Libros de ayer y hoy
BEJALTIK
(Muchos Caminos)
F. Darinel
(Yavé) Está alerta
a lo largo del buen camino
para proteger
el caminar de sus fieles.
Proverbios (2 , 8)
VUELTOS A LA VIDA
LOS CAMINOS DE HOY
Más de dos décadas
Lo recuerdo bien, no sé qué hora era, pero era la noche del 28 de marzo de 1986, era un Viernes Santo, ya que la Semana Santa en esa ocasión había caído en marzo, por lo que ahí, en esa tibia noche de primavera, tendidos sobre el pasto y con los ojos fijos en el firmamento, mis primos, Fredy y Homero, y por supuesto yo, no quitábamos la mirada del cielo, un cielo impresionante y celestialmente hermoso esa noche, totalmente despejado y absolutamente plagado y tachonado de estrellas. Ahí nuestros ojos ávidamente buscaban en ese mar de luces, que parecían las luces de las casas distantes de un enorme poblado, situado en el cósmico silencio de la noche. Buscaban a el visitante más famoso de nuestra humanidad, el cometa Halley, que por esas noches aunque no muy grande, se hacía visible en esta parte del hemisferio norte, pero aun así se veía; por que logramos verlo aquella noche de marzo, hace exactamente 25 años.
A lo Galileo
Estábamos esa noche ahí, a orillas del cristalino y bellísimo río Tachinula, que según sé significa: lugar donde abunda la ortiga, que es el río que los chicomuselenses conocen como el río de agua caliente, porque habíamos llegado de paseo con nuestras familias, aunque la mía estaba ahí por invitación de la mamá de ellos, mi Tía Güera. Ahí estábamos pues tiradotes, disfrutando la presencia de ese mágico cometa, a orillas de ese hermoso río y protegidos por las sombras de las cabelleras vetustas y largas de los sabinos, pues en la noche en la distancia me parecen que son una fantasmagórica y larguísima hilera de enormes cabezas de personas, con cabellos largos y despeinados. Esas mismas orillas de ese río, una parte de ellas al otro día; lo recuerdo bien, observé que en un pequeño recodo de sus márgenes, el río, como encañonado por una pistola, era amenazado por el final de un tubo de concreto, el cual
próximamente desocuparía sobre las cristalinas aguas de ese río, parte de las aguas negras que se iban a desechar del pueblo de Chicomuselo.
Larga ausencia
No estoy seguro, pero creo que en el 87 mi tía Güera y mi tío Chus volvieron a invitar a mi mamá, y obviamente a la plebe de mi mamá, de la cual obviamente yo formaba parte, para que fuéramos otra vez a pasear y a descansar a las orillas de este río, otra vez a partir del Viernes Santo. Como apunte no estoy seguro si esa vez el viaje se realizó de nuevo, lo que sí estoy seguro es que tarde mucho en regresar a Chicomuselo, ese municipio serrano que le dio la posibilidad a mi padre de trabajar honradamente en el comercio y de tener; éste, la posibilidad de ganarse el dinero con el que podía también darnos de comer, por eso siempre he dicho que Chicomuselo es parte de mi panza y de mis huesos, de mis recuerdos y de mi imaginación, pues a Chicomuselo siempre me lo imagine en mi infancia, como un señor que de perfil, sonriente miraba hacia abajo. Este señor, según mi imaginación, era de cabello negro y rizado y de patillas
largas. Pero haciendo a un lado estos sosos comentarios de mi imaginación, les comentaba que tardé mucho tiempo en volver a Chicomuselo, tardé en regresar y reencontrarme con Chicomuselo, 23 años.
Fueron contaminados
Sin embargo, durante esa larga ausencia de no visitarlo, me enteré que mucha de la gente de este hermoso pueblo, se encontraba a disgusto, porque después de 1986 no solo fue una sola desembocadura de tubos de concreto de drenaje, los que fueron a dar a el río Tachinula y al Yayahuita, si no fueron una gran cantidad de ellos que los mantenían contaminados y cada vez menos visitados en su feria de abril y en Semana Santa. Luego supe que allá por el 2003, finalmente habían prometido la construcción de una fosa séptica enorme, la cual estaría sobre tierra firme y como a 500 metros de ese hermoso lugar llamado La Junta, que es el punto donde confluyen los ríos San Miguel, o río de agua fría, el cual su nombre indígena es Yayahuita; que según se este nombre significa: lugar donde abunda lo negro, y que se junta con el río Tachinula, de los cuales, por cierto ayer, tuve la oportunidad de ver como las aguas rojizas del
Yayahuita, que según versiones, para las 2 de la tarde, hacia apenas unas cinco horas que así se habían tornado así, porque ya había empezado a llover en la sierra, se unían con las cristalinas aguas del Tachinula, observándose bien en el vértice de la junta las dos tonalidades de agua, justo como se observan las dos tonalidades, que nunca se mezclan, en la unión del Orinoco con el Caroní.
Realidad y fin
Bueno, pues les comentaba que habían planeado en el 2003 esa fosa séptica, que estaba pensada y se dispondría, para que en ella finalmente se depositaran todas las aguas negras de Chicomuselo, cerrando todas las tuberías que desembocaban en los ríos, para reunirlas a través de un colector que llevaría esas aguas negras hasta esa fosa. El sueño se hizo realidad a mediados del año 2005, sin embargo el imponente y devastador paso de Stan en octubre de ese mismo año, pulverizó la fosa séptica y también pulverizó el sueño de sanear los ríos de el lugar de los siete jaguares.
La vida me lo dio
Sin embargo ayer, tuve la oportunidad de estar presente en un acto de inauguración, un acto por demás trascendente y emotivo, pues observe y supe que se había construido una nueva fosa séptica en el mismo lugar en donde estuvo la otra, con una capacidad para 80 mil litros y que está prospectada tener una vida útil de 30 años, fosa en la cual llegaran los desechos de todo Chicomuselo, a través de una enorme y larga tubería aérea que cruza diagonalmente al río Yayahuita, tubería que es el colector de todas las tuberías que desembocaban en los ríos, y entonces pensé: el sueño finalmente despertó y se hizo realidad.
Hacia la vida
26 años después que observe una tubería, que como la boca del infierno de Dante, amenazaba con iniciar a contaminar un río, boca que se multiplicó a lo largo de las márgenes de los dos ríos durante los años que no visité Chicomuselo, lo cual afortunadamente ya no vi pues me hubiera dado mucha tristeza. 26 años después, se puede decir que los dos ríos salieron airosos, en primer lugar de la contaminación de las minas y ahora en segundo lugar, de la contaminación por las aguas negras.
Merece los laureles
Bien por Límbano Miguel, actual presidente municipal de Chicomuselo, que el 14 de enero de este año, atentamente escuchó la petición de diferentes comités de barrio del programa Chiapas Solidario, así como la voz de comisariados ejidales, quienes; todos ellos, le pidieron; o acaso le suplicaron, que le inyectara un poco más de vida a dos moribundos, que a pesar de su estado crítico, para nada aceptaban la idea de la muerte.
¡Larga vida a ellos!
Es muy probable que hayan daños irreversibles en la flora y la fauna acuática de estos dos ríos, es muy probable que la gran afluencia turística, que hace años tenía Chicomuselo en las márgenes de sus ríos, probablemente vuelva a renacer, pero lo más interesante, lo más sobresaliente y lo más ecológico; diría yo, es la visión y el humanismo de Límbano Miguel, que finalmente convierte una ilusión, un sueño en una realidad.
¡Que vivan por muchos años más y para muchas generaciones El Yayahuita y El Tachinula, que sienten correr nuevamente en su seno la vida!
Es cuanto