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MADRID, España, 18 de abril de 2016.-El Atlético vive encolumnado, como expresó recientemente su entrenador. La expresión de Simeone traslada a todos los estamentos de club hacia la visión de una estructura indivisible, unidireccional y homogénea en el campo y fuera de él. El equipo tiene muy claro a qué juega, se siente fuerte físicamente y los mensajes que salen del vestuario podrían reemplazar a cualquier rueda de prensa de su entrenador.
“Me encanta el mensaje de los atléticos, su humildad y el momento de euforia que estamos viviendo, pero siempre sabiendo que lo más importante es lo que viene inmediatamente y que está muy bien soñar, pero que hay que estar bien despiertos, así que nos fijamos en el partido en Bilbao, y ya tendremos tiempo de solucionar lo que viene después”, proclamó ayer Fernando Torres durante un acto publicitario.
En el caso de Torres confluyen varios aspectos que simbolizan todo lo afilado que se presenta el Atlético a la recta final del campeonato. Está bien de piernas y su presencia en el campo ha reforzado el contragolpe, el arma ofensiva que más se identifica con el histórico estilo del club. En las victorias ligueras con el Betis (5-0), Espanyol (1-3) y Granada (3-0), y en los dos partidos de Champions con el Barcelona, el Atlético ha ejecutado la secuencia por excelencia del contragolpe robo-pase-gol, con Torres y Griezmann como principales ejecutores. La verticalidad de Carrasco y la recuperación de Koke como el mejor pasador del campeonato han contribuido también a presentarse en este tramo final con la solidez defensiva que le ha acompañado durante toda la temporada y una versión más punzante de su juego de ataque. La producción goleadora ha dejado de ser un problema en estos últimos encuentros.
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