SSPE: 11 detenidos, armas, vehículos y 151 máquinas aseguradas en Sinaloa
Isaías 40, 1-5. 9-11: “Preparen el camino del Señor”
Salmo 84: “Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos al Salvador”
II Pedro: “Esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva”
San Marcos 1, 1-8: “Enderecen los senderos del Señor”
SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, Chis., 7 de diciembre de 2014.- Estaba allí guardada desde siglos, sólo conocida por algunos pastores y campesinos que se guarnecían en ella y la utilizaban como refugio. Ahora, aún agreste y natural, aparece como una nueva maravilla para quien quiera sorprenderse con las insospechadas bellezas que guarda celosamente la naturaleza. “Las Grutas del Mamut” con sus estalactitas y estalagmitas, semejando columnas, telas, esculturas, muchas figuras caprichosas y hasta un Mamut, son testimonio del proceso lento de miles de años que pequeñas gotas han realizado en el silencio y la oscuridad. Si para formar 2.5 centímetros de roca, calculan entre 100 y 150 años, ¡Cuántos siglos se requieren para crear esas enormes moles! No hay fuerza que se resista a la perseverancia de una gota. Hoy, al escuchar los relatos propios del Adviento, se me presenta esta bella imagen como la seña del verdadero adviento: una perseverante, continua, infatigable pequeñez que es capaz de abrir el camino al Señor. No vale estar desanimado, no se puede decir que somos pequeños. ¡Abramos los caminos al Señor!
Adviento no se define por campanas ni por lucecitas. Adviento tiene una palabra clave que nos muestra todo su significado y nos la presenta hoy San Marcos: “Evangelio”, “Buena Nueva”. El término “evangelio” es una de las palabras más ricas y entrañables para un cristiano. En el mundo antiguo indicaba una noticia alegre y consoladora, que llenaba de gozo y hacía partícipe de un acontecimiento que podía cambiar la vida. Marcos no sólo quiere titular así su pequeño librito, el más pequeño, de unas cuantas páginas, sino proclama que ahora irrumpe lo anunciado por los profetas. Ellos lo vislumbraban, ahora se hace realidad en el único y verdadero “Evangelio”: El Verbo hecho carne. No es sólo el inicio de una pequeña obra literaria, es la noticia más bella y transcendente de la historia de toda la humanidad: la presencia de Jesús, Buena Noticia, en medio de los hombres. Pero es sólo el comienzo, a sus apóstoles, a sus discípulos, nos toca pregonar y seguir anunciando “la Buena Nueva”.
Cada día amanecemos con noticias peores. Nuestra historia parece atrapada en la fatalidad y el negativismo, sobre todo en los últimos tiempos. No acabamos de recibir una mala noticia, no la digerimos aún, y ya nos están dando otra peor. Queremos cambiar muchas cosas, pero crece el sentimiento de impotencia frente a la corrupción, al narcotráfico, a la violencia, robos y tantas cosas negativas. ¿Se puede ser persona de esperanza en un mundo y en un ambiente donde lo más razonable parece ser el escepticismo, la duda y la resignación? ¡Claro que se puede! No con un optimismo ingenuo y barato como si todo estuviera bien, sino con la seguridad de enfrentarse a la vida desde la confianza radical en Dios. El verdadero cristiano tiene la certeza que en el seguimiento de Jesús, en sembrar su Palabra, en ser discípulo fiel, en ese consciente preparar el camino del Señor, ya se está haciendo Dios presente. Cada día es una nueva oportunidad para hacer crecer en medio de nosotros el reino de Dios y cada una de nuestras acciones, por pequeña y humilde que parezca, va engendrando esa nueva posibilidad. Y esto es el adviento: La Buena Noticia de que Jesús viene a nosotros, construye con nosotros, nos llena de esperanza.
Nos llegan como agua fresca en medio del desierto, las palabras de Isaías: “Consuelen, consuelen a mi pueblo. Háblenle al corazón y díganle que ya terminó el tiempo de su servidumbre”. Buenas noticias para nuestro pueblo. Pero el Reino no llega solo, necesitamos construirlo y profeta y evangelista nos dicen las formas: “Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos”. La preparación consiste en nivelar y emparejar las relaciones entre los hombres que han de pasar de la desigualdad a la igualdad, de la injusticia a la justicia, expresadas simbólicamente en ese rellenar, allanar y enderezar que San Marcos nos propone, retomando las palabras de Isaías de la primera lectura. Urge un cambio interior de cada uno de nosotros, pero no basta ese cambio sólo interior, urge también un cambio y una conversión de las estructuras injustas y de pecado que destruyen la humanidad. Es un cambio que nos toca hacer a todos, es buscar ese mundo nuevo, sociedad nueva, en definitiva, el Reino de Dios.
Con el Adviento aparece el Bautista, austero y exigente que, con su palabra y su figura, advierte que para prepararse a esta Venida del Señor se requiere conversión y arrepentimiento. Encontrarse con Jesús implica siempre un cambio interior, pero también un cambio exterior que nos lleve a enderezar los caminos. El anuncio de Jesucristo siempre llama a la conversión, que nos hace participar del triunfo del Resucitado e inicia un camino de transformación. Encontrarnos con Él provoca abrir un auténtico proceso de conversión, comunión y solidaridad. La voz del Bautista proviene del desierto e invita a un camino de conversión ante la inminente llegada del Mesías, busca alcanzar a la sociedad de todos los tiempos. Hoy nos toca hacer presente tanto la esperanza como las condiciones necesarias para alcanzarla.
¿Qué nos dice y cómo nos cuestiona este día la figura del Bautista? Viene del desierto, lo más inhóspito y difícil, sin embargo viene anunciando la presencia del que es la Salvación. Sale al encuentro de los hombres y los interpela con su vida austera y con su palabra. Grita su verdad y quiere que cada quien se confronte con ella. El adviento es tiempo de mirar el fondo del corazón y trastocar lo que allí anida. Es tiempo de esperanza, de conversión pero también de anuncio alegre de que ya está cerca Jesús. ¿Cómo vivimos este tiempo nosotros? ¿Qué signos concretos de esperanza y anuncio estamos ofreciendo? No tengamos miedo, el Evangelio todo lo transforma.
Padre bueno, que nos ofreces en tu Hijo Jesús la más grande “Buena Noticia”, concédenos una verdadera conversión que nos lleve a construir caminos de justicia y paz, que hagan posible la llegada de tu Hijo a nuestros corazones. Amén.