Futuro secretario de Educación presenta el programa “Chiapas puede”
MORELIA, Mich., 11 de noviembre de 2022.- Para las víctimas de un ataque sexual, con violencia o sin violencia, por personas que aprovecharon su condición de vulnerabilidad, volver a vivir se transforma en un verdadero reto, porque pueden llegar a desarrollar enfermedades crónicas. En el caso de las personas menores de edad víctimas de un delito sexual, existen condiciones de riesgo doble, porque no están plenamente desarrolladas; sus cuerpos no han alcanzado la madurez; tampoco sus emociones. Diana Tejadilla Orozco, secretaria técnica del Consejo Nacional de Salud Mental, explicó en entrevista telefónica: “cuando acontece en la infancia, no hay madurez física, ni están completamente desarrollados su cerebro ni sus emociones y, lo que han observado algunas fuentes de investigación, es que cuando ocurre en la infancia se puede ver relacionado en la etapa adulto con desórdenes gastrointestinales, dolor crónico no específico, crisis convulsivas o psicogénicas y dolor pélvico crónico”, dijo. Pero, ¿cómo saber que algo no está bien con un pequeño? La experta en salud mental explicó que hay una serie de manifestaciones físicas y también conductuales que experimenta la víctima, que son el llamado de auxilio y que no deben ser ignoradas, minimizadas o descalificadas. “Como adultos somos responsables de todos los niños, no importa que no sean nuestros hijos, si los vemos en riesgo, debemos brindarles ayuda, porque hay señales que muestra el niño para pedir ayuda, para decir algo que le está pasando. Si el niño se siente descalificado, puede ser peor y llevarlo a negarlo; hay que creerles, no dejarlos solos y mantener el cuidado o supervisión parental”, subrayó la Secretaria técnica del Consejo Nacional de Salud Mental. ¿Cuáles son las alertas? Con los menores, hay una lista de actitudes que los padres no pueden ignorar ni minimizar: 1. Cambios bruscos en el estado de ánimo, especialmente enojo, angustia o miedo. 2. Retroceso en el desarrollo: vuelve a orinarse en la cama. 3. Pesadillas o insomnio. 4. Bajo rendimiento académico: comienzan a reprobar y pierden interés en ir a la escuela. 5. Muestran rechazo a encontrarse con la persona que los abusó o miedo a quedarse solos en su compañía. 6. Temor de acudir a un lugar en el que antes se sentía cómodo. 7. En cuanto a manifestaciones físicas: infecciones o molestias en los genitales, ano o boca. 8. Cuando son muy pequeños, tienden a dibujar personajes con grandes dientes cercanos; transmiten sus emociones o miedos en dibujos donde se concentran en los genitales. ¿Cómo se previene? La vigilancia parental es determinante, pero lo es aún más creerles y no ignorar sus necesidades ni descalificarlas. Antes de la agresión hay diversas etapas: “comienza con seducción y convencimiento; luego, el abuso; y después, las amenazas para que guarden el secreto”, agregó la especialista, por lo que de haber buena comunicación y confianza entre padres e hijos, puede ser fácil detectar y prevenir situaciones de riesgo.