
Indicador político
IV DOMINGO DE PASCUA
Hechos de los Apóstoles 13, 14. 43-52: “Ahora nos dirigiremos a los paganos”.
Salmo 99: “El Señor es nuestro Dios y nosotros su pueblo. Aleluya”.
Apocalipsis 7, 9. 14-17: “El Cordero será su pastor y los conducirá a las fuentes del agua de la vida”.
San Juan 10, 27-30: “Mis ovejas escuchan mi voz”
“Cosas del diablo” dice el abuelo entre sorprendido y molesto… “No, ¡pura tecnología!”, responde el adolescente entre triunfante y presumido. El nuevo modelo de teléfono del adolescente sólo responde a las instrucciones que le da con su propia voz. Nadie más puede utilizarlo y nadie puede revisarlo porque está “conectado” a su voz. “Aunque haya un millón de voces, sólo reconoce y obedece a la mía”, exclama orgulloso el travieso muchacho. “Sólo una voz conoce, sólo una voz le manda, sólo una voz puede activarlo. Estamos como unidos por el sonido de mi boca y nadie podrá romperlo, porque en el mundo no hay una voz igual a la mía. Y sólo reconoce mi voz”. Concluye mostrando su aparato.
Hay voces que dan vida, hay voces que dan muerte. Hay voces que parecen susurros venidos desde lejos y que penetran hasta lo profundo de nuestro ser. Hay ruidos que solamente aturden y engañan. Hay muchas formas de apagar una voz: la violencia, un ruido más fuerte, cambiarla por otras voces, taparnos los oídos. San Juan este día nos ofrece una de las señales que nos unen Jesús, que nos hacen pertenecer a Él: conocer su voz. Todo su evangelio está construido en una constante oposición entre quienes pertenecen al mundo y quienes pertenecen al reino de Dios y hoy lo pone en una síntesis maravillosa: “Discípulo es el que sabe escuchar la voz de Jesús”. Las oposiciones que nos ofrece hacen resaltar más la propuesta de Jesús. ¿Qué voz escuchamos y seguimos? Sería muy interesante ponernos a recordar cuáles voces influyen en nuestra vida diaria y cuáles son las voces de Jesús que más nos estremecen, que hacen que nos movamos y que nos invitan a seguirlo.
La Palabra que se hace carne, la Voz ha resonado desde el inicio del Evangelio como una Buena Nueva, como una gran noticia que ofrece salvación plena, pero que pide escucha y verdadera conversión. Encontramos la voz de Jesús, llena de misericordia, que se acerca, acompañada del gesto humano, que toca las fibras más internas y que transforma a las personas. Su voz, otras veces, se llena de autoridad para exigir verdad y coherencia entre la Palabra y la vida, no es primero sí y luego no. Su voz está dirigida a todas y cada una de las personas, para cada una tiene un tono especial. ¿Qué voces de Jesús resuenan en nuestro interior? Tendremos que tener el oído y el corazón muy atentos porque hay muchas voces que quieren ahogar la voz de Jesús, como si Él no tuviera nada que decir al mundo de hoy. El primer reto será reconocer esa voz amorosa entre tantas voces que quieren ahogarla y que llegan a nosotros en tropel para aturdirnos y ensordecernos. Habrá que saber discernir mucho para no distraernos con voces, ruidos, que informan, que llaman la atención, ¡pero que opacan la voz de Jesús! ¿Conozco la voz de Jesús? ¿Soy capaz de distinguirla cada día?
Esa voz nos llevará al encuentro con quien nos conoce y nosotros conocemos. Conocer no es solamente saber dar datos de una persona. Conocer no es mirar los rasgos de un rostro, pues “caras vemos, corazones no sabemos”, y Jesús nos conoce a plenitud y nos acepta como somos. Nosotros vamos por la vida y, aunque no lo queramos, llevamos como especie de máscaras. Algunas personas nos conocen superficialmente, otras conocen algún aspecto nuestro. Y así nos tratan y así nos respetan o nos ignoran. Pero Jesús conoce nuestro interior y, lo más importante, es que conociéndonos nos ama y así nos llama. Así dirige su voz a cada uno de nosotros. Su voz es una voz amiga que tiene el acento familiar, directo, de quien sabe qué fibras tocar. No se deja engañar por nuestras expresiones y máscaras porque descubre las razones de nuestras alegrías, de nuestros complejos y de nuestros temores. Sabe descubrir nuestro lado positivo y lo mejor de nuestro corazón. Y al conocernos, su voz es vida para nosotros, tiene el acento que sabe despertar lo mejor de nosotros, nos lanza a la esperanza, nos levanta de nuestros fracasos, nos mantiene alertas en nuestras luchas. Jesús nos conoce y nos ama. Ésta será la gran fortaleza de nuestra vida. ¿Cómo hemos experimentado este amor y este conocimiento de Jesús?
El mundo ofrece voces que invitan a seguirlo, disfraza su mentira para destruir la verdad, trastoca los valores para aturdir los deseos, camufla las agresiones contra la vida como derechos de personas, nos presenta como deseables y agradables las “cosas de la tierra”, para hacernos olvidar las promesas de Jesús. Pero en este día Jesús nos presenta nuevamente su palabra y a una palabra dicha así con tanto amor, con tanta intimidad, no la podemos despreciar ni dejar que caiga en el vacío. Hoy tenemos que seguir a Jesús, dejar de lado los insoportables ruidos de una sociedad que se ahoga en el consumismo, para escuchar en silencio, con atención y cariño, la palabra de Jesús. Su palabra trae aires nuevos de esperanza, pero debemos escucharla. Claro que exige y en serio, porque Él antes ha sido capaz de darse por nosotros, de amarnos sin medida y de presentarse ante nosotros como el gran servidor y cuidador de la vida. Quienes lo siguen tendrán vida eterna y no perecerán jamás. Las otras voces provienen de una cultura de muerte y ofrecen falsas esperanzas basadas en poderes, dineros y cosas superficiales. Hoy nos invita Jesús a seguirlo. Seguirlo es acoger y cuidar gozosamente todo lo que da vida, proseguir su causa. Sólo buscando en las voces de esperanza, de dolor, de angustia de los que sufren podremos reconocer su voz. Los nuevos seguidores de Jesús, al igual que la primera comunidad, tendrán que afrontar con valentía un mundo que quiere apagar su voz. Sabemos que nadie puede arrebatar de su mano a las ovejas que “ha lavado y blanqueado con su sangre”. Le pertenecen, pero tendremos que tener cuidado para no entregarnos nosotros mismos a un mundo sin amor, lleno de ambiciones y egoísmos. El pequeñísimo pasaje de este día termina con una frase que nos llena de esperanza y que nos sirve de modelo: “El Padre y yo somos uno”. De esperanza porque no nos deja de su mano; de modelo porque a semejanza de Jesús estamos invitados a ser uno solo con Él, con el Padre y con todos los hermanos.
¿Cómo estamos escuchando la voz de Jesús? ¿Qué estamos haciendo para construir una vida nueva y eterna? ¿Cuáles son los caminos que nos ha abierto Jesús y qué debemos hacer nosotros para seguirlos?
Dios, Padre Bueno y misericordioso, guíanos a la felicidad eterna de tu Reino, a fin de que el pequeño rebaño de tu Hijo pueda llegar seguro a donde ya está su Pastor resucitado. Amén