Avalan para Sedena 60% y Semar 40% del recurso de aeropuertos
Edgar Corzo Sosa Integrante del Comité de Trabajadores Migratorios de la ONU Hablemos claro.
El 3 de diciembre de cada año es un efímero llamado a reconocer que las personas con discapacidad se encuentran en un escenario que les dificulta el ejercicio de los derechos que tienen como persona. Nos hace ver erróneamente que solo hay un día de toma de conciencia de las barreras que se les presentan.
Por ello, necesitamos visibilizar permanentemente esta situación, generando estadísticas que alimenten correctamente las políticas públicas de larga duración y provoquen un actuar solidario de la comunidad. En lo personal, la caravana de migrantes, aquélla de cerca de 7,000 personas que atravesó nuestro país en 2018, me abrió los ojos a esta dura realidad.
Ver las caras con esperanza de las personas en sillas de ruedas o quienes los ayudaban en medio de la carretera, o de quienes traían muletas o estaban padeciendo los síntomas de enfermedades crónicas inesperadas me hicieron comprender la magnitud del desafío. No volteaban para atrás, sólo veían el camino que tenían enfrente y avanzaban a como diera lugar.
Estaban huyendo de su pasado doloroso para entrar en un camino futuro incierto, pero con esperanza. Me di cuenta que algunas personas migrantes venían “cargando” su discapacidad desde su lugar de origen, pero otras, en cambio, la habían “adquirido” durante su recorrido, ya sea porque se lesionaron al cruzar lugares selváticos o agrestes, por haber sido perseguidos y detenidos por autoridades policiales, o por haberse caído o haber sido tirados del tren de carga, conocido como la bestia, en el que se transportaban.
Quienes llegarían a su destino tampoco estarían a salvo, pues al trabajar en sectores laborales con altos índices de riesgo, a donde no llegan los nacionales, era probable que sufrieran un accidente de trabajo. La doble situación de ser personas migrantes y con discapacidad hace que su reto sea mayor. Sufren discriminación, precariedad laboral y dificultad de acceso al reconocimiento de la discapacidad por autoridades del país, lo que impacta negativamente en el acceso a la salud, rehabilitación, protección social, educación y otros derechos más.
Debemos reconocer, no obstante, la ayuda humanitaria que muchas veces reciben de organizaciones de la sociedad civil o del gobierno, ya sea del ámbito de la migración o de la discapacidad. Y aquí está parte del reto. Las instituciones y organizaciones que auxilian separadamente a las personas migrantes de las que lo hacen con las personas con discapacidad deben sumar esfuerzos para transformar esta doble situación de vulnerabilidad en una fortaleza doble:
Ampliar al 3 de diciembre el 10 de diciembre, día internacional de las personas migrantes. Para que el 3 de diciembre deje de ser solo un día y esté presente todo el año se requiere potenciar el liderazgo de las personas con discapacidad garantizándoles un futuro inclusivo y sostenible.
Que la atención y asistencia humanitaria hacia las personas refugiadas, desplazadas y migrantes con discapacidad cuente con la participación de todos los sectores, aumentándose el entorno familiar, y llevando los procesos de calificación de la discapacidad como una preocupación a nivel regional y universal, para que el documento que llegue a expedirse sea aceptado por todos los países y así se permita el ejercicio pleno de sus derechos. Nadie debe quedarse atrás. Un día no basta.
El texto original de este artículo fue publicado por la Agencia Quadratín en la siguiente dirección: https://mexico.quadratin.com.mx/desafios-3-de-diciembre-dia-de-la-persona-migrante-con-discapacidad/
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