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Libros de ayer y hoy
No olvidaré jamás
XXV Domingo Ordinario
Amós 8, 4-7: Contra los que obligan a los pobres a venderse
Salmo 112: Que alaben al Señor todos sus siervos
I Timoteo 2, 1-8: Pidan a Dios por todos los hombres, porque Él quiere que todos se salven
San Lucas 16, 1-13: No pueden ustedes servir a Dios y al dinero
Han llegado a la completa desesperación. Forman una pareja joven que hace apenas unos años se lanzaban a la vida con todo el entusiasmo. Tienen ya dos pequeños niños y la vida parecía sonreírles, hasta que poco a poco se fue desmorando todo y ya no encuentran salida. Los dos tenían un trabajo que les podía proporcionar una cierta estabilidad económica y así iniciaron embarcándose en diferentes tiendas comerciales, al fin y al cabo tenían tarjetas de crédito de las mismas tiendas y de los bancos, que los hacían solventes. Sin comprar grandes bienes, pero sí gastando más de lo que ganaban, pronto se vieron envueltos en la espiral del endeudamiento. Para salir de una deuda, adquirían una mayor y no alcanzaban a pagar los intereses en un lado cuando ya les reclamaban en otro. Para colmo de males, uno de los niños enfermó y se tuvieron que adquirir nuevos préstamos con mayores intereses. Cuando se dieron cuenta, tenían enormes deudas, hipotecada su casita, amenazas de embargo y ¡no tienen prácticamente nada! ¡Sólo deudas! Reconocen su ambición y su desmedido afán de estar al día, pero también miran con rabia y preocupación a un sistema injusto que engancha y fascina, pero que termina exprimiendo al incauto que cae entre sus manos.
No son pocos los sorprendidos por las palabras duras y directas del Papa Francisco en muchos de sus mensajes sobre un mundo de injusticias y un sistema de opresión. Él lo ha vivido en América Latina y ha estado muy cerca de quienes se mueren de hambre ante la indiferencia de los demás. Se podría muy fácil decir que hace actuales las palabras del profeta Amós que ya en su tiempo criticaba la buena vida de la clase alta con toda clase placeres, objetos costosos, comida exquisita, perfumes, magníficos palacios, excelentes viñas que contravienen su experiencia de Dios. No es posible conciliar la injusticia con la fe en un Dios que ama a su pueblo. Amós concibe a Dios tan cercano que no acepta que sus hijos puedan vivir tragándose unos a otros. El pasaje de este día no sólo muestra la indignación que todo ser humano mostraría contra aquellos que abusan de la debilidad de los pequeños sino que los acusa y condena delante de Dios, precisamente por disfrazar de legítimas sus posesiones y nuevas adquisiciones. Escuchen esto los que buscan al pobre sólo para arruinarlo Disminuyen las medidas, aumentan los precios, alteran las balanzas, obligan a los pobres a venderse; por un par de sandalias los compran y hasta venden el salvado como trigo El Señor lo ha jurado: No olvidaré jamás ninguna de estas acciones. El Papa Francisco con gestos proféticos y palabras claras busca que la Iglesia y que el mundo recuperen su sentido humanitario y salgan de lo que ha llamado la globalización de la indiferencia frente al drama de un mundo de miseria, de migrantes, de desempleados, y de muchos que mueren de hambre. Aboga por una mayor justicia y plantea un nuevo sistema y una economía más humana, más cristiana, de hijos de Dios.
Cuando escuchamos el relato evangélico, alguien podría ingenuamente pensar que se está justificando un uso indebido de los bienes materiales, pero si leemos todo el contexto y las conclusiones a las que llega, descubriremos que Jesús hace una condena abierta y clara a todos los que abusan de los bienes materiales y ponen su corazón en las riquezas. No pueden ustedes servir a Dios y al dinero, es la conclusión que cierra la narración de Jesús. Es indudable que se tiene que utilizar el dinero, pero no podemos hacernos esclavos del dinero y mucho menos hacer esclavos a los que debemos mirar como hermanos. La mayor necesidad de nuestro mundo es que nadie tenga que venderse por dinero, que nadie compre a los demás por dinero y que los hombres puedan poseer la verdadera libertad. El Papa Francisco afirmó en Río de Janeiro que el mundo exige una visión humanista de la economía y una rehabilitación de la política que logre cada día más y mejor la participación de las personas, evite el elitismo y acumulación y erradique la pobreza. No se queda en las palabras, a sus discursos une la acción privilegiando los medios más sencillos, acercándose a los miserables y visitando las casuchas del Brasil oculto y olvidado. Quizás a muchos parezca una actitud asistencialista, pero Jesús y el Papa exigen no sólo la atención al necesitado, sino un cambio de corazón, de estructuras y de economía.
Si San Pablo recomienda a Timoteo que se hagan oraciones por las autoridades es porque reconoce que ellas deben proporcionar al pueblo una vida tranquila y en paz, respetable en todo sentido, sin odios ni divisiones. En efecto corresponde a ellas un papel de guía con objetivos muy concretos que busquen los medios específicos para alcanzarlos. Todos tenemos una responsabilidad solidaria para construir un futuro diferente basado firmemente en los valores de Jesús, donde se asegure a todos dignidad, fraternidad y solidaridad. Los Obispos en Aparecida acentuaban la responsabilidad de los dirigentes: Cabe señalar como un gran factor negativo en buena parte de la región, el recrudecimiento de la corrupción en la sociedad y en el Estado, que involucra a los Poderes Legislativos y Ejecutivos en todos sus niveles, y alcanza también al sistema judicial que a menudo inclina su juicio a favor de los poderosos y genera impunidad, lo que pone en serio riesgo la credibilidad de las instituciones públicas y aumenta la desconfianza del pueblo, fenómeno que se une a un profundo desprecio de la legalidad. En amplios sectores de la población y particularmente entre los jóvenes crece el desencanto por la política y particularmente por la democracia, pues las promesas de una vida mejor y más justa no se cumplieron o se cumplieron sólo a medias. Todo esto que afirmaban de nuestro Continente, es dolorosamente real en nuestro país.
Jesús recalca hoy el peligro de endiosar las riquezas mal habidas, pero también nos hace ver que pueden ser redimidas, siempre y cuando se usen con creatividad para hacer el bien a los pobres, como fue el caso del administrador que había malgastado los bienes de su amo. Se alaba su astucia, no su corrupción interesada. Cristo hace una clara oposición ante estos dos reinos. Nosotros con frecuencia nos vemos tentados a unirlos y hasta confundirlos. Debemos tener una clara distinción, no sólo teórica, sino sobre todo en la práctica. No podemos servir a Dios y al dinero. Nosotros ahora también tendríamos que cuestionarnos seriamente sobre nuestro empeño en crear y favorecer la construcción del Reino de Dios, frente al ingenio y la astucia de quienes entregan su vida a la construcción del reino del dinero.
La gran tentación sería no querer hacer nada porque nosotros no tenemos grandes sumas de dinero, ni poseemos grandes capitales; pero debemos examinarnos bien en nuestros pequeños o grandes fraudes, en la corrupción que generamos o toleramos, en la complicidad con un mundo que olvida cada día a los más pobres. ¿Qué lugar le damos a Dios? ¿Qué lugar le damos al dinero? ¿He hecho trampas, distorsionado la verdad, engañado por dinero?
Padre Dios, Padre Bueno, que nos has puesto como administradores de este mundo maravilloso, concédenos que, superando nuestra ambición, construyamos una casa donde todos podamos vivir como hermanos según el sueño de tu hijo Jesús. Amén.
ADJUNTO TRADUCCIONES EN: TOJOLABAL Y TSELTAL.
LEM. Claudia Corroy
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