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Eduardo Ramírez presenta al Gabinete de Seguridad que lo acompañará en su gobierno
El golpe, seco, sorpresivo, en el toldo del vehículo desconcertó y alertó a Julia y Yuria. Luego un granizo del tamaño de una pelota de golf se estrelló contra el pavimento y se hizo trizas. «Salgamos de aquí; muévete…», urgió Gaby, mientras daba vuelta en el cruce del Cerrito de San Cristóbal y el Teatro Hermanos Domínguez.
La granizada comenzó a arreciar. Dos personas cruzaron raudos el boulevard evadiendo la lluvia de granizo. Temíamos que el quemacocos o el parabrisas se estrellaran. El tamborileo en el toldo arreció. Las niñas comenzaron a gritar, angustiadas, para que me moviera del lugar.
Más adelante nos tocó el semáforo en rojo. De pronto Gaby comenzó a gritar: «Muévete, muévete, viene un tornado; muévete están volando miles de láminas; muévete Fredy…, muévete».
Toque el claxon apresurando al automovilista adelante de mí, pero no lograba llamar du atención… «¡Muévete Fredy, ahí viene el tornado, viene hacia acá; muévete Fredy…!», insistía ya presa del miedo.
Por fin el semáforo cambió a verde. Para entonces eran muchas las personas a la orilla del boulevard Juan Sabines Gutiérrez filmando el meteoro con sus celulares.
Yo seguía sin poder ver nada, más que la hilera que autos que bloqueaban mi paso, en medio del aguacero y la lluvia de granizos enormes.
Ya en Soriana pude divisar la enorme culebra que comenzaba a disiparse y cientos de láminas que volaban en el cielo.
«¡Ay, la vimos cerca…?», exclamó Julieta, aún conmocionada por el momento que nos tocó vivir; minutos después comenzamos a conocer la magnitud de la tragedia.
¡»Hay que ir a socorrer a la población!», dijo Gaby y comenzó a establecer contacto para integrar brigadas de auxilio con su personal en el Ayuntamiento, Protección Civil y Bomberos municipales.