
Cumple 4 días incendio en Coyuca de Benítez, Guerrero
MORELIA, Mich., 6 de marzo de 2025.- En el último lustro, la incidencia de desastre naturales en Latinoamérica se incrementó notablemente, pasando de 222 del periodo 1995-1999 a 323, ello, a pesar de que la región es de las que menos contribuyen a la emisión de gases de efecto invernadero.
Por esta cifra, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) clasificó la región como la segunda más vulnerable a fenómenos extremos, a lo que se suma la estratégica ubicación geográfica para que estos ocurran.
Entre las catástrofes más frecuentes en México, Centroamérica y el Caribe encontramos huracanes, tormentas tropicales e inundaciones, mientras que, en Argentina, Brasil y Colombia, los incendios forestales y deslizamientos de tierra son la constante.
Del 2000 al 2004 se ubica el segundo periodo con mayor incidencia de desastres naturales, con 297; en el 2005-2009, 281; en el 2010-2014, 269 y en 2015-2019, 261, mostrando un incremento de este último comparado con el 2020-2024 del 23 por ciento (323).
Las regiones más vulnerables a desastres naturales La región más propensa a sufrir fenómenos extremos, según la ONU es la Asia-Pacífico, la cual enfrenta una alta exposición a eventos como terremotos, tsunamis y ciclones, siendo China, India, Pilipinas, indonesia y Japón los más afectados por su geografía y densidad poblacional.
Como ya se expuso anteriormente, Latinoamérica es la segunda región más sensible a la fuerza de la naturaleza, a la que se suman factores que agravan aún más las consecuencias como la pobreza, desigualdad y violencia.
Guatemala, Costa Rica y El Salvador son los más expuestos debido a su limitada capacidad para responder a calamidades como huracanes e inundaciones, aumentando las afectaciones por sus altos índices de pobreza y debilidad institucional que dificultan la recuperación posterior.
Finalmente, África es la tercera región con más alta vulnerabilidad, especialmente en el centro y occidente del continente, teniendo 13 de los 15 países con mayor vulnerabilidad social ante los embates de la naturaleza, a lo que se le suman también factores sociales y económicos que incrementan los estragos de estos eventos.