forma de actuar y de vivir: ¿Cómo estamos construyendo el Reino de Jesús? ¿Nos quedamos solamente en las palabras bonitas? ¿Buscamos sobre todo poder, riqueza y fama? Son preguntas que deben llegar al corazón de la Iglesia y de cada uno como creyentes.
La última gran enseñanza que nos ofrece el evangelio de este día es “la bendición de dar”. Dar una sonrisa, dar de nuestro tiempo, dar sin intereses, dar a quien más lo necesita, dar a quien está más cercano a nosotros. Dar como Jesús, que se entregó por completo al hacerse hombre por nosotros. Dar como los Reyes Magos que salen al encuentro y sortean dificultades. ¿Cómo y a quién nos estamos dando? Por eso este día digo que sí creo en los Reyes Magos, porque creo que Jesús sigue actuando en nosotros, porque creo que es posible un mundo sin fronteras, porque creo que se puede vivir con ideales, porque creo en la gratuidad de un regalo.
Señor Jesús, ilumina con tu luz nuestras oscuridades, despiértanos de nuestros letargos, sostennos en nuestros caminos, para construir tu reino de Amor. Amén