
Visión financiera
BEJALTIK
F. Darinel
LOS CAMINOS DE HOY
Origen
Hace unos días meditaba, de nueva cuenta sobre lo fácil que le ha sido a cierto aspirante a la candidatura para la gubernatura de nuestro estado, quien lo logrará por dos partidos, uno de derecha y el otro de ultraderecha, pero la cuestión que me llama la atención, es que por ser junior, desde hace tiempo le facilitaron todo y le allanaron el camino como pista.
Casualmente, cuando estaba en estas cavilaciones, me encontré con una carta dirigida a un hijo, tan buena como la de Douglas Mc Arthur, y quien casualmente la dirigió también fue un militar connotado, la cual quise, desde que la leí, compartirla con Ustedes, amables lectores, y no porque ayer no tuviera nada qué comentar, sino que; como intitulara un famoso libro Don Luis Spota: Hace falta un muchacho
pero ya no se diga más, aquí va:
La carta
Cajeme (hoy Saltillo), Sonora, junio 27 de 1928.
Sr. Humberto Obregón
México, D. F.
Mi querido hijo Humberto:
Este día reviste de gran trascendencia en tu vida, porque marca la fecha en que llegas a la mayoría de edad (en ese entonces era a los 21 años), produciendo este acontecimiento la transición de mayor importancia en la vida del hombre. Hoy asumes, por ministerio de ley, el honroso título de ciudadano y te substraes de la patria potestad que a tu padre ponía en posesión de la dirección de tus actos; asumes por lo mismo, toda la responsabilidad de tu futuro, sin que esto signifique por supuesto- que yo me considere relevado de la constante obligación que los padres tenemos para aconsejar y apoyar a nuestros hijos. Y he querido, con motivo de esta fecha, darte algunos consejos derivados de los conocimientos adquiridos con mi experiencia y con el conocimiento del corazón humano, que la intensidad de mi vida me ha permitido adquirir y del privilegio que del destino he recibido al permitirme actuar en todas las clases sociales que integran la familia humana.
No pretendo incurrir en el error tan común en los padres, de querer transmitir su propia experiencia a los hijos; si la juventud es tan hermosa, lo es precisamente porque carece de esa experiencia. La experiencia no es sino el resumen de todas las rectificaciones que el tiempo, al transcurrir, viene haciendo del bello concepto que de la vida y de nuestros semejantes nos formamos, desde que entramos en posesión de nuestras propias facultades.
Lo primero que necesitan los hombres para orientar sus facultades en la vida, y para protegerse y defenderse de las circunstancias que es son adversas y que por causas ajenas a su voluntad convergen sobre su voluntad, es clasificarse (o más bien dicho ubicarse, situarse y saber quién es uno mismo). Clasificarse ha sido uno de los problemas, cuyo alcance, son muy pocos los que saben comprender. Tú debes, por lo tanto, empezar por hacerlo y voy a auxiliarte con mi experiencia.
Tú perteneces a ese grupo de ineptos (qué crudo) que integran, con muy raras excepciones, los hijos de personas que han alcanzado posiciones más o menos elevadas, que se acostumbran desde su niñez a recibir toda clase de atenciones y agasajos, y a tener muchas cosas que los demás niños no tienen y que van por esto, perdiendo la noción de las grandes verdades de la vida y penetrando en un mundo que les ofrece todo sin exigir nada, creándoles una impresión de superioridad que llega a hacerles creer que sus propias condiciones son las que los hacen acreedores de esa posición privilegiada. Los que nacen y crecen bajo el amparo de posiciones elevadas, están condenados por una ley fatal, a mirar siempre para abajo, porque sienten que todo lo que les rodea está más abajo del sitio en que a ellos los han colocado los azares del destino, y cualquier objetivo que elijan como una idealidad de sus actividades, tiene que ser inferior al plano en el que ellos se encuentran.
En cambio, los que pertenecen a las clases humildes y se desarrollan en el ambiente de modestia máxima, están destinados, felizmente, a mirar siempre para arriba porque todo lo que les rodea es superior al medio en que ellos actúan, lo mismo en el panorama de sus ojos que en el de su espíritu, y todos los objetivos de su idealidad tienen que buscarlos siempre sobre planos ascendentes.
Y en ese constante esfuerzo por liberarse de la posición desventajosa en que las contingencias de la vida los han colocado, fortalecen su carácter y apuran su ingenio, y logran en muchos casos adquirir una preparación que les permita seguir una trayectoria siempre ascendente. El ingenio, que no es una ciencia y que, por lo tanto, no se puede aprender en ningún centro de educación, significa el mejor aliado en la lucha por la vida y solo pueden adquirirlo los que han sido forzados por su propio destino a encontrarlo en el constante esfuerzo de sus propias facultades. El ingenio no es patrimonio de los niños o jóvenes que (no) han realizado ningún (esta palabra podría omitirse) esfuerzo para adquirir lo que necesitan.
La media
Hasta este punto es la mitad de esa famosa epístola escrita por un personaje de nuestra historia, muy connotado y muy famoso, como ya comenté, creo que el sábado concluyo con ella, por hoy hasta ahí.
Es cuanto.