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MORELIA, Mich., 30 de abril de 2025.- Rodeados por los muros del Congreso de Michoacán y sentados en las curules donde suelen debatirse presupuestos, reformas y posturas partidistas, 40 niños de 29 municipios irrumpieron con fuerza política en la edición 2025 del Parlamento Infantil, una jornada legislativa simbólica que tuvo más de fondo que de forma.
Vestidos con orgullo, con voz temblorosa algunos, firme otros, estos parlamentarios infantiles tomaron uno a uno la tribuna para poner en el centro temas que aún incomodan a las instituciones: inseguridad, crimen organizado, migración forzada, trata de personas en entornos digitales, abandono escolar, salud mental, discapacidad y hasta la deuda histórica del estado con los niños enfermos de cáncer.
Lejos de limitarse a discursos esperanzadores, los infantes colocaron diagnósticos agudos sobre el abandono institucional que padecen muchas comunidades y expusieron, desde sus propias experiencias, cómo la violencia y la desigualdad afectan de forma directa su infancia.
“Vivimos asustados” Desde su comunidad, identificada por él como una de las más golpeadas por la inseguridad, el parlamentario infantil Caleb Macías Martínez denunció que la violencia del crimen organizado es parte de la cotidianidad de niñas y niños como él.
“No se diga mi comunidad, que varias ocasiones ha sido amenazada por los delincuentes. Los niños de mi comunidad vivimos asustados por tal situación”, afirmó desde tribuna.
La suya fue una de las intervenciones más crudas del Parlamento. Pidió apoyo psicológico para las infancias en contextos violentos y advirtió que estudiar en aulas de lámina y sin recursos, mientras afuera domina la violencia, no permite aprender ni vivir en paz. Infancias migrantes, rotas y resilientes.
El niño Cristian Jair Soto García, de Jungapeo, también habló de su comunidad como una tierra marcada por la migración forzada, la pobreza y la deserción escolar. “Por falta de trabajo, escasez económica o incluso por algunos casos la delincuencia, nos vemos en la necesidad de emigrar a temprana edad”, dijo.
Denunció que muchos niños se quedan a cargo de sus hermanos menores, dejando la escuela y, en ocasiones, cayendo en malas influencias. Desde su curul, Oliver Leonardo Mejía Espinosa, niño nacido en Estados Unidos y nacionalizado mexicano, habló por los niños migrantes con una propuesta que tocó corazones: “Nosotros, los niños migrantes, somos el eslabón más frágil y a veces invisible del fenómeno migratorio.
Caminamos sobre la ruta de vida que trazan nuestros padres, quienes con esperanza buscan un futuro mejor para nosotros”. Pidió que ningún niño migrante se quede sin acceso a salud, educación y protección, sin importar el país en que se encuentre.
Crímenes digitales: la otra violencia A sus nueve años, Jessica Valeria González Gutiérrez, originaria de Morelia, hizo una radiografía jurídica del entorno digital que sorprende por su precisión.
Habló de la ausencia de controles efectivos para proteger a la infancia en internet, y denunció que las plataformas digitales abusan de los datos personales, permiten el acceso a contenidos violentos e incluso facilitan “la trata de personas y la explotación infantil en línea”.
Pidió que el Congreso impulse leyes más firmes para obligar a las empresas tecnológicas a asumir su responsabilidad y que se garantice la educación digital obligatoria desde la primera infancia.
Su voz fue una advertencia: “La ley es una herramienta poderosa que debe protegernos, no dejarnos desprotegidos frente a los peligros del mundo digital”.
Cuerpos enfermos, derechos ignorados Uno de los momentos más conmovedores de la sesión fue el discurso de Sofía Nicole Melgoza Marín, de 10 años, quien propuso dos reformas: mayor presupuesto para atender a niñas y niños con cáncer, y estrategias para que se estudie a fondo la enfermedad.
Habló desde la experiencia: tras perder a su abuela por esa causa, su familia se dedicó a acompañar a pacientes infantiles del Hospital Civil. “Les pido que visiten el Hospital Ifantil, que platiquen con los papás.
Verán todo lo que sufren. Muchos no tienen para comer, mucho menos para las medicinas. Ayudamos con tapitas, comida, juguetes; pero eso no basta”, dijo.
Fue la única parlamentaria que se refirió directamente a Claudia Sheinbaum, presidenta de México, y al Gobernador, a quienes exhortó a aprobar su propuesta.
Una legislatura sin simulación Cada intervención del Parlamento Infantil estuvo cargada de contexto, de emociones y de exigencias políticas.
Hubo quien propuso reformar la Ley de Educación para incluir lengua de señas mexicana y sistema braille desde preescolar, como lo hizo Katherine Ferreira Vázquez.
Tampoco faltó quien pidió becas para que ningún niño abandone la escuela por falta de dinero, como lo expuso Alejandra Moreno Chagoya; o quien reclamó que niñas y niños con autismo tengan derecho a una educación sin discriminación, como lo expresó Lía Camila Hernández Mendoza.
Hubo aplausos espontáneos, sonrisas emocionadas, pero también lágrimas contenidas. Las y los asistentes, entre ellos diputados, docentes y familias, atestiguaron una jornada que superó con creces la formalidad institucional.
Durante la sesión, no se registraron posturas partidistas entre los niños; sólo un parlamentario agradeció públicamente la invitación de un legislador local, sin que ello desvirtuara la legitimidad de su participación.
Un llamado que no puede ser ignorado En su conjunto, el Parlamento Infantil 2025 fue más que un ejercicio pedagógico, un grito colectivo por la equidad, la empatía y la protección de la niñez michoacana. Las propuestad no fueron improvisadas.
Estaban construidas con sustento, redactadas como verdaderas iniciativas de ley, con artículos y transitorios.
El compromiso de sus voces contrasta con el desinterés con que a veces se legisla en nombre de niñas y niños sin escucharlos.
Si el Congreso de Michoacán toma nota y se atreve a transformar esas palabras en leyes, habrá honrado no sólo una jornada simbólica, sino la voz de quienes, aunque pequeños, demostraron tener un enorme poder de transformación.
Porque cuando una niña dice con firmeza “yo también quiero tener infancia, no ser intérprete”, o cuando un niño pide llorando que el crimen organizado deje de asustarlos en su comunidad, el Congreso no debería aplaudir, debería legislar.