Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
El autodenominado subcomandante Marcos, el gran publicista tamaulipeco que obnubiló la mente y corazones de los “ingenuos útiles” -para no utilizar el término más drástico que se atribuye a los antiguos dirigentes del bloque soviético-, reapareció en público el pasado domingo, después de 5 años de ausencia, para anunciar su decisión de abandonar la dirigencia zapatista, donde desde hace 2 décadas ejercía un papel protagónico.
En un comunicado de más de 10 páginas difundido el domingo pasado, afirmó que “por mi voz no hablará la voz del EZLN”. El vocero y supuesto jefe militar de la organización, dijo que su decisión obedece a “cambios internos” del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y que este relevo “no se da por enfermedad ni por desplazamiento interno, purga o depuración”, anticipándose a las teorías, pues desde hace tiempo se rumora que padece cáncer de pulmón.
De hecho, esa versión fue propalada por el propio Luis H. Álvarez, ex comisionado del gobierno para el diálogo con los zapatistas, en tiempos del presidente Vicente Fox.
Marcos surgió en Chiapas el 1 de enero de 1994, como personaje central de la guerrilla alzada en armas, con mesiánicas demandas de autonomía, justicia y libertad, desde el momento mismo del levantamiento en el que con grandilocuencia declaró la guerra al gobierno mexicano. Sus aduladores y simpatizantes ya se hacían en los balcones de Palacio Nacional, tal y como él lo pronosticó ante los representantes de los medios informativos, que habían sido advertidos de la revuelta.
Apareció aquella fría mañana en el centro de San Cristóbal y habló con algunos turistas, pobladores y periodistas, a quienes explicó las razones de su incursión armada, que ocasionó la muerte de casi un centenar de pobladores de la localidad y la varios de sus correligionarios, a quienes de manera perversa -como actores de relleno de una obra de Federico Fellini-, envió a combatir con rifles de palo. Este es un detalle que sus panegiristas omiten comentar.
Hasta su disfraz careció de originalidad, pues de manera burda plagió el atuendo de los comandantes sandinistas encabezados por Edén Pastora, el “Comandante Cero”, quienes el 22 de agosto de 1978, encapuchados, tomaron el Congreso de Nicaragua e iniciaron el derrumbe del gobierno de Anastasio Somoza.
Eso sí, añadió su toque particular. Debajo del pasamontañas de Rafael Sebastián Guillén Vicente -ex integrante del staff de profesores de filosofía de la Universidad Autónoma Metropolitana, según fue desenmascarado por los servicios de inteligencia del gobierno en tiempos de Ernesto Zedillo-, se alcanzaba a apreciar su barba negra, una nariz prominente y por supuesto, para darle peso teatral a su indumentaria, portaba en la mano su inseparable pipa.
Hoy, sin embargo, a 20 años de la aparición de la guerrilla en coincidencia con el recordatorio de la entrada en vigencia del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN), “Marcos” anuncia su retiro de escena y aseguró que en adelante se hará llamar “Galeano”, en honor de un maestro zapatista asesinado el pasado 2 de mayo, en un enfrentamiento con una organización campesina en Chiapas.
Aunque él lo niegue, las versiones sobre su enfermedad corrieron con insistencia y si bien al principio carecieron de fuente cuando don Luis H. Álvarez las confirmó se convirtieron en una noticia.
Según Álvarez, Marcos pidió ayuda a las autoridades para tratarse, según su libro publicado hace poco y titulado “Corazón indígena. Lucha y esperanza de los pueblos originarios en México”.
El dirigente panista relata que en 2010 un antiguo representante del gobierno del estado de Chiapas en la comisión oficial que dialogó con los zapatistas, Jaime Martínez Veloz, le dijo: “su amigo Marcos está muy enfermo, tiene cáncer y necesita su ayuda”. El político chiapaneco le dio más detalles, al señalar que estaba grave, que padecía cáncer en los pulmones y necesitaba recursos para su atención.
Pero en marzo de 2011, mediante un comunicado, “Marcos” desechó los rumores. No obstante, hay que recordar además que el pasado 1 de abril el propio “subcomandante Moisés”, en un comunicado, anunció la posible reaparición de Guillén Vicente en diversas actividades del movimiento entre mayo y junio próximos, “si su salud lo permite”.
Esa fue la primera admisión del EZLN de que “Marcos” estaba enfermo, que había sido visto por última vez en enero de 2009, en San Cristóbal de las Casas durante el “Festival de la Digna Rabia”.
¿REALMENTE EL SURGIMIENTO DEL EZLN MEJORÓ LAS CONDICIONES DE VIDA DE VIDA DE LOS INDÍGENAS?
En su misiva del pasado domingo, Guillén Vicente dice que tras el levantamiento zapatista, “en lugar de dedicarnos a formar guerrilleros, soldados y escuadrones, preparamos promotores de educación, de salud, y se fueron levantando las bases de la autonomía que hoy maravilla al mundo. En lugar de construir cuarteles, mejorar nuestro armamento, levantar muros y trincheras, se levantaron escuelas, se construyeron hospitales y centros de salud, mejoramos nuestras condiciones de vida”, afirma.
Sin embargo, habrá que preguntarse si realmente esta insurrección armada sirvió de algo a los indígenas chiapanecos. ¿Viven ahora mejor que hace 20 años, cuando estalló la rebelión del EZLN? ¿Logró Marcos también detener la imparable deforestación que sufre actualmente en forma acelerada la Selva Lacandona? Seguramente que no. Empero, “Marcos” insiste en que su movimiento no constituye un fracaso.
“Dicen por ahí que no hemos logrado nada para nosotros. No deja de sorprender que se maneje con tanto desparpajo esta posición. Piensan que los hijos e hijas de los comandantes y comandantas, deberían disfrutar de viajes al extranjero, de estudios en escuelas privadas y luego de altos puestos en la empresa o la política”, señala con su habitual ironía.
El dirigente no obstante vuelve a equivocarse en su posición, porque no se trata de que los zapatistas se volvieran ricos, pero por lo menos deberían de tener más escuelas, más hospitales, más oportunidades, mejorar su ingreso y aceptar la ayuda que les ofrece el gobierno.
Con el pretexto de que las autoridades pretenden cooptar o comprar a los dirigentes, o buscan sobornar a los luchadores sociales para que se dejen manipular, miles de indígenas, zapatistas o no, permanecen en el aislamiento y mueren todos los días por males perfectamente curables.
En su carta de despedida, titulada “Entre la luz y la sombra”, el dirigente zapatista dice que su figura fue sólo una botarga mediática, una especie de holograma, y explicó que “el subcomandante Marcos” se creó porque así convenía a sus intereses, pero que ahora es innecesaria para el zapatismo.
Sin embargo, resulta difícil de creer que de la noche a la mañana vaya a retirarse por completo de la actividad político-propagandística relacionada con los zapatistas. Quizá -con todas las proporciones guardadas-, más bien pretenda seguir el ejemplo de Fidel Castro, quien aparentemente dejó el poder pero ha seguido ejerciendo su influencia en la trastienda.
Lo más probable es que, aunque Marcos deje de ser noticia en los medios o deje de ser visto aquí o allá, siga permaneciendo en el imaginario social como un personaje de claroscuros, que tuvo la virtud de suscitar emociones contrapuestas.
Sin embargo, lo más relevante de todo, es el hecho de que “Marcos” quizá pasará a la historia como el hombre que le dio impulso a la lucha de los indígenas a favor de sus derechos utilizando nuevas herramientas mediáticas, a través de sus comunicados que se difundieron profusamente no sólo en la prensa tradicional, sino ahora también a través de Internet.
El tiempo será el mejor juez, pero dado el toque chocarrero que impone a su accionar político, parece que su retiro no es más que una nueva jugada propagandística y retórica de un hombre acostumbrado a lanzar mensajes sibilinos.
Todo puede esperarse del hábil propagandista tamaulipeco, pues como María Expropiación Petronila Lascuráin y Torquemada de Botija -la popular “Chimoltrufia”, ese personaje surgido de la inventiva de Roberto Gómez Bolaños-, “Marcos”, como dice una cosa, dice otra.
GRANOS DE CAFÉ
El ex titular de la Comisión Nacional del Deporte Nelson Vargas recibió la noticia de que Martín Enríquez Monroy, alias “El Chelas”, uno de los secuestradores de su hija Silvia Vargas Escalera, fue sentenciado este martes a 52 años y 6 meses de prisión.
Lamentablemente se trata de una novedad agridulce, porque el propio Vargas asegura que aún no se ha hecho justicia en el caso, debido a que Raúl Ortíz Vargas, el jefe de la banda que perpetró este incalificable crimen, no ha sido aún condenado.
Enríquez Monroy fue sentenciado por los delitos de secuestro agravado, y por violación a la Ley Federal Contra la Delincuencia Organizada.
«Me sorprende mucho que Muñoz ya haya sido sentenciado y contra el corazón de la banda, Raúl Ortiz González, no hay sentencia. Voy a estar pendiente hasta que se haga justicia a mi pequeña», dijo el ex titular de la Conade.
Y esto sucede en un caso de alto perfil vinculado con un hombre que puede mover sus influencias. Habrá que preguntarse lo que sucede con los casos de bajo perfil donde las personas no tienen ningún apoyo de ningún nivel en ninguna parte.
Quizá eso explica por qué cada día hay más linchamientos y resistencias de la gente contra los actos de autoridad. ¿Será que hacen falta medidas drásticas? No hay vuelta de hoja. Urge aplicar en México la pena de muerte…Sus comentarios envíelos vía internet a la dirección [email protected]