Aprueba SEP incremento de 330 mil lugares nuevos en educación superior
A estas alturas las “redes sociales” se han convertido en el gran hermano vigilante del acoso, hostigamiento, abusos y atropellos… han logrado que lo invisible cobre presencia como nunca.
Vayan sólo algunos ejemplos recientes.
Estudiante poblana va a dar al hospital tras ser golpeada por usar lentes; adolescente de la Ciudad de México es apaleada por su condición de asmática; niña zacatecana es humillada pateada y exhibida en Youtube por compañera vengativa.
Cómo olvidar el pavoroso caso del niño Héctor Alejandro Méndez Ramírez, muerto la semana pasada tras ser azotado contra un muro por sus compañeros de la Secundaria número 7 “Eleazar Gómez”, en Ciudad Victoria, Tamaulipas.
Autoridades de Tabasco reportan 24 agresiones en lo que va del año; en Agua Dulce, Veracruz, son reconocidos al menos cuatro casos de bullying al mes; en Ciudad Neza siete de cada diez estudiantes son acosados y agredidos… y cada día nos enteramos de un nuevo escándalo.
Bullying quiere decir la intimidación dirigida contra una víctima que no se puede defender; una crueldad cometida por el fuerte contra e débil… del gandaya contra el tímido.
La palabra suena nueva para definir un problema viejo. El bullying es un delito, y como tal debe ser combatido de manera exhaustiva… y no caer como torrente de agua fría en un barril sin fondo.
Según encuesta de Parametría –dirigida por Francisco Abundis– el 74 por ciento de los padres de familia saben de abusos escolares pero ignoran cómo ponerles remedio.
La presión social coloca en crisis al sistema educativo; intenta despertar a la las autoridades del letargo.
Ante la madre de niño Héctor Alejandro Méndez Ramírez – “asesinado” en Tamaulipas– El Presidente de la Republica prometió erradicar el bullying y ordenó al Secretario de Educación poner manos a la obra. La instrucción presidencial “agarró” a Emilio Chuayffet con los dedos en la puerta, por ello pidió una tregua de cinco meses largos para presentar un programa piloto.
Es evidente que hasta ahora el tema del bullying no ha recibido la importancia merecida. Ya ni quien recuerde aquel llamado enérgico del ex presidente Felipe Calderón a la maestra Elba Esther Gordillo –20 de agosto de 2011– el cual sirvió para nada.
Hoy, asambleístas del DF anuncian iniciativas para combatir el delito; las senadoras panistas Marcela Torres y Martha Elena García proponen crear órganos anti-bullying en cada una de las 22mil primarias del país.
En contraste, iniciativas del los senadores Mario Delgado (PRD) y Mariana Gómez del Campo (PAN) duermen en la congeladora. Juan Carlos Romero Hicks, presidente de la Comisión de Educación, juega al avestruz.
Para combatir el mal del bullying urgen leyes y castigos ejemplares; la violencia no debe convertirse algo inherente al propio proceso de enseñanza.
Si están prohibidos los maestros abusivos partidarios del “jalón de patillas” y las orejas de burro, también debe haber voluntad institucional para someter a estudiantes golpeadores y abusivos. El Estado ha de poner un dique para contener la violencia en las aulas. Sin castigo, el incentivo para perpetuar la descomposición social queda intacto… fortalecido por la impunidad.
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