Indicador político/Carlos Ramírez
El presidente López Obrador mandó un mensaje no tan codificado a la Casa Blanca: el presidente Biden le solicitó un encuentro telefónico, “aunque no sé cuál es el propósito”. En realidad, sí lo sabía: la realización de la Novena cumbre de las Américas en Los Angeles en junio próximo bajo el control geopolítico, político e ideológico de Estados Unidos.
Las intenciones la Casa Blanca no están muy ocultas: en la declaración oficial el martes Estados Unidos definió su propósito imperial: “los dos líderes discutirán su visión para la Novena Cumbre de las Américas y cómo América del Norte puede liderar iniciativas prioritarias para la región”. Asimismo, La Casa Blanca definió sus intereses de su agenda con México: “migración, Centroamérica, competitividad, crecimiento económico, seguridad, energía y cooperación económica”.
Después de haber ganado la derrota de la iniciativa de eléctrica en el Congreso mexicano con el apoyo intervencionista del embajador Ken Salazar en modo de John Gavin, ahora la Casa Blanca va a cerrar la pinza con la asunción de la agenda bilateral directamente por el presidente Biden.
La Cumbre de las Américas está directamente relacionada con el Cumbre por la Democracia que realizó el presidente Biden en diciembre pasado vía Internet, con la asistencia de más de cien personalidades mundiales seleccionadas por Washington a partir de sus intereses geopolíticos y a la cual el presidente López Obrador desdeñó con su inasistencia. La intención de EU se localiza en convertirse en el eje de la definición de democracia que todo Occidente debe asumir de manera obediente.
La Cumbre tiene un diseño más formal e institucional que la de la democracia, aunque ya el presidente López Obrador comenzó a meter sus cuñas convocando la invitación y presencia de jefes de Estado y de Gobierno de países latinoamericanos y caribeños que no son del agrado de la Casa Blanca porque han asumido políticas nacionales ajenas a los intereses geopolíticos de Estados Unidos, sobre todo ante la guerra de Ucrania y el interés estadounidense de romper cualquier lazo geopolítico y estratégico de Rusia con los países de la órbita americana.
En este escenario estratégico hay que colocar los dardos envenenados enviados por el expresidente Donald Trump al presidente López Obrador, pero cuyo destinatario final era el presidente Biden por el fracaso estrepitoso de su estrategia migratoria que tiene a Estados Unidos ante la posibilidad de que lleguen en el corto plazo millones de solicitantes de asilo e ingreso por la derogación del Título 42 que establecía deportación inmediata por razones de salud y asumía a México como tercer país seguro.
El dato más significativo del lado mexicano se percibe en la ruptura del consenso nacionalista de cara a las presiones estadounidenses por la falta de una estrategia pactada con todos los grupos por el presidente de la República. Las críticas a López Obrador por las afirmaciones insidiosas de Trump benefician la lógica de imposición imperialista de Biden sobre México porque perciben un presidente de la República cuestionado en lo interno.
Pero a ello hay que agregar el agotamiento del nacionalismo de resistencia que históricamente había planteado una cohesión presidencialista y que fue anulado por el ratado de Comercio Libre firmado por Carlos Salinas de Gortari en el escenario del multicitado Memorándum Negroponte, en el que Estados Unidos planteó la necesidad del Tratado para consolidar e institucionalizar las reformas neoliberales de mercado del salinismo y la cancelación de la política exterior nacionalista que le dio capacidad de resistencia a México ante los acosos de la Casa Blanca.
La presión del presidente Biden sobre el presidente López Obrador este viernes buscar a una alianza geopolítica e ideológica de México con los enfoques de seguridad nacional de Estados Unidos, y en este sentido se debe leer el comunicado oficial de la Casa Blanca señalando que el bloque de América del norte –el Tratado México-EU-Canadá– debiera ser el instrumento de presión sobre los países regionales que no participan de los enfoques ideológicos estadounidenses, que tienen gobiernos con perfiles más nacionalistas y que no se han sumado a las sanciones a Rusia.
Las declaraciones de Trump en Ohio, por tanto, respondieron al interés del expresidente de volver a competir por la Casa Blanca en 2024 y de ayudar ablandar el nacionalismo mexicano que sobrevive en el presidente López Obrador y que se coloque en el escenario que el historiador Lorenzo Meyer caracterizó como nacionalismo defensivo.
-0-
Política para dummies: La política de a deveras se mueve en los espacios de las presiones subterráneas.
El contenido de esta columna es responsabilidad exclusiva del columnista y no del periódico que la publica.
@carlosramirezh
Canal YouTube: https://t.co/2cCgm1Sjgh