J Balvin, Marshmello, Armin van Buuren y Julión, en el FIG de León
MORELIA, Mich., 8 de enero de 2016.- Gran parte de la literatura romántica de Europa había «»desfallecido»» por causa del imperante racionalismo cientificista del siglo XIX.
El Modernismo literario tuvo un surgimiento, pero también fue un resurgir de las preocupaciones, las motivaciones que movieron al sentimiento romántico de aquella época; se retoma la esencia de aquél espíritu y se erige y renueva después de la comprobación con fundamento filosófico sobre la imposibilidad e inoperancia de la razón (Kant y otros).
Según un comunicado, surge entonces una innovación fundada en un espíritu inconforme -crisis espiritual propia del fin de siglo- que abrazará diversas influencias para gradualmente tomar una forma nueva, un nuevo movimiento.
Tendencias de diferentes latitudes contribuirán a esta amalgama ecléctica, provenientes de Inglaterra, Italia, EUA, España, entre otros, y, principalmente, Francia. Surgió, pues, un movimiento cosmopolita espontáneo. Hay quienes consideran que en Hispanoamérica el Modernismo, como literatura, brotó bajo la batuta del nicaragüense Rubén Darío con su Azul (1888) (El término modernistas tenía una carga despectiva, pero Darío y otros lo asumieron con orgullo).
El modernismo literario fue en general -México incluido – una corriente de ruptura ante el conformismo, la burguesía, la cotidianidad, lo vulgar, el tiempo y el espacio, que logró una trasformación estética y expresiva innovadora anhelante de armonía y perfección; enalteció lo sensorial y valores humanos reales.
Profundos sentimientos de hastío, evasión, tristeza, soledad, amor, libre expresión de la sexualidad, erotismo -inclusive mujeres como Delmira Agustini-, revaloración de lo hispano y lo indígena, fueron todos temas recurrentes de esta corriente literaria.
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