País en guerra
El legado ancestral y La muerte sin fin
¿Habrá tomado el mexicano común, la idea de que la muerte es algo que no hay que temer, sino un recorrido que terminará necesariamente en esa muerte? Octavio Paz en El laberinto de la Soledad, hacía notar esa postura de nuestros ancestros ante una muerte frente a la cual vale permanecer de frente, hasta el día que llegue. Dice el poeta: “Para los antiguos mexicanos la oposición entre la muerte y la vida no era tan absoluta como para nosotros. La vida se prolongaba en la muerte. Y a la inversa, la vida no tenía función más alta que desembocar en la muerte, su contrario y complemento”. Finalmente ante la presencia ineludible de la muerte, el ser humano ha decidido tomar con naturalidad el trayecto y se ha volcado cada vez más a la festividad. Lo hemos visto y presenciado desde fines de octubre.
FIESTAS A GRANEL PARA UNA MUERTE DE LA QUE NO NOS PODEMOS LIBRAR
Son impresionantes la fiestas que se desarrollan los primeros días el mes brumario, todas envueltas en su marcha por las calles, curiosamente y por lo general, bajo el colorido del disfraz, ¿Será un síntoma de respeto a la muerte o simple miedo? La marcha anual del Día de muertos se anunció en la CDMX, con el destino que recorren la mayoría de las marchas, hacia el Zócalo, como si quisieran demostrar en la idea ancestral, que es el mismo camino para reunir a los vivos, que celebrar a los muertos. La ciudad y desde luego el país, con énfasis en las zonas indígenas, purépechas, mayas, mazatecas, mazahuas, otomíes, nahuas, entre muchas, lanzaron el colorido amarillo de la Cempasúchil, los rostros alterados con bellas pinturas y la gente exhibiendo su alegría en vestidos multicolores y comidas de tradición. El salón Los Ángeles abrió a toda puerta para su baile y en la Plaza de Toros se programa concierto. Las luces, el colorido, los museos abiertos, y los panteones más de 118 en la CDMX, a rebosar desde hace días. Hay programas en todas partes, para todo asistente. La muerte, enfiestada, no discrimina.
JOSÉ GOROSTIZA: ES LA MUERTE SIN FIN LA QUE ESTÁ PRESENTE
José Gorostiza el autor de Muerte sin fin (Humanidades UNAM, Imprenta Madero 1964) escribió el poema en 1939. Nacido en Tabasco en 1901 y fallecido en 1973, pudo presenciar como su poema se convirtió en un clásico mexicano, uno de los más bellos poemas en cuya cúspide está la muerte, que tiene el entorno poético del país. Belleza impresionante que apabulla y respecto a la cual hay polémica, Para unos no es sino la expresión individual de cualquier poeta, manifestada con una belleza impresionante pero para otros, atrás está la metafísica. Ya en otra ocasión hemos señalado que sus críticos lo remontan a Grecia, con Parménides y Heráclito como impulsores de Gorostiza, pero también se menciona la influencia de William Blake, de Valery, de Elliot, incluso de García Lorca. Renegado de dios, el poeta también usó la sátira esbozada en los efectos de la fatalidad que menciona. Entre sus versos breves, dos alternos:
Tiene la noche un árbol
con frutos de ámbar;
tiene una tez la tierra,
ay, de esmeraldas.
Sabe la muerte a tierra,
la angustia a hiel.
Este morir a gotas
me sabe a miel.