País en guerra
VER
El Papa Francisco no ha visitado su propia tierra, Argentina, a la que ama mucho y en la que hay tantas personas con quienes ha compartido su vida. No ha ido a otros importantes países. ¿Por qué viene a México? Yo me imaginaba que no vendría. Y ¡qué grata sorpresa! Y que venga a Chiapas, en concreto a San Cristóbal de Las Casas… Sé que algunos sectores se opusieron a que viniera a nuestra diócesis. Opinaban que, si quería encontrarse con los indígenas, que fuera a Tapachula… No saben lo que dicen…
¿Por qué no va con algunos amigos suyos obispos que tiene aquí y en otras partes? ¿Por qué no va a ciudades más importantes? Si fue a Brasil y a Estados Unidos, se debió a las jornadas mundiales que ya estaban programadas: juventud y familia; pero aprovechó para estar en Cuba, que pasa por momentos importantes de su transición. Vino a Ecuador, Bolivia y Paraguay, países con bastantes limitaciones sociales y económicas.
Nos está demostrando sus prioridades: los pobres, los que sufren, las personas y los lugares donde más se necesita el Evangelio de la misericordia, de la paz y la unidad. A San Cristóbal viene primordialmente para encontrarse con indígenas, no sólo de Chiapas, sino del país y de otras latitudes. De Guatemala, ya se han anotado para participar.
Ha dicho explícitamente que su primer motivo para venir a México es visitar a la Virgen de Guadalupe. Pero con la inspiración de Jesús y de su Madre, que demostraron un amor preferente a los pequeños, quiere estar con enfermos, presos, migrantes, indígenas y ancianos. Va a Michoacán, por la violencia allí padecida, como un signo de su preocupación por el narcotráfico y la inseguridad en todo el país. Va a Ciudad Juárez, para estar cerca de tantos migrantes que padecen lo indecible en su intento por llegar al Norte. Viene a San Cristóbal, para estar con los marginados y excluidos, los indígenas. No excluye a los no indígenas, pues la Iglesia es incluyente y multicultural, católica, con puentes de unidad.
El amor de Dios es para todos; por ello, estará también con políticos, académicos y universitarios. Y es obvio que también con obispos, sacerdotes, religiosas y seminaristas, en particular con familias, niños y jóvenes.
PENSAR
El Papa Francisco nos ha insistido en algunas prioridades, para él y para la Iglesia. Por ejemplo, nos ha machacado que salir de la comodidad y la seguridad que nos da la estructura eclesial para misionar las periferias geográficas y existenciales, es un reto prioritario. A eso viene a México: a evangelizar, a misionar. Se podría quedar cómodamente en El Vaticano y no complicarse la vida; pero no le importa desgastarse para que nuestro pueblo tenga una vida digna, en paz, justicia y amor.
Dice: “Es necesario mantener viva la solicitud por el anuncio a los que están alejados de Cristo, porque ésta es la tarea primordial de la Iglesia. No podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos” (EG 3). “Todos somos invitados a salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio” (EG 20). “Fiel al modelo del Maestro, es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo. La alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie” (EG 23).
Y su insistencia, molesta para muchos, sobre la prioridad de los pobres, para ser fieles al Evangelio: “El corazón de Dios tiene un sitio preferencial para los pobres, tanto que hasta Él mismo se hizo pobre. Todo el camino de nuestra redención está signado por los pobres” (EG 197). “Para la Iglesia, la opción por los pobres es una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política o filosófica. Esta opción –enseñaba Benedicto XVI– está implícita en la fe cristológica” (EG 198). “Sin la opción preferencial por los más pobres, el anuncio del Evangelio corre el riesgo de ser incomprendido” (EG 199).
ACTUAR
Dispongamos el corazón para escuchar el mensaje que Dios nos envía ya desde ahora por medio del Papa Francisco, y convertirnos a una mayor fidelidad al Evangelio.